7 Pistas para entender porque las encuestas no se equivocan

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Por Javier Sánchez Galicia

No, las encuestas no se equivocan. Fallan quienes interpretan los datos de la investigación demoscópica y culpan a los encuestadores por “no acertar” en los resultados futuros. Normalmente lo hacen quienes pierden o aquellos que se escudan en el empate técnico ante una inminente derrota electoral.

A continuación explico algunas pistas que pueden ayudar a los partidos y sus candidatos a entender el comportamiento de los electores:

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1. La carrera de caballos. En la competencia electoral normalmente las encuestas se utilizan para saber el lugar que ocupa cada uno de los contendientes. A los candidatos y sus equipos sólo les satisface saber con cuantos puntos aventajan a sus opositores o a que distancia están de alcanzarlos en el hándicap. Las encuestas no predicen el futuro; son fotografías instantáneas del momento electoral y a lo sumo pueden, mediante un tracking o promedio en movimiento, proyectar tendencias. Toda lectura debe agregar, además de conocimiento e intención de voto, nivel de confianza, positivos y negativos, atribución por temas, voto de rechazo al partido que lo postula, evaluación del gobierno y ánimo de los electores, entre otras variables.

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2. El voto anti-partido. Desde los tiempos de Quinto Tulio Cicerón ya se advertía sobre la importancia de reconocer a aquellos electores que están, no sólo desencantados con la causa de un candidato, sino incluso la inevitable posibilidad de que actúen en contra. Así una estrategia básica en cualquier campaña electoral tiene tres vías: a) fortalecer el voto leal; b) atraer el mayor número de voto switcher –son aquellos que votan por distinto partido, de una elección a otra-; y c) evitar que un solo candidato monopolice el voto en contra. Este voto anti-partido, que normalmente se esconde en el porcentaje cada vez más alto de: no sabe, no ha decidido o simplemente no contestó, en realidad ya ha tomado una decisión que llevará al fracaso a cualquier candidato que no lo advierta con la debida anticipación.

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3. La espiral del silencio. Ésta teoría refiere que la opinión de la mayoría modela el comportamiento de los individuos y determina la elección a expresarse públicamente o permanecer en silencio. Conocida como la tiranía de la mayoría, la espiral del silencio explica como mientras más se difunde la versión dominante del consenso de opinión a través de los medios, más guardarán silencio las voces individuales que están en contra. Así, en una elección la inconformidad o rechazo a determinado partido o candidato se traduce en votos y pese a que una opinión es recogida a través de métodos como la encuesta de salida, el resultado final es totalmente diferente al que supuestamente expresaron originalmente los electores.

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4. El clientelismo político. En países como México el clientelismo político puede mover la intención de voto hasta en 5 puntos. Existen localidades tan pequeñas que los candidatos definitivamente no hacen campaña y todos los recursos los destinan a comprar y movilizar electores el “Día D”. Cuando un intercambio de recursos, ya sean económicos o políticos, toma lugar entre dos partes, se habla de una relación clientelar. El clientelismo político se basa en ese intercambio, pero en él se enfatizan las características complejas de dicho vínculo, como la asimetría de poder, la coerción y, a la vez, , la solidaridad y el afecto . Este tipo de relación genera grandes niveles de compromiso y obligación, a pesar de que comúnmente se conforma en base a entendimientos y mecanismos informales de comunicación. Por esto, una dimensión importante del clientelismo es la creación de expectativas y esperanza, lo cual conduce a una fuerte dependencia.

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5. La fuerza de temas. Cada partido político tiene activos y pasivos. Representan la materia prima sobre la cual construyen sus estrategias de campaña. Estos presentan dos características centrales. A) En términos semánticos se presentan como polos opuestos: ejes o temas de polarización. B) Mientras un tema puede resultar un activo para un partido, por la atribución positiva que le otorga el elector; para otro, puede ser un pasivo y obtener una atribución negativa hacia determinado tema, al carecer de credibilidad y legitimidad. Activos recurrentes son el empleo y la seguridad, pero la corrupción representa, en la actualidad, un pasivo creciente de los partidos y generan niveles de desafección política, cada vez más alarmantes.

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6. El voto de castigo. Sin duda, los resultados de las elecciones en México reflejaron un voto de castigo. Como nunca en la historia del país, la figura presidencial ha estado tan cuestionada y con el más bajo nivel de aprobación gubernamental. A nivel local, cada uno de los gobernadores recibió su respectiva dosis de voto de castigo y dos terceras partes perdió sus propias elecciones. Rechazo a la manera de administrar, estilo personal de gobernar, ausencia de resultados, poca transparencia, alejamiento con los electores que le dieron su voto y los escándalos de corrupción, que fueron frecuentes en cada gestión, dieron como resultado que los partidos perdieran las elecciones donde eran gobierno.

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7. El ánimo de los electores. Los niveles de confianza en el futuro, en las instituciones y en su desarrollo personal, son variables importantes a conocer de manera permanente. Saber en que piensa el elector cuando vota y cuales son las expectativas ciudadanas en cada cambio de gobierno, representan “la llave de oro” en cualquier proceso electoral. El rechazo hacia los partidos políticos y el voto anti-sistema es creciente en las democracias modernas. Ocultar el voto y votar en contra del partido en el poder; rechazar los partidos formales y buscar alternativas de cambio; comprender que su voto cuenta y es capaz de generar alternancias, son características que debemos entender en el ánimo del nuevo elector.

A éstas 7 pistas podemos agregar muchas más para comprender porque las encuestas no se equivocan. Lo más importante es entender a los electores, su comportamiento, sus afectos, sus expectativas, sus esperanzas, sus motivaciones y, sobre todo, no culpemos a los encuestadores por “no atinarle” a una derrota que se pudo anticipar y evitar mucho tiempo antes, incluso de que inicie formalmente el proceso electoral.

Fuente: sanchezgalicia.com