Hoy quiero compartir con ustedes un entrevista que le realizara el suplemento Magazine de La Vanguardia a Manuel Castells (*), quien se ha dedicado al estudio de la sociedad de la información, analizando los cambios económicos, sociales y culturales que están transformando el mundo a gran velocidad.
En este artículo podemos ver la importancia de mantenerse en la vanguardia cuando se trata de comunicarse con los ciudadanos y el papel que juega Internet en este campo.Dos tercios de los ciudadanos del mundo no se sienten representados por sus electos.
Exactamente. Y afecta a electos o no electos. El gran problema es que tenemos una gran crisis económica, global, estructural y no se va a solucionar rápidamente diga lo que diga Zapatero, que ahí se equivoca totalmente. Una crisis ecológica y medioambiental de proporciones históricas que sólo ahora empezamos a percibir en realidad, una crisis ética de ruptura de valores de solidaridad social y, en medio de todo esto, una crisis de legitimidad política y de capacidad política de restablecer la confianza de los ciudadanos en sus instituciones. Esta última crisis es la peor porque si no tienes el instrumento de gestión, no puedes gestionar nada. Y el instrumento de gestión exige tener la capacidad de tomar medidas drásticas e impopulares que en un mundo de desconfianza de los ciudadanos pueden ser rechazadas y encontrarse con constantes crisis políticas:
en los países no democráticos, con explosiones sociales; en los países democráticos, con elecciones constantes, rupturas de alianzas, gobiernos débiles y, como consecuencia, un desmadre en la gestión de los asuntos públicos. La crisis propiamente política es la más grave de todas porque nos deja sin instrumentos de gestión. Internet puede ser una excelente herramienta de participación ciudadana activa, basada en la información. No que la gente gobierne por internet, eso es demagogia, pero que constantemente se informe a los ciudadanos, que los ciudadanos tengan acceso a información a la que legalmente tienen derecho. Hay excelentes programas de participación ciudadana que no se utilizan porque no hay voluntad de abrir las avenidas de la política a la transparencia. En este sentido, las sociedades escandinavas nos están dando una lección al resto del mundo. Hay transparencia y hay confianza en los políticos. Por lo tanto, son capaces de tomar medidas. Suecia nacionaliza la banca por tres años y luego la devuelve al sector privado tranquilamente, y no pasa nada porque la gente confía en que están haciendo algo positivo. La capacidad que tenemos para crear una democracia informada interactiva no la estamos aprovechando porque la clase política todavía no se ha convencido de que se ha acabado el sistema en el que estaban y de que si ellos mismos no lo reforman y lo reorganizan, se lo reformaran o se lo destruirán sin reforma.
¿Qué posibilidades prevé?
Preveo tres niveles. Uno es la posibilidad de una individualización extrema, del sálvese quien pueda, pero a lo salvaje, con un aumento del crimen, la violencia o, en nuestro contexto, de la xenofobia o el racismo en términos totalmente destructivos. Después puede haber un nivel de explosión social colectiva o de crítica social al sistema que se manifieste votando a alternativas demagógicas que caoticen la forma de organización, y, por último, existe la posibilidad de una reforma de las instituciones políticas aumentando la participación, generando nuevas formas de articulación por internet y sintiéndose responsables de las demandas de los ciudadanos. Si esta forma noble no se produce –y aquí la clase política actual tiene que reformarse a sí misma–, entonces la ruptura social o la violencia individual pueden generalizarse. Y todo depende de cómo evolucione la crisis económica, en la que la familia está actuando como elemento amortiguador y de contención.
La familia…
Sí, con la crisis los jóvenes están volviendo a casa y a la universidad. Se refuerzan los lazos familiares, que son los únicos con los que se puede contar. Y vuelven a casa, pero como no pueden trabajar, estudian, con lo cual vamos a tener un repunte de los niveles de educación y formación de nuestra sociedad. Mayor educación y mayores lazos familiares como respuesta personal e individual a la crisis: el catastrofismo atemperado por el sentido común de la gente.
Sentido común en épocas de crisis.
Tú no puedes mantener la sociedad funcionando a partir de decisiones únicamente individuales. Si no hay una recomposición del vínculo básico de confianza, prevalecerá la emoción del miedo, que es la destructiva, sobre la de la confianza, que es la positiva y con ella se establecen los vínculos sociales. Hoy tenemos miedo y nos falta confianza. En estas condiciones, internet aumenta las tendencias destructivas. Pero si hay un intento de reforma, se le puede dar la vuelta a la situación. Obama ha dado un vuelco a la situación en Estados Unidos, que hoy estaría mucho peor si no hubiera dado esperanza. La gente necesita algo a lo que agarrarse.
Y ha creado una comunidad en la red.
La comunidad red en torno a Obama continúa muy potente y se ha movilizado a su favor en la reforma sanitaria.
¿Y con respecto a la guerra de Afganistán, qué han hecho?
No le han criticado. Se han callado. Puede ser que si las cosas empeoran, se movilicen en contra. Lo interesante es que la red existe y que puede ser un elemento crítico hacia las políticas de Obama, un líder que ha creado un movimiento que va más allá de sus propios intereses y de lo que él mismo pueda ser. Eso es un líder. La democratización y la transparencia pasa por que tú ayudes a que la gente se organice, se aglutine, se movilice y , si no estás
de acuerdo con ellos –como ha
dicho siempre Obama–, pues discutimos, debatimos y criticamos. Y si es necesario, no le votan, pero no por ello desmontará lo que ayudó a crear.
Participación, movilización.
