La Cosmopolítica, homenaje a la cosmetología

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Por: Carlos Soria

Hera venerada, la de los grandes ojos, obligo al Sol infatigable a hundirse, con desagrado, en la corriente del Océano. Y una vez culto, los divinos aqueos suspendieron la enconada pelea y el general combate. La Ilíada, Homero.

El médico ginecólogo Giorgio Fischer en 1974 inventa una técnica quirúrgica que hoy día se la conoce como liposucción que permite un remodelado de la silueta a través de la extracción de grasa o tejido adiposo de diversos sitios del cuerpo usando una cánula o jeringa conectada a una máquina succionadora.

Alberto Carapadini en su libro La caza Cosmética sostiene que, existe una mixtura estética narciso-patológica para diferenciarse cosméticamente de los adversarios casuales y de los propios votantes, hacerse pulcro, bien enjabonado, con indumentaria al cuerpo –aunque la morfología corporal no ayude-, marca una diferencia en relación al público o cliente electoral que acredita una perfección que no es tal.

Se presentan liposuccionados pero en las ideas innovadoras, fotoshopeados al extremo que hasta se les crece el pelo de la noche a la mañana, se les enderezan los dientes, eso sí, lo que no pueden enderezar es un proyecto social, económico y político si no se logra alineación astrológica, una ultra dependencia del afuera, mientras desconocen las necesidades básicas del adentro.

La cosmética y mucho más, la cosmética electoral, nos reduce a palabras que nada dicen como: futuro, trabajo, libertad, juntos, todos, podemos, aire, vamos, fresco, peor aún, si son empleadas por el oficialismo, -término utilizado en la Ciencia Política para demarcar dos lados de la misma moneda-, que todo aquello que dice no pudo o ambicionó hacer antes, pero salvando la ropa con excusas absolutorias, se piensan así mismos como inimputables y al mismo tiempo mejores que la oposición, que es el otro termino y antagónico de la politología.

El recurso a la metáfora auroral, al hecho natural del Cosmos que nos pone frente al privilegio de ser tocados y manoseados por la alineación de acupuntura china que nos librara (por segunda vez)  de los males terroríficos de la correntina protovida o crotovida africanizada, que por estas horas se debate por el ateísmo para conseguir astro-milagros de alineaciones planetarias o de cajas.

La eficacia casi mágica que trae consigo la firma o la lapicera, reductora o liposuccionadora de libertades, solapada en aprietes laborales, no es otra cosa que el ejercicio  en la praxis del  poder, reconocido para algunos, de movilizar la energía simbólica producida por el funcionamiento de todo el campo, es decir, la fe en el juego y sus apuestas que el mismo juego produce, el juego se trata de ganar una elección por cuestiones personales e internas, el juego es mantener el estatus quo de un clan o grupo a lo largo del tiempo y si es posible, por la eternidad.

La cuestión no es tanto saber cuáles son las propiedades específicas del mago, o incluso de las operaciones y las representaciones mágicas, sin determinar los fundamentos de la creencia colectiva o, mejor, del desconocimiento colectivo, colectivamente producido y mantenido que subyace el origen del poder que el mago se apropia y pretende ser un saber mágico, solo reservado para algunos pocos que supieron escolarizarse en la curricula mágica del Estado y es capaz de leer la carta astral para llevarnos a todos en manada, a la vera de Mar Rojo que será abierto como una ventana al abismo o a quien sabe dónde.

En fin, se abre un nuevo tiempo que daremos en llamar la Cosmopolítica, por un lado, un homenaje tardío a la culturas ancestrales del mundo Inca y Azteca, y por otro lado, un homenaje a la cosmetología como herramienta de cubrir una realidad determinada entre varias capas de realidades distintas hasta lograr una amalgama de realidad lo másestéticamente posible, que disminuya la precariedad de ideas claras por encima de las supersticiones.

Fuente: Política Comunicada