Internet y la comunicación pública: ¿La ciberutopía era ésto?

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Por: Luis Arroyo

¿La ciberutopía era ésto? Los efectos colaterales de Internet: sofactivismo, tribalismo, trivialización y nueva censura

Transcripción traducida de [la conferencia de Luis Arroyo] en el seminario del Consejo de la UE y del Club de Venecia sobre Internet y la comunicación pública. Bruselas, 22 de marzo, 2013 (((videos, presentaciones y otros recursos)))

En Junio de 1989 Ronald Reagan anuncia el fin del totalitarismo gracias al microchip. 20 años después, Gordon Brown nos dice que “Ruanda” nunca volverá a suceder gracias a Internet. Es una pauta persistente en la reciente historia de la humanidad. Cada vez que surge un nuevo medio de comunicación, llegan profetas que anuncian la liberación del ser humano, la expansión de la participación democrática, y un nuevo paso, quizá definitivo, hacia la paz mundial. Pasó con el telégrafo, el teléfono, la prensa escrita, la radio y la televisión.

Por dar sólo un ejemplo prominente, el mismísimo Marconi llegó a afirmar que ”la llegada de la comunicación sin cables hará que la guerra sea imposible, porque será ridícula”. Por supuesto,  Marconi no pudo verlo. Murió en 1937, cuando el totalitarismo estaba más fuerte en Europa, unos pocos años antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial.

Internet no ha sido ajeno a esa pauta, y lo que podemos llamar la “ciberutopía” nos ha hecho tantos anuncios que sería bueno ver, 20 años después de su nacimiento, si alguno de ellos se ha cumplido o no. Porque lo primero que debemos señalar es que no: Internet no es ya un “nuevo medio”. Tiene dos décadas de edad y ya es un invento maduro.

Sin embargo, más o menos recientemente, se nos ha dicho:

  • Que seremos capaces de organizarnos sin organizaciones.
  • Que la web nos permitirá construir super-redes.
  • Que aprenderemos infinidad de nuevas cosas gracias a esos billones de links.
  • Que nuevos poderes transformarán nuestra economía.
  • Y, por supuesto, que se producirá una revolución en la política.
  • Alguien, incluso, más pesimista, nos dice que Internet destrozará nuestra cultura.

Y así seguimos, como señala un analista:

“Y así vamos dando vueltas. El flujo y reflujo del futurismo es curioso. La tecnología no es cíclica pero sí parecería que las predicciones tecnológicas estuvieran repitiéndose. Para siempre. Y por siempre”.

Sí, Intenet tiene características que harían que la conversación política, social y económica fuera mucho más productiva, al menos en potencia. James Fishkin, uno de los padres de la llamada “democracia deliberativa”, en la que los ciudadanos se implican en una discusión racional de diferentes argumentos para llegar a una conclusión, afirma que este tipo de decisión democrática fría, analítica y racional, necesita las siguientes condiciones:
  • Una información precisa y relevante. Internet tiene una enorme potencia para ello. Si buscas esa información en Internet la puedes encontrar fácil y gratutitamente.
  • Un equilibrio entre las diversas posiciones sobre una misma disputa. En Internet puedes tener ese equilibrio, también gratis y fácilmente.
  • Diversidad de opiniones. Por supuesto, todas ellas están en Internet. Puedes encontrar desde un extremo hasta el otro, y todas las opiniones intermedias.
  • Y el deseo de los ciudadanos de sopesar objetivamente los argumentos y con independencia de quién sea quien los defienda. Aquí es donde está el problema, como veremos.

Por tanto… Aquí tenemos un lugar que es el sueño de los anarquistas, los liberales, los libertarios, los racionalistas, los activistas antisistema y los líderes de religiones, sectas y movimientos sociales:

Abierto. Directo. Potencialmente transparente. Diverso. Participativo. Inmediato. Multimedia. Gratis.

Bueno… Todo esto suena genial, pero lo que encontramos en Internet está muy lejos del uso racional de todas esas potencialidades, y ésa es la hipótesis que quisiera formular en mi presentación: Internet reproduce – y a veces refuerza – ciertas pautas en la discusión de los asuntos públicos, que son persistentes en el ser humano, y que no cuadran bien con las profecías de la ciberutopía. Que Internet no es más que un sitio, con todas sus maravillosas capacidades y ventajas, en el que los seres humanos se comportan como siempre lo hicieron.

