Les presentamos 10 pasos para alcanzar el poder (I) por Jaime Duran Barba.
El ecuatoriano Jaime Duran Barba. es algo así como un Dick Morris latinoamericano, vivió varios años en la Argentina de los 70. Se enamoró del peronismo de izquierda y militó en la JP. Como consultor político, asesoró entre otros al presidente mexicano Felipe Calderón y al ecuatoriano Alvaro Noboa. Volvió a la Argentina para trabajar en la campaña de Mauricio Macri en 2005 y fue el creador del “salto al bache”. Ahora, trabaja para Macri y también para Francisco De Narváez.
1. La estrategia es el factor individual más importante de una campaña electoral.
Esta es la lección más importante para un consultor: no hay campaña electoral ganadora sin una estrategia. Una estrategia correcta puede sobrevivir a una campaña mediocre, pero hasta la campaña más brillante puede fracasar sin la estrategia adecuada.
En América Latina es muy común actuar sin estrategia, ni para la campaña electoral en sí, ni para su comunicación. En contra de lo que muchos políticos suelen llegar a pensar la estrategia no es un eslogan fuerte, un mensaje atractivo o un buen comercial. La estrategia es un plan general que integra todos los elementos y los proyectos necesarios para lograr el éxito electoral.
¿Cuáles son esos elementos? Básicamente los podemos definir en:
- El terreno en el que se va a dar la batalla.
- Las metas que se persiguen.
- La imagen que tienen los electores del candidato y de sus opositores.
- Los targets a los que se pretende llegar.
- El mensaje que movilizará a los votantes.
- Los medios a través de los que se lo haremos llegar.
- El calendario de la campaña.
- Un plan de investigación que permita el seguimiento de todo lo anterior.
Además de la definición de cada elemento, una buena estrategia debe ser original para cada campaña. No hay un boceto que sirva para todas los proyectos por muy ganadores que se haya sido en otras elecciones. Hay que tener una visión del conjunto según el momento, el candidato, el partido, la campaña; y ésta no puede ser la misma para contiendas diferentes.
Un último punto, y aunque pueda parecer evidente, habrá estrategia cuando quede escrita en el papel. Una estrategia que está en la cabeza del consultor o del candidato y no escrita definitivamente, no existe.
2. No existe el llamado efecto de “unirse al carro del ganador”
Durante años se ha extendido la idea de que a los votantes les gusta estar en el bando ganador y muchos votan por áquel que se supone va a vencer en la contienda electoral. Si bien es cierto que a los electores les puede gustar ser votante del que gana ,hay que tener cuidado con el exceso de confianza, porque el efecto puede ser el contrario.
En realidad, los partidos de un candidato que aparece en desventaja en las encuestas se sienten motivados a trabajar más duro. Mientras que los partidarios que aparecen como posible ganador tienden a confiarse demasiado y dejarse estar. Por eso hay que manejar con cautela las encuestas y los resultados que ofrecen. Es cierto que malos resultados pueden afectar psicológicamente a los candidatos y, en el caso que sea un problema muy agudo, es preferible no darlos a conocer en detalle hasta terminada la campaña (aunque tarde o temprano por otros medios los van a conocer), pero de la misma forma los buenos pronósticos también hay que saberlos manejar.
La superstición de publicar encuestas favorables porque ayuda a la gente “a subirse al carro ganador”, no es más que eso, una superstición no compartida por los consultores políticos.
La actitud triunfalista de los candidatos no funciona para el elector común que emite su voto de acuerdo a los mensajes que recibe de uno y otro bando y no tiene intención ni de ser empleado público, ni hace lobby, ni tiene intereses específicos más allá de que alguien le solucione sus problemas concretos. En muchos casos lo que sucede es que los seguidores poco militantes dejan de votar por su preferido si le “sobran votos”, no concurren a las urnas y se quedan en sus casas, y los efectos pueden ser negativos, o incluso se puede llegar a perder una elección.
