“La campaña de Humala fue más emocionante. A la de (la derechista Keiko) Fujimori le faltó sentimiento“, afirmó el experto en opinión pública Manuel Torrado al explicar por qué al final esa opción, fuertemente resistida, se quedó con la victoria.
Humala se vistió de moderación para la segunda vuelta. Dejó atrás las propuestas radicales contenidas en su voluminoso plan de gobierno y, con el argumento de que los votantes dijeron en primera vuelta que querían gradualismo, elaboró propuestas más cercanas a la socialdemocracia y abandonó los planteamientos duros.
No le fue fácil, pues muchos no le creyeron por ese pasado de discurso duro que en 2006 lo llevó a situarse abiertamente en la órbita de la izquierda latinoamericana que toma rostro en el presidente de Venezuela, Hugo Chávez.
Rodeado de asesores brasileños, Humala dejó a Chávez y tomó como paradigma al popular ex presidente de Brasil Luiz Inácio Lula Da Silva, a quien presenta como nuevo faro. Aunque no todos, muchos empezaron a ver en Humala a la izquierda moderna que plantea cambios sin sobresaltos económicos y dentro de los cánones democráticos.
Pero para llegar a ese punto, Humala había captado primero los votos de los excluidos del modelo, los que ven en el crecimiento económico un éxito ajeno. Con esos radicales, más los que pedían cambios moderados pero ciertos, el líder de la alianza Gana Perú logró avanzar a segunda vuelta como ganador de la primera.
La gran ventaja para el teniente coronel en retiro del Ejército fue encontrar como competidora para esa segunda vuelta a una rival que, no por ella misma, sino por lo que representa, generaba muchos anticuerpos éticos.
Fujimori no logró zafarse del peso del apellido. Sobre ella recayeron todas las críticas al régimen de su padre, el encarcelado ex presidente Alberto Fujimori. Y no pudo, coinciden los expertos, librarse de esa imagen; primero, porque estaba rodeada de gente que hizo parte de ese régimen corrupto y abusivo y segundo, porque, a la vez, los éxitos de ese gobierno en otros terrenos eran su principal fuente de sustento.
Humala halló ahí una veta para explotar y la aprovechó para posicionarse como la alternativa de la ética. Casos como el de la masiva esterilización de mujeres ocurrida en el gobierno de Fujimori no hallaron respuesta en la candidata. El antifujimorismo se puso en pie y se hizo amigo del enemigo de su enemigo.
En ese contexto, y ayudados por recalcitrantes fujimoristas que como voceros de Keiko mostraron la cara impresentable del gobierno del padre (“nosotros matamos menos”, dijo por ejemplo el ex ministro Jorge Trelles defendiéndose de las acusaciones por derechos humanos), muchos electores relativizaron el miedo a los supuestos desastres económicos que podría causar Humala y vieron en éste quizás no al mejor, pero sí al menos malo.
Una intensa “guerra sucia” terminó, entretanto, por victimizar a Humala. En las redes sociales, en varios periódicos, televisoras y radios y a través de medios apócrifos como llamadas telefónicas, volantes, páginas web falsas o videos editados, se le atacó hasta llegar a un punto en el que incluso las denuncias que podrían tener sustento no fueron vistas con credibilidad.
Este lunes, en las redes sociales llueven las ironías y se le “aconseja” a Humala que entregue condecoraciones a los periodistas que con más ardor lo atacaron, pues a ellos debería parte de la victoria.
Muy importante fue para el líder izquierdista ganarse al centro e incluso a algunos pocos sectores de derechas que privilegiaron lo ético sobre lo económico. El Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, devenido en aliado de su otrora duramente criticado, es el principal referente de ese proceso.
El apoyo del centro, y en concreto del ex presidente Alejandro Toledo, de cuyo gobierno provienen además los nuevos cuadros técnicos del virtual presidente electo, ayudó a tomar decisiones y a crear una coalición de más amplia base. Fujimori sólo pudo captar adhesiones en otros sectores de derechas o como máximo del centroderecha.
Aun con todo eso, el triunfo de Humala fue apretado. Pero para un candidato que originalmente representaba un pensamiento económico resistido por las mayorías, que lleva puntos espesos en el pasado y que tenía en contra a casi todo el poder económico y mediático, fue suficiente.
Fuente: DPA