Esto significa:

  • Un lugar para el clickactivismo, o lo que yo he bautizado como “sofactivismo”. Un lugar en el que puedes tener a millones haciendo click aquí y allá, pero en el que sólo unos cuantos verdaderamente comprometidos e interesados producirán de verdad algún cambio, y será a través de activismo real y offline.
  • Un lugar para el eterno tribalismo, en el que la gente se junta como siempre hizo: con sus similares, formando tribus, bandas, pandillas y equipos. Donde unos pocos lideran y el resto observa y sigue.
  • Como consecuencia, un lugar para la trivialización  del debate público, en el que las “conversaciones” políticas y sociales son tan simples y triviales y arquetípicas y en blanco y negro como siempre lo fueron: en los viejos cafés europeos, los bares y los hogares y los lugares de trabajo.
  • Un lugar en el que la vieja censura adquiere nuevas formas. En el que el los poderosos controlan y la gente es tan vulnerable como siempre. Más aún: en el que nuevos o viejos poderes están controlando incluso más.

Veamos esas pautas con una mirada más cercana.

Sofactivismo

En inglés se le llama “slacktivism”, o ”clickativism”. Una movilización de baja intensidad, perezosa y con bajos niveles de compromiso. Cinco ejemplos o comentarios:

1. Se dijo que la Primavera Árabe fue un encadenamiento de ”revoluciones de Twitter”. Pero el hecho es que varios estudios demostraron que esa suposición era pura exageración. Por ejemplo, un estudio del activismo en Twitter esos días de 2011 demostró que la mayoría de los tuits llegaban de países ajenos a los lugares afectados, y que la mayoría de la actividad en Internet estaba siguiendo eventos que la gente seguía en la televisión. Particularmente en la televisión más influyente de todas: Al Jazeera. El estudio demuestra lo obvio: primero eran los medios de masas. Después de ellos, Twitter. Aparte de eso, los llamados “medios sociales” son influyentes cuando rompen el umbral de atención a través de los medios de masas (televisión, radio y prensa).

2. Hay alguna investigación que muestra lo contrario, pero la mayoría de los análisis confirma que  Internet no fomenta que la gente participe más.  Los activos (una minoría) siguen siendo activos. Y los inactivos siguen siendo inactivos, sin aprovechar las maravillas de Internet.

3. Esto explica por qué la petición más popular en la nueva sección “We The People” en la web de la Casa Blanca tiene cerca de 350.000 firmas, menos de un 0.002 del censo de electores. La petición más popular, por cierto, quiere ”reconocer por ley a la Iglesia Baptista de Westboro como grupo ’de odio’” Lo que quiera que eso signifique, pero probablemente no es ésa la causa más urgente en Estados Unidos. Si miras un poco más, encontrarás una curiosa mezcla de propuestas extremas (repetir las elecciones o retirar la reforma sanitaria conocida como Obamacare), que se combinan con otras excéntricas, como sustituir el himno nacional por una canción de un conocido rapero (11.000 firmas).

Como podrán ustedes imaginar, y ha sido demostrado por algunos estudios, estas campañas no tienen el más mínimo impacto en los funcionarios o los políticos, a los que les trae sin cuidado esa actividad extraña y mínima, aunque luzca muy bien en sus sitios web.

4. Algunos sociólogos dicen que esto podría incluso producir el efecto conocido como social loafing o “flojera social”: cuanta más gente sientes que está participando en algo, menos esfuerzo haces tú en ese algo. Este fenómeno fue detectado hace mucho tiempo en el famoso juego de la cuerda: cuanta más gente tira de la cuerda, menos esfuerzo hace cada individuo tirando de ella. ¿Pasa esto también en las redes sociales? No hay pruebas, como he señalado antes. Parece que Internet ni aumenta ni disminuye el esfuerzo en la participación.

5.  Muchas veces, lo que es aparentemente un activismo espontáneo es en realidad mentira, teniendo como base identidades falsas, los llamados “trolls” que invaden nuestro espacio público en Internet. En una manifestación en la calle no puedes ser 15 personas a la vez, pero en Internet ciertamente puedes. En otros casos hay grandes intereses detrás de la aparente espontaneidad de los sofactivistas. Lo mismo pasa en el mundo offline o “real”, pero parece que Internet es un lugar especialmente diseñado para ese anonimato, a veces para bien, otras para mal.

