Yo Telegram, tú WhatsApp

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Por Antoni Gutiérrez-Rubí 

Algunos analistas han afirmado que una de las razones por las cuales no se consiguió el acuerdo entre el PSOE y Unidas Podemos fue que no se leyeron los mensajes claves, en los momentos decisivos. Una inoportuna asincronía en tiempos de conexión permanente. El motivo sería que la cultura digital de ambas organizaciones es muy diferente y que sus prácticas comunicativas también. El PSOE usaría, mayoritariamente, la mensajería personal del WhatsApp y sus posibles socios militarían, desde el primer día y por razones políticas y técnicas, en Telegram. Por esta causa, los negociadores no se leyeron en tiempo y forma. Es decir, no se comunicaron.

Seguramente sea exagerado atribuirle a esta asincronía más responsabilidad que la que realmente existió, pero esta ruptura digital revela muchas cosas y nos da una idea de cómo ha cambiado la política —su comunicación y su gestión— en tiempos de conexión permanente. Aún más, los líderes políticos han empezado también a gobernar (sus organizaciones y sus gobiernos) con el móvil: a sustituir el debate por el chat y a reemplazar las ejecutivas y los ejecutivos por los grupos de mensajería. Los riesgos son evidentes: desde el aislamiento y la reverberación, hasta la política compulsiva y el empobrecimiento de la política.

Según el Barómetro del CIS de mayo de 2018, el mayor uso que la ciudadanía española le da a internet es para la mensajería y para las redes sociales. Las personas utilizamos estos entornos para sociabilizar y entablar relaciones con familiares y amigos, también para el trabajo, pero además se ha transformado en una poderosa herramienta política en donde los ciudadanos se informan, construyen activismo social y se empoderan.

En sus inicios, los actores políticos y las instituciones no comprendieron las posibilidades que podría otorgar la política móvil. Sin embargo, ahora, casi todos apuestan por las aplicaciones de mensajería privada, animándose a la innovación y experimentación. Además, el uso de WhatsApp y Telegram en las campañas políticas y en la comunicación política ha adquirido una relevancia extraordinaria como hemos visto recientemente en Brasil, Argentina o España. Si añadimos que lo último que hacemos antes de votar en las urnas es mirar el móvil, no es exagerado aceptar que la política en el móvil se ha convertido en el eje de lo decisivo.

Pero volvamos a las negociaciones fracasadas de julio. Si bien WhatsApp se ha posicionado como la aplicación de mensajería instantánea más popular en el mundo (es la más utilizada en 128 países), los usuarios han comprobado en reiteradas oportunidades lo vulnerable de su seguridad. Además, la amenaza de las ‘fake news’ que se distribuyen libremente por la plataforma también ha alarmado su uso en política y ha provocado un debate que recién empieza. Entre los dirigentes, el miedo a ser hackeado es real y creciente.

Es muy probable que estos sean los motivos del crecimiento del uso de Telegram, principalmente, por su mejor percepción en temas de seguridad y privacidad, porque posee una arquitectura interna que lo vuelve menos frágil —pero no infalible— a los ataques externos. Telegram cuenta con el cifrado de extremo a extremo en los chats privados, a los que, además, les añade la posibilidad de evitar capturas de pantalla o configurar mensajes para que se autodestruyan. Asimismo, permite bloquear los chats con pin o contraseña. Por eso es la mensajería preferida de los movimientos alternativos y que desafían al poder en todo el mundo.

Desde 2016, quedó de manifiesto las preferencias de los entornos de Podemos por dicha plataforma, ya que la usan como canal para emitir información y es su ecosistema natural de comunicación y organización. Algunas fotografías de pantallas inoportunas (o desleales) y algunos grupos han jalonado, también, la intrahistoria de rivalidades y pugnas en la formación morada. Para este hub político y digital, Telegram ha sido una señal de distinción, estatus y código con el que se han comparado o rivalizado con otras tradiciones políticas. Para Podemos, Telegram es marca y estilo. Es cultura política.

Viene una nueva negociación, parece. PSOE y Unidas Podemos deberían acordar, también, los canales de comunicación. Y, por ejemplo, «pinear» esos chats estratégicos dejándolos siempre accesibles entre las cinco primeras opciones. ¿En tu chat o en el mío? Si quieren seducir, empiecen por el canal preferido del posible socio. Finalmente, si WhatsApp y Telegram no fueron suficientes, prueben ahora recurrir a la tradicional llamada telefónica que no deja lugar a excusas. Nada como la voz. Nada como un café sincero. ¿Con leche, con azúcar? Ahí empieza la verdadera comunicación.

Fuente: Blog de Antoni Gutiérrez-Rubí 


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