Por: Daniel Eskibel
Los caminos democráticos de la política son múltiples y diversos, pero todos convergen tarde o temprano hacia un mismo sitio. Una sola y única persona, una sola, en la soledad de su conciencia. Aislada por un instante, confinada en la pequeña isla del cuarto secreto. Votando.
¿Dónde se toma la decisión de voto? En el cerebro.
¿Dónde se procesan las influencias de amigos y familiares? En el cerebro.
¿Dónde se analizan las experiencias reales que se han vivido? En el cerebro.
¿Dónde se forman las percepciones acerca de la realidad económica, social, política y cultural? En el cerebro.
¿Dónde reverberan los jingles electorales y las músicas partidarias? En el cerebro.¿Dónde van y vienen las palabras de los candidatos? En el cerebro.
¿Dónde se construyen los sistemas de ideas? En el cerebro.¿Dónde se procesa la imagen visual del candidato? En el cerebro.
¿Dónde se decodifican las cualidades sonoras de su voz? En el cerebro.¿Dónde se recuerdan y se olvidan los hechos políticos? En el cerebro.
¿Dónde se comparan los candidatos? En el cerebro.¿Dónde se registra el mensaje de la cartelería de vía pública? En el cerebro.
¿Dónde se priorizan los problemas cuya resolución se espera de los políticos? En el cerebro.
¿Dónde irrumpen la esperanza, el miedo, la ira, la sorpresa, el desagrado, la alegría y todas las emociones desatadas por la política? En el cerebro.
¿Dónde se procesan las imágenes de la campaña publicitaria? En el cerebro.
¿Dónde se evalúan las intervenciones de los candidatos en los medios de comunicación? Sí, también en el cerebro.
Por eso lo del título: Roma. El kilómetro cero. Donde conducen todos los caminos. Uno de los más geniales cuentos de Jorge Luis Borges es “El Aleph”. Uno de los personajes tiene un aleph en el sótano del comedor de la casa de sus padres. ¿Qué es un aleph? Un punto del espacio donde están, sin confundirse, todos los puntos del universo vistos desde todos los ángulos posibles.
El cerebro humano, un órgano que apenas representa el 2 por ciento del peso corporal de una persona, es el aleph de la política.
Fuente: Maquiavelo & Freud