Casi todas las investigaciones dicen que no hay una alta asociación entre triunfalismo y decisión del voto. Los indecisos suelen reaccionar incluso de manera negativa frente al triunfalismo, son los menos interesados en política y los que no saben qué dicen las encuestas o no saben interpretarlas más allá de los titulares en la prensa.
No queremos decir que haya que tener un espíritu derrotista o no confiar en la posibilidad de salir ganadores. Si la gente que apoya a un candidato no cree que hay posibilidad de triunfo, tampoco trabajará eficientemente. Si un candidato cree que no tiene ninguna posibilidad de conseguir sus metas, las cosas no van a funcionar.
3. El tamaño de las concentraciones de partidarios tiene muy poca relación con la votación
Actualmente, los que se mueven por “ideologías” son muy pocos y casi todos ellos tienen más de cincuenta años. Las concentraciones políticas son cosas del pasado y, sobre todo en América Latina, tienen que ver más con la capacidad económica de los candidatos para movilizar a ciudadanos que con las creencias políticas de los votantes.
El candidato jamás debe fiarse de las concentraciones políticas que él mismo financia. En muchas ocasiones se ha visto a candidatos emocionados pronunciar enérgicamente su discurso ante miles de personas que le apoyaban y ellos mismos habían financiado a ese auditorio o eran empleados públicos que habían acudido a la fuerza.
Muchos políticos creen que manipulan a los electores con las concentraciones populares, cuando más bien son manipulados por ellas. Hay personas que acuden a las concentraciones por pasar el rato y tomar un refresco, incluso en los países más pobres acuden por alimentarse. Pero luego, el día de la elección, votan en secreto de acuerdo a lo que ha quedado grabado en su mente y en su corazón de lo que fue la campaña. Muchos votarán por quién le dio aquel alimento, pero otro podrán votar por los candidatos contrarios al establecimiento sin problema.
El primer principio en política es ser objetivo, y si se miente, al menos no creerse tus propias mentiras.
4. Las encuestas son esenciales pero no se deje atontar por ellas
Las encuestas no son infalibles. Son una aplicación de las ciencias exactas al impredecible comportamiento de los seres humanos y por ello pueden, y dan, como se comprobó en las últimas elecciones colombianas, lugar a error. No tienen como objetivo adivinar quién va a ganar la elección como una bola de cristal que predice el futuro. La única razón para contratar una encuesta en al consultoría política es la de obtener información que ayude a ganar las elecciones.
Aunque las encuestas son vitales para definir la estrategia, no son la estrategia en sí. Proporciona los elementos indispensables para elaborarla, pero ésta no nace mecánicamente de los números. Las encuestas nos orientan para alcanzar las metas que queremos conseguir, no para obedecerlas, aunque la gente no esté de acuerdo con lo que en un principio se proponga.
Realmente en una encuesta no importa quién va delante. En contra de lo que muchos políticos, periodistas y gente que juega en la política creen, quizá el dato menos importante de una encuesta es el de quién va primero o quién va último. Simplemente son una herramienta útil para que el candidato, sabiendo lo que la gente cree y opina, pueda comunicarse con los votantes y gane su voto. La campaña no es tiempo de educar al electorado pero es necesario conocer qué información está en la mente del elector para tocar las teclas oportunas en el momento adecuado.
Habrá que tener en cuenta otro de los errores clásicos, por muy buena y acertada que sea una encuesta, si la interpretación es equívoca, no se cumplirá el objetivo. Un consultor político deberá escudriñar detrás de la información contradictoria las claves que pueden servir para ganar la elección.
5. Nunca subestime la importancia de las divisiones partidistas
Desde comienzos del siglo XXI, en casi todos los países de América Latina, la crisis de los partidos políticos es enorme. Con pocas excepciones, los viejos partidos han entrado en una etapa de virtual extinción o de transformación tan profunda que en muy poco se parecen a los partidos de los ochenta.