Internet, como instrumento de las personas, puede acoger campañas de protesta para que la democracia sea más democrática. La gente no está contra la democracia, está por más democracia, más transparencia, y no se fía de los políticos que están en las instituciones democráticas. A través de internet están surgiendo partidos, candidatos, opciones políticas que no están previstos dentro del sistema político. Es un instrumento tanto para el incremento de las fuerzas de extrema derecha como para el auge de los partidos verdes, las opciones más radicales y democratizantes o, en el caso de España, para opciones soberanistas, por ejemplo. Todo lo que en las instituciones no está suficientemente representado con respecto a lo que es la sociedad, por internet gana espacio. En gran parte es porque no hay una voluntad política real de las instituciones y los partidos de reformarse a sí mismos. Por tanto, en lugar de utilizar internet para la necesaria reforma política y de los vínculos con los ciudadanos, confunden internet con un tablón de anuncios o con un sistema publicitario de televisión y dejan la red a las fuerzas que están en los márgenes o fuera del sistema político.
¿Por qué?
Internet les incomoda porque tienen que responder mucho más directamente al control ciudadano.
¿Cuál es el Estado red?
El Estado red es el Estado de la globalización. La mayor parte de los elementos claves del Estado nación: las finanzas, la moneda, la economía, la capacidad militar, la política. La ecología del planeta depende de procesos que son globales, que no se pueden controlar desde el Estado nación. El Estado nación no controla muchas de las cosas que le pide la gente. Los estados nación concretos no sólo no van a desaparecer sino que se refuerzan, pero son simplemente nodos de una red de estados y agentes políticos –UE, OTAN, ONU, OMC, FMI…–, que son los que hacen una gobernanza mundial compartida. Los estados nación están integrados con un peso diferente en esas redes. Sin esas redes, ningún Estado puede funcionar, ni siquiera Estados Unidos. Ahora, los estados nación están condenados a vivir en red, a negociar constantemente. La primera expresión de ese cambio es el G-20, que es ahora donde se toman las decisiones, porque el G-8 sin el G-20 ya no hace nada.
La nanotecnología, la difuminación de las fronteras entre la vida humana y la artificial, la superación de las barreras entre el tiempo y el espacio… ¿Es el ser humano cada vez más Dios?
Se cree cada vez más Dios. El ser humano siente que ha roto definitivamente la dependencia de la naturaleza y de lo sobrenatural. Tenemos dos límites: la naturaleza y la muerte. Primero, a través de la tecnología, nuestra idea es que ya podemos hacer un mundo enteramente artificial, sin el límite de la naturaleza, cuando, en realidad, el mundo es natural y humano, no solamente humano. Y por otro lado, la muerte conlleva la necesidad de buscarse formas de existir después, de conectarse con lo que existió, de tener alguna esperanza de algún tipo cuando se te muere un ser querido; esto se llama religión, también ahora se llama espiritualidad, y es lo que yo llamo la trascendencia del ser biológico. El extraordinario desarrollo tecnológico y del conocimiento sí que ha llevado a que las élites dominantes, en general, fundamentalmente piensen que hemos dominado la naturaleza, que no tenemos que tener miedo a nadie porque podemos dominar con la ciencia y la racionalidad lo que ocurre en nuestro entorno y que se puede prescindir de Dios. Pero no es evidente que como sociedad podamos prescindir de la naturaleza y podamos prescindir de Dios.
¿En cualquiera de sus formas, qué pasa si lo hacemos? Venganza, venganza. Por un lado, la naturaleza dice que como planeta puede estar perfectamente sin el ser humano, pero este, como siga así, desaparecerá como especie. Es la venganza de la naturaleza. La trascendencia está altamente vinculada a las normas de conducta que no están estrictamente ligadas a la ley de la ganancia inmediata y a la satisfacción sin límites de los instintos básicos. Tú limitas tus instintos básicos sólo en la medida en que piensas que hay un sistema de recompensas basadas en la serenidad, en la espiritualidad que no pasa por seguir alimentándote de alcohol y de orgías de distinto tipo. En la medida en que sales de la idea del puro consumo, sólo lo haces en función de algún tipo de trascendencia que va asociado a un sistema de valores éticos, el que sea. Esto también lo hemos olvidado. Hemos hecho la transgresión final. Este proceso puede trasladarse al mundo de la finanzas, de la destrucción nuclear, de la violencia terrorista sin límite, incluso puedes utilizar la trascendencia para organizar el suicidio colectivo como forma de lucha. Por tanto, al romper las normas básicas de convivencia ligadas a alguna forma de reconocimiento conjunto de la trascendencia, hemos entrado en un mundo de violencia generalizada posible, de terrorismo en cualquier lugar, de criminalidad global y de crisis económica, porque ninguna economía puede funcionar sin reglas.
La economía, como todas las actividades, necesita reglas que implícitamente llevan a un código ético. Si destruyes las bases trascendentales de esos códigos éticos, entonces desorganizas las instituciones de la sociedad y por tanto la pones en riesgo. Por tanto, desaparecemos como especie y desaparecemos como sociedad por habernos creído que no necesitábamos ni la naturaleza ni alguna forma de trascendencia.°
(*) Manuel Castells, es sociólogo, catedrático emérito en Berkeley (California) y director del Internet Interdisciplinary Institute en la UOC (Barcelona), ha dedicado la mayor parte de su obra al estudio de la sociedad de la información, analizando los cambios económicos, sociales y culturales que están transformando el mundo a gran velocidad.
Fuente: La Vanguardia