El valor de la política

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Por Gabriel Slavinsky

A menudo escuchamos dirigentes que se quejan de que la ciudadanía no presta atención a los contenidos políticos. Mencionan que la repercusión y la interacción de las notas de opinión, gacetillas o posteos en redes sociales, es muy baja.

Interpretan que los ciudadanos pretenden recorrer cuestiones más entretenidas y concluyen que la mejor forma de estar cercanos a ellos es darles aquello que buscan: títulos seductores, textos cortos, algunas fotos atractivas, imágenes personales y resúmenes de acciones sin ninguna intención de profundizar en el debate.

En definitiva, reducen sus comentarios a transitar, por el inequívoco e incuestionable camino de la tibieza, caminando sobre seguro, sin correr riesgos que consideren innecesarios, con el miedo permanente de generar una expresión incorrecta o polémica.

Se esmeran por estar al día anunciando sus acciones cotidianas. “Recibimos al Dr. Rodríguez, fuimos allá, estamos cerca, conocimos a Juan o María”.

La cantidad de mensajes a difundir está “matando” la calidad de lo expresado. Vale más una comunicación rápida y concisa, que una elaborada con tiempo que pretenda cierta reflexión.

Poco a poco, se va perdiendo la esencia, para luego acabar con una identidad vaga, apagada, confundida entre tantos. Ocultada en el todos.

En este contexto, la política va perdiendo su identidad, entregada a la pobreza conceptual, dejando relegada la reflexión. Su alma queda peligrando, al borde de la muerte.

El paradigma democrático formularía que es muy relevante pensar el mundo desde un punto de vista. Declararlo, explicarlo y charlarlo… Debatir desde diferentes puntos de vista para incentivar al diálogo en sociedad. Incluso, a pesar de que los receptores hoy miren para otro lado.

No hay texto sin contexto.

Las redes sociales son un medio atractivo para discutir y poder expresar ideas a las personas. Es crucial que el relato semanal no tienda a apagar la generación de propuestas de cada dirigente. Los equipos de prensa y difusión se tornan vitales en ese movimiento.

Usina e ideología, parecen palabras que se van olvidando.

Si una gran mayoría no está dispuesta a escuchar, es responsabilidad de los políticos ganar terreno a partir de su esencia. Sin anularse a sí mismos. Sin despreciarse como emisores de un contenido poco relevante.

Los discursos frágiles, vacíos de pensamientos, carentes de profundidad, sin un recorrido mínimo, sin un objetivo más que el de la mera presencia, son los que incrementan el desprecio y desencanto de la sociedad por la política.

La comunicación de calidad está en la base de la Ciencia Política. Se trata de gestionar e informar lo hecho. El poder es del Pueblo por lo que los dirigentes son representantes del soberano, tienen un poder “prestado”, deben explicar y rendir cuenta de lo que piensan y de lo realizado.

Ni más ni menos.

Simplemente lo lógico.


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