La división de un partido es algo que no se puede perder de vista. Normalmente ocurren en torno a los procesos electorales, en el peor momento, por lo que es aconsejable tratar cualquier tipo de fisura con anterioridad. Durante la campaña los medios dan mucho espacio a los incidentes, y la división de partido puede ser muy peligrosa.
Tampoco hay que descuidar los problemas con otros similares. En algunos países no hay partidos políticos pero la gente percibe identidades que a veces no corresponden a la realidad, pero que son más importantes que la realidad. Los odios muchas veces son más intensos entre parecidos y se cumple la “ley de las pequñeas diferencias” de Brachfield: la intensidad de las oposiciones es inversamente proporcional a las diferencias entre las personas o los políticos. Cuando alguen persigue con obstinación a determinado tipo de personas es porque en realidad se identifica con ellas.
No desestime las fisuras y los enfrentamientos con políticos a los que la gente considera semejantes a usted: ganará un tercero.
6. No tema dejarse conducir por verdaderos expertos
La rivalidad entre políticos y consultores en América Latina son frecuentes en parte porque todavía hay poca profesionalización de los consultores. Pero lo cierto es que la consultoría y la política son dos carreras distintas, requieren psicologías diferentes y suponen vocaciones distintas.
Igual que si tenemos un problema de corazón no contratamos a un médico simplemente por el hecho de ser amigo o del partido, no debemos comenter esa insensatez a la hora de elegir un consultor. En círculos cercanos al político habrá personas que se muestren reacias a contratar un consultor, y lo vean como posible competencia; pero el candidato debe elegir al consultor de acuerdo a su interés de ganar la elección y no supeditar esto a intereses ajenos.
Pero elegir el consultor político no puede convertirse en un concurso. Habrá que conocer su experiencia, su competencia, sus logros y, además, dejar de lado el mito de que si un consultor es extranjero no entiende la idiosincrasia del país. Muchas veces puntos de vista diferentes pueden aportarnos nuevas formas de trabajar.
7. En muchas campañas no se sabe cómo utilizar adecuadamente a los consultores
En América Latina son muy pocos los políticos que saben verdaderamente para qué sirve un consultor y cómo utilizarlo. El consultor es un profesional que ha estudiado la materia, que tiene experiencia suficiente para saber qué se puede hacer en diferentes situaciones. A pesar de esto hay un pensamiento negativo hacia el consultor y mucha gente lo considera un charlatán, frío, maquiavélico, que manipulan a la gente. Hay de todo, pero esos no son consultores profesionales.
Cuando se va a empezar una campaña es indispensable que el consultor haga una reunión con el equipo principal para discutir acerca de su papel, qué pretenden hacer y qué van a hacer. Convendría dejar fuera la idea de que no hay que mezclar consultores, con equipo de campaña y con dirigentes del partido. Una reunión inicial o un pequeño seminario podría ahorrar discusiones y hacer que el equipo en conjunto sea más eficiente.
Pero no por asistir a un seminario o congreso uno se convierte automáticamente en consultor. El consultor se hace con años de trabajo y estudio dedicado solamente a eso. Los amigos y compañeros no deben aspirar a ser consultores por haber hecho un curso, deben seguir siendo políticos pero más modernos, porque saben cómo manejar herramientas modernas y consultores serios.
8: Los spots televisados que muestran grandes muchedumbres sirven muy poco, solo consiguen que el candidato se sienta bien
Hace unos años los mítines y grandes concentraciones era la única forma de acceder y escuchar a los candidatos que los electores, más ideologizados que ahora, apoyaban. Pero el votante ha cambiado, son muchas más en número, siguen menos las ideologías y demandan soluciones concretas a sus problemas a aquellas personas que ven todos los días en la televisión, a sus líderes.
Actualmente se puede ver a los líderes a través de la televisión. Pero verlos en un spot rodeados de una muchedumbre que le apoya anima a votar a los fieles, a los propios candidatos y a los militantes, es un fastidio para los indecisos que no están interesados en la política y, por lo general, todo lo que la rodea no le importa lo más mínimo. Hacer esa propaganda “politizada” o “partidista” es dañino si buscamos el voto de los indecisos (que normalmente, son la mayoría).