Como señaló Malcolm Gladwell en su famoso artículo del New Yorker, el activismo social y la movilización requieren, siempre requieren, disciplina, compromiso, estructura, organización, jerarquías. El sofactivismo no facilita ninguno de ellos. Gladwell pone el ejemplo de la lucha por los derechos civiles en la América de los 60. Cito:

“Si Martin Luther King hubiera intentado un wiki-boicot en Montgomery, habría sido arrastrado por la estructura del poder blanco. ¿Y de qué habría servido una comunicación digital en una ciudad en la que el 98 por ciento de la comunidad negra se encontraba cada domingo por la mañana en el templo? Las cosas que King necesitaba en Birmingham—disciplina y estrategia – son cosas que los medios sociales online no pueden ofrecer”.

Los efectos segundo y tercero que hemos notado en la actividad social en Internet a propósito de los asuntos públicos son:

Tribalismo y trivialización

Uno estaría tentado de pensar que, si no la cantidad de participación, al menos Internet podría favorecer la calidad de esa participación. Que si Internet proporciona recursos inmensos, infinitos, para comunicarse, el ciudadano medio podría hacer buen uso de esa cualidad. Por ejemplo, leyendo no sólo un periódico o siempre el mismo periódico, sino leyendo dos o al menos alternando los puntos de vista de vez en cuando.

Lo lamento, pero eso no sucede. Sencillamente no sucede. Cuando echamos un vistazo a esas maravillosas y fascinantes imágenes de la blogosfera, encontramos a un lado a los rojos y al otro a los azules. Los verdes ocupan su espacio. Los amarillos el suyo. La tribu de los conservadores no se habla con la tribu de los progresistas, por supuesto. La gente quiere oír y leer los argumentos de su tribu. Podría haber “ciberpuentes” uniendo a la gente, pero el hecho es que no los hay. La ciudadanía no habla con sus adversarios, si se prefiere decirlo así. Habla en círculos endogámicos.

Sucede en Estados Unidos, como puede verse en las imágenes de su blogosfera política, con los republicanos a un lado y los demócratas al otro. Sucede con la compra de libros online. Nadie compra libros conservadores siendo progresista, ni libros progresistas siendo conservador.

Sucede con la blogosfera política en Francia, con más colores por la existencia de un sistema multipartidista. Sucede en Alemania. Sucede en todos sitios. Por ejemplo, en Irán.

Sucede no solo con los blogs. También en Twitter. Observemos cómo tuiteó la gente sobre el discurso de Obama en el debate del Estado de la Unión. Una vez más, se observa una drástica polarización de las opiniones: a favor de Obama a la izquierda, en contra a la derecha.

En resumen, Internet no conecta diferentes argumentos de gente diversa. Internet no promueve una fría y equilibrada conversación. Internet conecta tribus y opiniones parecidas entre sí, y reproduce el viejo tribalismo de la especie humana.

La cuarta tendencia o pauta de la que quisiera hablarles es

La nueva censura

Miremos ahora la regulación europea sobre la televisión o la radio o las leyes referidas a la difamación o la libertad de expresión en la prensa escrita. Son bastante claras. Si obtienes la concesión de un canal de televisión, tienes justamente eso: una concesión. El espacio radioeléctrico es limitado, por lo que tienes que cumplir con ciertas normas si quieres hacer negocio con él.

Esto no sucede igual en Internet. Aquí tenemos un espacio en el que un niño de seis años puede teclear “porno” y obtener de inmediato imágenes explícitas para empezar. O “terrorismo” si se prefiere. No digo que esto sea necesariamente malo. Depende mucho de lo que cada cual considere o no aceptable. Pero lo que sí digo es que esto no es resultado fundamental de la voluntad de los legítimos gobiernos. Depende, al menos por ahora, de las decisiones de Google, Twitter, Yahoo, Microsoft y otras compañías; la mayoría de ellas, por cierto, estadounidenses.

Tienen la libertad de cerrar cuentas – como hizo unilateralmente Twitter con una cuenta falsa del nuevo papa Francisco el primer día tras su nombramiento. Pueden incluso manejar los datos de sus usuarios, comenzar a facturar sin previo aviso por servicios prestados,  promover ciertas marcas o mensajes para sus patrocinadores, etc., etc.

Los gobiernos en los regímenes autoritarios no son estúpidos y por eso crean plataformas controladas por ellos. Como hacen los chinos, con su red Weibo, un sustituto muy digno de Google y Twitter juntos, pero con el estricto control de los funcionarios. O como hacen los rusos, cuya Duma aprobó el año pasado una ley que permite la censura de una lista negra de webs que no cumplen con los deseos del Gobierno de Putin.

