Por Fran Carrillo
Frank Luntz siempre se hace eco de una célebre frase de Warren Beatty, director y actor de ese Hollywood pro demócrata que siempre hace campaña por el partido del burro: “La gente, al final, te vota por cómo le hiciste sentir”. Ese mantra es repetido en cada campaña electoral como principio a seguir por los candidatos políticos. Y es una máxima que todos debemos aplicarnos también en nuestro día a día. La gente nos va a seguir, apoyar o abrazar por el impacto que provocaron en sus corazones nuestras palabras, por la forma en que transformamos sus emociones, sentimientos, necesidades e ilusiones a partir de entonces, por el cambio que se producirá en todos ellos. Esa es la clave. No se trata tanto de huir de la razón como de potenciar la emoción. La secuencia por tanto correcta de entrada en el corazón de los hombres (y mujeres) es de abajo a arriba, nunca al contrario. Y es ahí es indispensable la construcción de un relato personal creíble, honesto, sincero y cercano. Porque si no eres honesto no te escuchan, si no eres creíble no te siguen y si no eres cercano no te abrazan.
Esa construcción de perfil creíble demuestra la importancia de representar un acto, de transmitir un sentimiento, de comunicar una historia. En el momento en el que los políticos se ponen en la piel del ciudadano (que es lo primero que son) empiezan a dominar la dimensión social de su discurso. Se alejan de estereotipos retóricos sin fundamento, de mensajes trillados y aburridos por su poca profundidad en valores y principios. “Lo nuestro es la gente y la gente está en nosotros”, vienen a decir. Siempre repito que la credibilidad de un político, más que en su contundencia argumental o en su vehemencia retórica, reside en la consistencia de su honestidad moral. Si te ven recto e íntegro, confiarán en ti y si confían en ti tu comunicación será más segura y fluida, puesto que declamarás con más convicción. Pero nada de ello se produce si no te muestras cercano al ciudadano (recuerda, ciudadano estructural y no votante coyuntural). Ahí radica la diferencia entre cantar el estribillo de la victoria o entonar el mea culpa de una derrota “inexplicable”.
Para estructurar un buen discurso con dimensión social, necesitas recorrer el camino siguiente:
a) Entiende al ciudadano-votante mediante la detección y atención a sus problemas. Escucha y empatiza como elementos de conexión principal.
b) Una vez se ha realizado un seguimiento constante de los problemas del ciudadano-votante, focaliza tu mensaje y hazlo simple. Te entenderán mejor y te seguirán más.
c) Coteja esas inquietudes con tus principios e ideas y aprovecha lo que se pueda -de ellas- para incluirlas en tu discurso.
Coda: Quedan pocos días para las elecciones municipales y autonómicas en España. Quienes más hayan potenciado la cognición social en su mensaje, más cerca estarán de la confianza del ciudadano. Aprovechar ahora las manifestaciones del 15M para escuchar y atender a los allí presentes es tratarles como votantes. Escucharlos, atenderos, entenderlos y asumir alguna de sus propuestas a partir del 23M es tratarles como ciudadanos. Así pues, amigo político: ¿ciudadano-votante o votante-ciudadano? En TU elección está la clave de SU elección.
Fuente: Blog de Fran Carrillo