El presidente logra un nuevo mandato con el 52,9% de los votos.- La preocupación por la crisis y la alta abstención, que alcanza un récord histórico con el 53,3%, arrinconan al socialista Alegre.
Por Francesc Relea
Los portugueses han apostado por el continuismo en tiempos de crisis. Aníbal Cavaco Silva, de 71 años, seguirá como presidente de la República los próximos cinco años, al ganar las elecciones de ayer, que registraron el récord de abstención de todos los comicios presidenciales celebrados hasta ahora. Cavaco, del conservador Partido Social Demócrata (PSD) consigue la reelección con un porcentaje del 52,9%, (casi con el total de los votos escrutados) y al superar la barrera del 50% hace innecesaria una segunda vuelta. El candidato socialista Manuel Alegre, 74 años, obtiene el 19,7%. En tercer lugar queda el candidato independiente Fernando Nobre, la sorpresa de los comicios, que alcanza el 14,1%, “un resultado histórico que nadie podrá negar”, según dijo este cirujano que fundó Asistencia Médica Internacional, una organización que trabaja en decenas de países de todo el mundo. El comunista Francisco Lopes quedó lejos, con el 7,1%, por debajo de los últimos resultados del PCP.
En su discurso a la nación, Cavaco exhibió un tono agresivo y alejado de la generosidad que se le supone a quien gana unas elecciones. No hubo ni una concesión a sus adversarios, a quienes acusó de “bajeza” . Acababa de decir que sería “el presidente de Portugal entero, sin excepción”, cuando afiló sus palabras: “En estas elecciones hay vencedores y derrotados. Vencieron quienes creen en Portugal. Los vencidos son los que prefieren el camino de la mentira y las calumnias”.
“Fue un discurso de venganza”, decía anoche el escritor y columnista Miguel Sousa Tavares en un debate postelectoral. En vez de hablar del futuro, Cavaco miró atrás al acusar a sus adversarios de intentar denigrarle y “tener una forma de hacer política impropia en una democracia consolidada”. El vencedor de las elecciones dio muestras de no haber digerido las acusaciones de negocios y compras irregulares dirigidas por sus rivales durante la campaña, que pusieron en entredicho su honestidad.
La euforia en el cuartel general de la candidatura cavaquista contrastaba con la pesadumbre que se respiraba en el hotel Altis, sede de la candidatura de Alegre. El candidato socialista leyó una declaración en la que asumió la derrota. “Una derrota, que es mía y no de aquellos que me apoyaron”, dijo, sin mencionar al Partido Socialista y el Bloco de Esquerda, los dos partidos que le apoyaron. “En democracia no es una vergüenza perder, la vergüenza es rehuir el combate y no saber por qué se lucha. Mis preocupaciones permanecen, pido disculpa por no haberlo hecho mejor, continuaré luchando cívicamente por la democracia, los valores de izquierda, la República y Portugal”, concluyó.
Abstención del 53,3%
Previamente, habló el primer ministro y secretario general del PS, José Sócrates, quien prometió una “cooperación leal con el presidente reelegido”, y añadió que “los portugueses optaron por no cambiar y por la estabilidad política”. Ésta ha sido la regla habitual de todas las elecciones presidenciales en las que ha estado en juego la reelección del jefe del Estado. Sócrates envió “un abrazo fraterno” a Manuel Alegre, el candidato perdedor, en cuya campaña se echó en falta una mayor implicación de la maquinaria del partido que gobierna en Portugal.
La elevada abstención del 53,3 no ha impedido el triunfo de Cavaco, tal y como vaticinaban las encuestas. El vencedor puede proclamarse presidente de todos los portugueses, venciendo incluso en la zona más meridional,tradicionalmentesocialista, pero sólo ha obtenido el voto de la mitad de los 9,6 millones de electores. El gran número de ciudadanos que no acudieron a las urnas supera el 49,71% registrado en las elecciones de 2001, en las que el socialista Jorge Sampaio (1996-2006) fue reelegido presidente para un segundo mandato. La abstención llegó en aquella ocasión al 50,29%, que era la más elevada hasta ahora.
Ayer, hubo miles de portugueses que quisieron votar y no o consiguieron, por los graves problemas con las listas electorales y el censo en muchos colegios. Nuno Godinho de Matos, portavoz de la Comisión Nacional de Elecciones, Nuno Godinho de Matos, explicó que los problemas tienen que ver con el cambio de residencia o la alteración de su registro electoral. Muchos desistieron de votar, porque su nombre no figuraba en las listas.
Las presidenciales portuguesas de las dos últimas décadas han tenido un significativo absentismo, siempre por encima del 30%. Los ciudadanos dan menos importancia a este tipo de comicios, considerados de segunda categoría. Ayer hubo nuevos factores que, sin duda, alejaron a muchos electores de las urnas. La ola de frío, que retrajo a los votantes de más edad, y la escasa confianza en los políticos en tiempos de crisis se conjugaron para dejar las urnas medio vacías. Nueve localidades tuvieron manifestaciones y no se abrieron los colegios.
La campaña electoral duró dos semanas, aunque la precampaña comenzó en diciembre, con los debates televisados entre los seis candidatos. Unos comicios presidenciales nunca consiguen despertar el interés de los legislativos, que deciden la composición del Parlamento y la continuidad o el cambio de Gobierno. Es el caso de las elecciones de hoy, cuya campaña nunca ha logrado superar el tono anodino ni despertar el interés de los portugueses, conscientes de que gane quien gane poco van a cambiar las cosas.
Preocupa más la crisis económica, el desempleo, el endeudamiento y las noticias insistentes que vaticinan que más temprano que tarde Portugal tendrá que pedir ayuda a la Unión Europea y al Fondo Monetario Internacional para pagar sus deudas. Mañana, la vida de los portugueses no registrará ningún cambio cuando ya se sepa el resultado electoral, pero sí la de los empleados de 15 empresas públicas, en las que entrará en vigor el recorte de salarios aprobado en los presupuestos del Estado de 2011. Serán los primeros funcionarios que verán reducidos sus ingresos. Pero habrá más. Y habrá más consecuencias de las medidas de ajuste aprobadas por el Gobierno, como la subida del IVA, para cumplir el compromiso de rebajar el déficit público.
Fuente: El Pais