De la misma forma que los spots multitudinarios no llaman a votar a los indecisos tampoco lo hacen los colores y uniformes de partido. Más que un mensaje de “únase a nuestra campaña”, los indecisos los interpretarán como “nosotros no somos como usted”, ya que no se sentirá nada identificado con los colores, las banderas o los himnos. Por suerte o desgracia, en política no se encuentra en los países latinos el mismo sentimiento que en el deporte o la música.
Además en América Latina las movilizaciones de masas se han convertido más en un evento comercial como cualquier feria donde se paga a la gente por asistir o se les da de comer, sin que mucho importe quién es el candidato al que “apoyan”. El elector corriente no es tonto, intuye eso, y también intuye que quién hace eso no puede ser un buen gobernante y solucionador de sus problemas.
9. Usar bien el tiempo es esencial
Usar adecuadamente el tiempo es un aspecto crítico de toda la estrategia. Cada candidato se encuentra en unas condiciones de conocimiento, la coyuntura cambia de un día para otro y definir cuándo lanzarse o qué información o ataque utilizar puede cambiar por completo el resultado final. Es difícil enseñar el uso del tiempo, muchas veces es intuitivo, por eso el factor hombre desempeña un trabajo fundamental en las campañas.
La falta de planificacion se evidencia en el caso de las investigaciones. Hay que tener un plan de investigación sistemático que obedezca a una planificación racional de los consultores. De nada vale hacer varias encuestas los últimos días antes de la elección. Habrá que hacer encuestas periódicas y controlar el tiempo en el programa de investigación fijado.
Pero el tiempo no es sólo vital para el plan de investigación. Habrá que tener en cuenta el tiempo para emplear los ataques. Muchos políticos creen que su actividad central es ensañarse con el oponente y en cuanto tienen información que puede dañar al contrario la quieren lanzar al aire.
Los ataques deben hacerse en los tiempos convenientes. El inmediatismo los puede volver inútiles o incluso contraproducentes para quién los realiza. La idea del tiempo es una dimensión central que debe tenerse en cuenta para todo lo que se hace o se deja de hacer.
10. No es tan importante la cantidad de dinero con que usted cuenta sino la forma en que lo emplea
Contar con fondos par ala campaña es importante, pero el tema central no es el tener o no tener dinero, sino cómo se utiliza de manera eficiente. Normalmente cuando una camapaña carece de estrategia el despilfarro es la norma. Se hace todo lo que se les ocurre al equipo de campaña, sin importar el costo. Aquí muchos activistas aprovechan para enriquecerse y corromper la campaña, pero la experiencia dice que quienes participan en campañas muy ricas, son, en la mayoría de los casos, más flojos e irresponsables que los que hacen politica guiados por algún tipo de idealismo.
No sería la primera vez que una campaña con bajos fondos supera a otra con amplios recursos económicos. En una América Latina en la que hay una sensación generalizada de pobreza, una campaña que exhibe mucho dinero es un disparate. Y otro de los problemas de una candidatura de mucho dinero es que, con frecuencia, los líderes locales chantajean a la campaña presidencial. Los candidatos locales no consiguen el dinero que normalmente lograrían si el candidato presidencial no tuviese tantos fondos, ni ahorran recursos como lo harían si los consideraran escasos.
En algunos países para contrarrestar el peso del dinero de ofrecen espacios gratuitos en la televisión. En el fondo de todos estos controles está la idea de que los electores son idiotas y de que su mente es fácil de manipular, pero esto es falso. Cuando se pierde una elección no hay que echarle la culpa al dinero de su contrincante. Hay que hacer una seria reflexión sobre los errores y tratar de corregirlos para que la siguiente vez vaya mejor.
Fuente: Eleccionario