En esta oportunidad, queremos compartir con nuestros lectores una entrevista a Antoni Gutiérrez-Rubí, realizada por Juan Freire y publicada en su blog Nación Red.
Antoni Gutiérrez-Rubí estará compartiendo sus conocimientos en el campo de la Comunicación Política 2.0 en el Seminario Virtual “El rol de las nuevas tecnologías en la búsqueda del votante o voluntario”.
Gutierrez-Rubí, es asesor de comunicación y consultor político. Desarrolla su trabajo en España y en Centroamérica donde es asesor de presidentes y responsables ministeriales. Es profesor en másters de comunicación de distintas universidades españolas. Autor de los libros: “Políticas. Mujeres protagonistas de un poder diferenciado”; “Lecciones de Brawn GP. Las 10 claves empresariales para competir con éxito”; “Micropolítica. Ideas para cambiar la comunicación política” y “Artículos 2009”.
Juan Freire (JF): Acabamos de publicar, y autoeditar, un libro que hemos titulado “32 Tendencias de cambio (2010-2020)” que además es la presentación de nuestro nuevo proyecto Laboratorio de Tendencias. No haré preguntas obvias, siendo yo co-autor del libro, pero ¿por qué pensar en tendencias? ¿crees que realmente nuestra clase dirigente siente la necesidad de entender el presente y prepararse para el futuro?
Antoni Gutiérrez-Rubí (AGR): La comprensión de las tendencias es clave para ganar un tiempo crítico y estratégico para la adaptación, el cambio y la integración de las tendencias en las organizaciones. Las tendencias nos hablan de comportamientos, de actitudes. Ahí radica su fuerza y su importancia. Nos hablan de cambios culturales, de mentalidad, que son la antesala de los económicos y sociales. No son “todavía” demandas de productos o servicios, pero permiten pensar cuáles de ellos pueden satisfacer nuevas demandas. La tecnología nos permite identificar los fragmentos que en forma de dato, idea o conducta podremos interpretar en una narrativa prospectiva.
Hay un choque cultural en las élites directivas. Desconectadas y mayoritariamente analógicas, comprenden la importancia de la Sociedad Red pero a la vez recelan de ella y de su potencial transformador. Reducen lo digital a la compra de servicios o la implantación de procesos tecnológicos. Pero el cambio importante no está en la producción ni en la comercialización, sino en la relación con las personas. Estadio previo (e intrínseco) a su naturaleza de usuario, consumidor o elector. El reto fundamental no es tener una “posición o cuota de mercado”. La clave es tener una “posición” en la sociedad.
Quieres conocer que es Laboratorio de Tendencias, mira este interesante video donde Antoni Gutierrez-Rubí y Juan Freire nos explican esta iniciativa.
JF: Recientemente, en el Evento Blog España 2010 celebrado en Sevilla fuimos invitados a hablar sobre “Libertades en la Sociedad Red”. En tu opinión, ¿surgen “nuevas” libertades en la Sociedad Red?, ¿están amenazadas?, ¿están amenazadas algunas “viejas” libertades?
AGR: La naturaleza básica de la Sociedad Red es la autonomía. Autonomía para organizarse, para crear, para relacionarse. Se trata de un proceso de emancipación personal y colectiva que cuestiona la jerarquía por la autoridad. La comunicación unidireccional o publicitaria por la conversación. Y la organización vertical y centralizada por la red descentralizada y horizontal. La libertad es el ADN de la Sociedad Red.
Esta naturaleza colisiona con unas estructuras sociales que organizan las relaciones entre las personas y entre estas y los actores sociales y económicos sobre la base de su posición (su fuerza, su tamaño, su potencia, su peso). En este contexto derechos y libertades establecen una nueva lógica. Y aparece con una fuerza desbordante el derecho al conocimiento, la información, la creación y el talento como un capital fundamentalmente público que no puede quedar ni secuestrado, ni regulado por el mercado.
JF: En tu libro “Políticas” escribías sobre mujeres políticas pero, sobre todo, sobre una nueva forma de hacer política asociada a nuevos valores que no eran relevantes en el mundo de la “política de hombres”. La cultura digital, ¿mantiene ciertas brechas de género o por el contrario genera nuevas oportunidades para las mujeres?
AGR: La cultura digital es, fundamentalmente, femenina. La feminización de la vida encuentra en la cultura digital un espacio natural que debe ser el referencial. Escuchar, dialogar, compartir, reconocer, co-crear… son valores incompatibles con una visión machista y misógina de la sociedad. Estoy muy confiado en que la cultura digital tiene en su naturaleza valores y patrones que pueden favorecer la libertad y la igualdad. La presencia de mujeres en la red es mayoritaria (y en especial en los países emergentes). Y creo que es un indicador de salud democrática muy esperanzador.
JF: Y ahora, hagamos un poco de futurología: ¿existirá la SGAE dentro de 10 años?, ¿cómo será?, ¿en que rincón de la política piensas que puede nacer una iniciativa exitosa para modificar el paradigma legal de propiedad intelectual en el que vivimos?
