El domingo 3 de octubre, Brasil realizó la primera vuelta de sus elecciones generales votando para Presidente y Vicepresidente, 27 gobernadores y los miembros de las cámaras legislativas de los estados y del Distrito Federal. También se renovaba a 513 diputados y a 54 de los senadores, que equivalen a dos tercios, para un período de cuatro años. 136 millones de electores depositaron su voto en 480.000 urnas electrónicas, inaugurando la era de la democracia digital en el país más grande de América del Sur.
Los resultados de las elecciones presidenciales, como se sabe, favorecieron a Dilma Rousseff del Partido de los Trabajadores y a José Serra de la Social Democracia. Sin embargo, la gran revelación resultó la activista medioambiental Marina Silva, del Partido Verde, que se alzó con casi 20 millones de votos.
La candidata oficialista, apadrinada por el presidente Lula, se impuso en 18 de los 27 estados y José Serra en nueve, incluido el emblemático y superpoblado Sao Paulo. Será el 31 de octubre que se realice una segunda vuelta entre estos dos candidatos para definir la presidencia. La voz de Marina Silva será crucial para definir la contienda.
La jornada mostró adicionalmente algunos otros resultados sorprendentes, como la consagración del ex delantero de la selección brasileña de fútbol, Romario da Souza, que resultó electo diputado por Río de Janeiro. Pero sin duda alguna, lo que más llamó la atención fue la participación de Francisco Everardo Oliveira Silva, cantor, compositor y humorista brasileño, conocido popularmente como Tiririca.
Afiliado al Partido de la República, el payaso resultó el diputado más votado de esta elección y el segundo de la historia, con más de un millón de votos. Su eslogan de campaña era simple y directo: “¿Que qué hace un diputado federal? La verdad, no tengo ni idea, pero vote por mí y se lo cuento”. En toda ocasión que se le presentó espetó a sus entrevistadores que la gente no perdía nada con votar por él porque “peor no podemos estar”.
Aparentemente Tiririca, además de sus cuestionables atributos de frontalidad y cinismo, es analfabeto y su elección podría ser anulada si no pasa las pruebas de lectura y escritura que la legislación brasileña prevé para estos casos. Miles de sus electores ya anunciaron que movilizarán todos los recursos a su alcance para evitar que se impida al payaso ejercer su mandato popular.
Tiririca es la constatación brutal de los claroscuros de la democracia. Es un portentoso llamado de atención de los ciudadanos a quienes ejercen la política. Sería una pena que se tome el acontecimiento como una peculiaridad jovial y no como la alerta al sistema político que es. En Brasil ahora, el que quiera oír que oiga y el que quiera ver que vea.