Los gobiernos más democráticos tampoco son tontos, claro. Y hacen lo que pueden para controlar las comunicaciones no necesariamente en beneficio de la paz mundial o el bienestar de las naciones. Hace sólo dos días, el miércoles, en Nueva York, el responsable tecnológico de la CIA, decía en una conferencia:

“El valor de cada pieza de información solo es conocido cuando puedes conectarlo con algo más que surge en el futuro. Puesto que no puedes conectar puntos que no tienes, esto nos lleva a…. lo que intentamos es fundamentalmente recoger todo lo que podemos y mantenerlo por siempre”.

Así que aquí está la CIA. Te estamos mirando. Y eres un “sensor andante”. Y queremos “tener toda la información del mundo entero”. Y sí: “deberías preguntarte por tus derechos”. Pero nosotros vamos más rápido que tú. Por cierto, la conferencia tenía lugar después de que supiéramos que la CIA y Amazon habían firmado un acuerdo de 600 millones de dólares para hacer análisis computacional en la nube.

Sí, suena maravilloso cuando hablamos de Libertad, Apertura, y Gobierno Abierto, pero estamos muy lejos de esa Arcadia feliz. Estamos lejos del sueño de libertarios y fundadores de sectas, religiones y movimientos. Por no decir que es probable que estemos yendo en la dirección opuesta. Ausencia de controles legales en estados democráticos; en potencia, control masivo de las vidas privadas y una censura de segunda generación en regímenes autoritarios; todo ello nos permite hablar de un desplazamiento del poder, y de una nueva forma de censura, tanto pública como privada.

Para terminar, y en resumen, sería una exageración comparar Internet con un lavavajillas, como hace un historiador cuando dice:

“Internet es una oficina de correos, un quiosco de prensa, un videoclub, unos grandes almacenes, una sala de juegos, una gran enciclopedia, una tienda de discos, un sex shop y un casino, todo ello en un solo sitio. Sinceramente, eso ya es bastante increíble. Pero es increíble en la misma manera en que es increíble un lavavajillas: te permite hacer algo que siempre has hecho de manera más fácil que antes”.

Sí, probablemente no es más que una exageración, pero no mayor que la de la ciberutopía que domina hoy en el debate público sobre Internet.

Entonces, ¿cómo podemos “adaptarnos”, como sugiere el título de esta jornada? ¿Cómo podemos adaptarnos a este ambiente en el que, evidentemente, Internet está para quedarse? Permítanme terminar con cuatro ideas, aunque sea sólo para abrir el debate:

1. Enfoquémonos no más en Internet que en el ser humano que lo utiliza. Movámonos hacia una comunicación centrada-en-el-ciudadano y no en esta comunicación centrada-en-Internet. Esto probablemente significa contar más con los sociólogos, los antropólogos y los psicólogos, y no tanto en los expertos en Internet, con perdón por los expertos en Internet que hay en esta sala.

2. No creemos problemas donde no existen. Dejemos de invertir dinero y recursos y tiempo tratando de forzar a los ciudadanos a ser racionales, participativos, implicados, comprometidos con los asuntos públicos, cuando la inmensa mayoría es emocional, poco comprometida y básicamente perezosa con respecto a los asuntos públicos.

3. Movámonos con rapidez en lo que se refiere a la regulación. Si no ponemos límites al control y la comercialización de la información privada, puede que cuando sintamos la necesidad de hacerlo sea demasiado tarde. El espacio en Internet es ilimitado, pero de alguna manera es público. No tiene sentido que permitamos que en la web sucedan cosas que no permitimos en la vida offline.

4. Cuando tengo entre manos un proyecto específico que se desarrolla en Internet, nunca considero la red de manera aislada, como no considero la televisión, la radio, el cine, los periódicos o la comunicación cara a cara de manera aislada. No pregunto qué puede Internet ofrecer de manera que yo me adapte a su oferta. Al contrario: pregunto qué necesita mi cliente para que Internet pueda adaptarse a sus necesidades. En una manera kennediana de decirlo: “Pregunta no lo que tú puedes hacer porInternet sino lo que Internet puede hacer por tí”. Es una aproximación muy distinta, y a mi me funciona mucho mejor.

Señoras y señores, ojalá podamos pronto equilibrar las fuerzas de la ciberutopía y del ciberpesimismo, situándonos en el centro virtuoso del ciber-realismo. Confío en que esta presentación sea útil al menos para comenzar a debatir sobre ello.

Muchas gracias.

 

Refencias y lecturas:

 

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 Fuente: Luis Arroyo