AGR: No lo sé, pero su misión está a la defensiva, y por eso puede sucumbir. Me recuerda a las paredes de una presa. Cuando se desborda puede colapsar. Espero que sea más un agente de promoción económica que de recaudación de royalties. Se necesita una profunda democratización de la entidad. Y a la vez, debe orientarse a crear relaciones de valor (económicas, de marca personal, reputacionales, de retornos diferidos, de contraprestaciones nuevas) que no pasen por la defensa del canon y del margen. Si la SGAE quiere ser útil (y con futuro) para los creadores debe abandonar su posición de fuerza fiscalizadora para proponer una nueva cultura de la compensación que supere el binomio valor-precio.
JF: Te defines como asesor de comunicación política, pero en realidad una parte de vuestro trabajo es con empresas. ¿La política no da más de si? o ¿las empresas hacen cada vez más diplomacia y política?
AGR: Procuro definirme como asesor de comunicación pública. Lo público debe ser competencia de lo privado y lo político. El mundo necesita empresas comprometidas con el horizonte colectivo. Y líderes empresariales que comprendan que la rentabilidad a largo plazo (sostenible, equilibrada, redistribuida) es la clave de las empresas del siglo XXI. Las empresas se dirigen con un patrón anual (la cuenta de resultados) absolutamente inadecuado para una gestión inteligente y constante del valor de marca y de producto. La mentalidad empresarial está cambiando profundamente. Necesitamos una alianza por el futuro que implique a las empresas y sus directivos. Ya no hay fronteras seguras, ni torres suficientemente altas para proteger los intereses privados. El mundo lobby debe dar paso a un mundo responsable y comprometido. El auge de la filosofía, la ética y la dirección responsable por valores entre nuestras élites empresariales es un dato muy importante. Sin sociedad no hay mercado. La Sociedad Red es y puede favorecer –y mucho- una cultura de lo público que abra las fronteras de la política más allá de partidos y políticos.
JF: Como ser asesor político (tradicionalmente un “oficio discreto”) y tener una fuerte actividad e identidad digital. ¿Cómo mantienes el equilibrio?
AGR: No siempre es fácil. Y te obliga a una coherencia profesional exigente. Pero a la vez, te permite dar una orientación al trabajo de asesor que permita la discreción y la confidencialidad, haciéndola compatible con la transparencia y la reputación. Un asesor “publico” (con fuerte identidad digital, como dices) puede aportar a una relación privada y discreta la autenticidad de quién es valorado por la sociedad, la profesión o la competencia. Todo ello refuerza la relación profesional, no la debilita. O, al menos, eso intento.
JF: Tú eres optimista en lo que significa la tecnología, redes sociales etc. (lo que podríamos llamar cultura digital) para la ciudadanía. No tanto para los partidos y políticos profesionales si no saben transformarse. Pero hace poco Malcolm Gladwell [1], en The New Yorker, criticaba la escasa capacidad del activismo basado en los vínculos débiles (como él definía a las redes sociales digitales y en especial twitter o facebook). En esta línea se unía a gente como Todorov [2] que plantea que en los regímenes dictatoriales la tecnología digital otorga más ventajas al poder que a los activistas. En ese debate Clay Shirky ha defendido una postura opuesta [3], mucho más optimista hacia el papel de la tecnología. ¿Qué opinas de estos puntos de vista? ¿cuál es el cambio real ciudadano y activista que puede provocar la tecnología y la nueva cultura?
AGR: Los límites del activismo digital en la red [4] tienen su punto más crítico no en la debilidad de las relaciones o su incapacidad real (en su fuerza) para enfrentarse a lo establecido, sino en comprender tres cosas que marcan la diferencia entre la esperanza y la melancolía.
Primero, la gradualidad. Prefiero la revolución que la rebelión. Necesitamos tiempo, procesos, continuidad, constancia para hacer posibles los retos en objetivos alcanzables. Los cambios que necesitamos son revolucionarios, transforman las relaciones de poder, y para conseguirlos necesitamos mayorías democráticas. El infantilismo político es uno de los límites más preocupantes.
Segundo, las alianzas. El ciberactivismo y la ciudadanía digital comprometida deben enfrentarse a los problemas sumando fuerzas, capitalizando actitudes, personas y organizaciones para el cambio mayoritario. Se necesitan mayorías potentes, transversales, de amplia base. No minorías sofisticadas, atrincheradas, pero en el fondo incapaces de convertir un reto en un objetivo compartido.
Tercero, la flexibilidad. Hay que desarrollar una cultura del activismo digital más amable, más flexible que permita sumar sin recelos los compromisos puntuales con las estrategias más de fondo. No se trata de llegar primeros, sino con todos a tiempo, decía el poeta León Felipe. Las vanguardias acaban asumiendo un papel de liderazgo acrítico incompatible con una cultura política mayoritaria. La multitud necesita flujo constante, alianzas que permitan obtener victorias por etapas y una actitud de sus líderes más germinal y menos dirigista. Sí, soy optimista.
Fuente: Nación Red (23.01.2011)