El lingüista Federico Navarro analiza los estilos de Cristina Fernández y Mauricio Macri en el uso de las redes sociales y saca conclusiones respecto de las estrategias de ambos.
Por: Federico Navarro*
“A las 20 voy a anunciar por Twitter y Facebook quién me va a acompañar en la fórmula el 10 de julio”, twitteó Mauricio Macri hace unos días. ¿Qué implicancias políticas tiene un discurso de no más de 140 caracteres? Se trata de una pregunta inédita: es la primera vez que la contienda por cargos ejecutivos en la Argentina utiliza esta red social. Resulta interesante comparar el discurso de Macri con el de Cristina Fernández, ya que construyen dos figuras políticas absolutamente contrapuestas que ayudan a comprender la especificidad de Twitter.
En sus tweets de plataforma, Cristina evita las evaluaciones personales y utiliza verbos muy ligados a procesos de gestión, como “poner en marcha”. De forma menos frecuente, twittea mensajes que suavizan los datos duros a partir de proclamas fuertemente convocantes: “necesitamos hombres y mujeres que sepan interpretar este momento histórico”. Por su parte, Macri prefiere en general un tipo de tweet mucho más impreciso e ideológicamente neutral: “Queremos que todos los vecinos vivan mejor, en todos los barrios. Y fundamentalmente la felicidad de los chicos”. Ambos candidatos opinan siguiendo estrategias diferentes. Cristina evalúa indirectamente a través de voces de autoridad (“Tanto Kuwait como Qatar designaron a la Argentina ‘lugar estratégico de inversiones’”), construyendo un discurso aparentemente despojado y de fuerte tono institucional. Macri, en cambio, valora sus propias acciones de gestión en tanto observador externo, como un vecino más (“Impresionante el avance de las obras en la línea B de subte”).
Son muy numerosos los tweets de agenda de Macri, en los que cuenta qué lugar visita, con quién se reúne, en qué medio de comunicación aparece o qué obra inaugura. Junto con las fotos movidas, construyen una imagen de movimiento incesante. Los gerundios (“Saliendo de Parque Rivadavia”) y verbos que expresan una continuidad de la acción (“Seguimos mejorando el sur de nuestra ciudad”) refuerzan esta sensación de movimiento. Cristina se diferencia: sus fotos son sólo protocolares, sus videos sólo discursos oficiales, su medio sólo la cadena nacional.
En cuanto a la frecuencia, Macri es un twittero compulsivo, que consigue continuidad muchas veces retwitteando mensajes institucionales de su gestión o reproduciendo su discurso en los medios. Cristina, en cambio, es una twittera de silencios: intercala largas secuencias de tweets con varios días donde se suspenden los mensajes. Esto revela cierta incomodidad con la frecuencia y la brevedad propia de esta red social.
El seguidor de Cristina es un beneficiario de información que ocupa un rol pasivo, plural y asimétrico: “Les dejo el video del 134º aniversario del bautismo del lago Argentino”. Macri, en cambio, construye una posición mucho más cercana y balanceada con su lector a través de la referencia individualizada (“Quiero contarte que @mariuvidal va a ser mi compañera de fórmula”), la imposición cortés (“Mirá el video y enterate de los cambios”), las evaluaciones sencillas, pocas cifras duras y muchos signos de exclamación, y lenguaje abreviado con errores de tipeo (“Q bien qdo es trabajo d pavimentacion interna ! Y estamos muy abanzados”). A este estilo informal se suman frecuentes tweets personales (“Gooool!!! Vamos boquitaaa!!!”) que construyen una imagen de “tipo común”. Esta aparente horizontalidad alterna con una personalización imperativa del rol de gobierno: “Comparto la copia del Boletín Oficial en el que intimo a los inquilinos de los 17 comercios a dejar el lugar”.
En suma, Cristina, de discurso largo y ocasional, es fuertemente institucional y asimétrica, interpreta actos de gestión despersonalizados, neutrales y basados en datos cuantitativos, y se solventa a partir de voces externas autorizadas, si bien esporádicamente intercala mensajes de convocatoria más directa. Macri, de permanente discurso informal, oscila entre un líder impositivo y un vecino más que observa la política desde afuera y es intérprete de una vida supuestamente común y en constante movimiento.
Queda por responder quién escribe realmente los tweets de los candidatos, pero lo cierto es que, tanto en el discurso político convencional como en el twitter de campaña, no importa tanto el autor efectivo que escribe el texto como el candidato que se hace responsable por él: por el vecino apolítico y chabacano o por la gestora informada y sobria.
Fuente: Página 12
* Lingüista de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Nacional General Sarmiento; articulador de las Areas de Lenguas del Colegio de la Ciudad.