Cada vez que surge una protesta social, se confirma la potencia política de los medios sociales. Twitter y Facebook fueron herramientas de comunicación centrales en Túnez, Egipto, España, etc. Acá, en la Argentina, los partidos políticos no lo entienden, pero la gente sí. Esta asimetría confirma que los partidos aún están lejos de la cultura de la época.
América latina es la segunda región del mundo en cantidad absoluta de usuarios de redes sociales.
La Argentina está en el octavo puesto entre los diez países del mundo con mayor penetración de Twitter; Brasil segundo y Venezuela tercero. En cuanto a Facebook, nuestro país está en el puesto 49 en el mundo (arriba de la media).
El año pasado, nuestra región fue donde Twitter tuvo mayor crecimiento: 305%.
Disculpen tanto número. Pienso que sin ellos no se puede ponderar la importancia que las redes sociales tienen en nuestra región y en nuestro país.
Vuelvo ahora a los partidos políticos argentinos. El sitio del Frente para la Victoria está cerrado sine díe. Una semana atrás se podía acceder, pero no estaba actualizado desde la muerte de Kirchner. El del radicalismo existe y está actualizado, pero lo que más publica son “gacetillas“ (nombre bien antiguo), notas de opinión, comunicados y documentos, todo en dos colores –el blanco y el rojo partidarios– pobreza que va contra los consejos de los mejores diseñadores. El Pro tiene un sitio más activo y atractivo.
Entonces, el oficialismo no tiene un sitio en Internet. Los otros sí tienen una limitación crucial: los usan pobremente, funcionan como los medios tradicionales: en una sola dirección; uno habla y el otro escucha. No le dan al usuario ninguna instancia verdadera de participación. Ellos no pueden hacer nada más que recibir. El Pro oculta esa carencia grave con un buen diseño.
En las redes sociales, el problema no cambia mucho. La cuenta oficial de la UCR en Facebook está abierta y vacía. Si bien la de la Juventud radical está viva y activa, es un ámbito de discusión y anuncios, no de construcción de consenso para acciones concretas. El partio oficialista también tiene varias cuentas oficiales abiertas, pero son meras vidrieras con declaraciones de principios. El Pro, otra vez, tiene la cuenta más atractiva, pero con las mismas limitaciones que las de la Juventud Radical.
(Algunos blogs de militantes tienen mayor riqueza, pero aquí me interesa analizar qué hacen los partidos y sus dirigentes más representativos en la Red.).
No es muy diferente lo que pasa en Twitter, excepto con Francisco de Narváez que pide que la gente denuncie basurales; o sea, propone alguna participación en acciones concretas. En esta red social, el oficialismo tiene sello propio: sus funcionarios de gobierno más importantes lo usan para pelear con sus enemigos, especialmente, Aníbal Fernández y Timerman. Otra vez: participación de la gente, nada.
Creo que queda claro que hay un desajuste entre los partidos y las personas en torno de las redes sociales. Los políticos más importantes quizás saben que las redes tuvieron un rol decisivo en el triunfo de Obama, y es probable que hayan estudiado el caso, pero no lo llevan a la práctica.
Dilma Rousseff, presidenta de Brasil desde el año pasado, sí que quiso: contrató para su campaña la misma agencia, especializada en comunicación política en la Red, que asesoró al presidente de Estados Unidos. La agencia trabajó con Rousseff a lo largo de dos años.
Nadie sabe si las protestas sociales llegarán a la Argentina. Si sirve como índice, nuestro país tiene mucho menos tensiones sociales que Colombia, Guatemala, México y Venezuela, entre otros. Pero seguro llegará acá el espíritu de cambio en las formas de hacer política, la entrega militante, la falta de arrogancia e hipocresía que traen la “revolución de los jazmines”, las “acampadas” o “la primera revolución del siglo XXI”, como dice Manuel Castells.
Si los partidos no entienden, no quieren, o no pueden cambiar y asumir en serio la cultura de la época, acelerarán su decadencia. No podrán apoyar ni oponerse porque quedarán atrás.
*Periodista. www.robertoguareschi.com. (Parte de este artículo fue publicadopreviamente en el blog del autor).
Fuente: Perfil.com