Por Daniel Eskibel
La imagen televisiva dio la vuelta al mundo presentando el rostro ensangrentado del Primer Ministro italiano Silvio Berlusconi. Había sido violentamente agredido al finalizar un acto público, y las cámaras de la televisión habían captado el momento de la agresión y también mientras el herido Berlusconi se alejaba del lugar en su vehículo.
Una imagen dramática, por cierto.
Otra imagen televisiva que dio la vuelta al mundo. En este caso el ámbito era la Cumbre de Jefes de Estado de Iberoamérica. El Presidente venezolano Hugo Chávez habla y habla cuestionando al ex Presidente español José María Aznar, incomodando notoriamente a su actual colega José Luis Rodríguez Zapatero. En eso aparece en escena el exasperado rostro del Rey Juan Carlos espetando su memorable “¿Por qué no te callas?”.
Es cierto que una imagen vale más que mil palabras. Pero estas que relato dan cuenta de algo más allá de ello. Dan cuenta de la espectacularización de la política.
La política del siglo XXI es espectáculo
Que sí, que es más de eso, que las ideas, que bla bla bla. Cierto.
Pero es espectáculo. Y como espectáculo son consumidas las noticias políticas.
Todo es espectáculo, objetará alguien.
Pues no. Que no todo. Que no lo es un diario, una revista o un libro. Que tampoco lo es una pequeña reunión, ni una visita a una casa. Que menos que menos la entrega de un folleto o el diálogo entre 2 personas.
Qué sí es espectáculo el circo, el cine, el teatro, el concierto de rock o la televisión. Y es el poderoso papel de la televisión el que empuja la política hasta constituírla en espectáculo.
El espectáculo tiene sus reglas
Para que un evento cualquiera sea realmente espectacular debe reunir algunas condiciones. Son sus reglas, sus señas de identidad, los elementos que le diferencian de otro tipo de eventos.
Son 3 los elementos necesarios para configurar un espectáculo:
Un cuerpo que se exhibe, que se muestre, que busca atraer las miradas de los demás. Es el protagonista del espectáculo.
Las miradas de quienes por el hecho mismo de mirar se convierten en los espectadores.
Una distancia que separa pero que al mismo tiempo relaciona a protagonistas y espectadores. El escenario, por ejemplo. O la cámara de televisión.
La espectacularización de la política
Piensa en la política de tu país. Estoy seguro que vas a identificar varios ejemplos en los cuales se conectan los 3 elementos señalados más arriba y configuran a la política como un espectáculo para un publico masivo.
¡A qué sí!
La política como espectáculo de masas. Con su corolario: muchos políticos actuando como estrellas del espectáculo. Berlusconi, claro, sería un ejemplo paradigmático (más allá del episodio de la agresión). Pero no solo Berlusconi, ¿eh?
Pero habría un segundo corolario: muchos periodistas cubriendo las notas políticas con una lógica similar a la usada por los cronistas de espectáculos.
Y un tercer corolario, tal vez el más trascendente: muchos votantes pensando, sintiendo y actuando como si estuvieran en un espectáculo.
La lógica espectacular
Es en vano protestar: la lógica del espectáculo, televisión mediante, está incrustada en el corazón mismo de la política contemporánea.
No creo que nadie, nadie, pueda ganar una elección hoy en día sin tener en cuenta este hecho central. Fíjate lo que digo. Nadie. Ni siquiera un candidato a Alcalde de una pequeña ciudad.
¡Bienvenidos al mundo del espectáculo!
Fuente: Maquiavelo & Freud