Por Ana Clara Pérez Cotten
El consultor sostiene que el electorado vota diferenciando por niveles de gobierno y que el contexto nacional genera climas psicológicos favorables. Dice que la juventud tiene reclamos más concretos y desmitifica el peso de los debates.
El reclamo juvenil mutó de demandas abstractas de cambio total, sobrecargadas de idealismo, a reclamos más concretos. Piden sentirse parte, incluidos, y que se les respete su diversidad”, analiza el consultor Mario Riorda, que trabajó en un centenar de procesos electorales para partidos políticos en América Latina y planificó la comunicación de organismos como la ANSES. Riorda, que acaba de publicar Manual de Comunicación Política y Estrategias de Campaña: candidatos, medios y electores en una nueva era (Editorial Biblos), analizó en una entrevista con Tiempo Argentino las claves de la campaña electoral para las elecciones presidenciales de octubre, el rol que tendrán las redes sociales y la juventud y cómo debe leerse el resultado de las primarias del 14 de agosto.
–La presidenta mide muy bien en las encuestas. Los candidatos del kirchnerismo se recuestan en ese dato para hacer campaña. ¿Cree que les rinde?
–Sí rinde, pero quien apuesta sólo a ese dato no entendió el sistema electoral argentino, que desde 1999 evidencia elección tras elección que el voto cada vez se está dividiendo más. Eso implica que el votante elige diferenciando por niveles de gobierno aún en un mismo turno electoral. Quien no centralice sus propuestas en la cuestión local y no entienda que el contexto nacional es sólo un plus, un generador de climas psicológicos favorables pero no un elemento determinante para revertir tendencias, se equivoca.
–Mucho se habló en la campaña porteña del debate entre candidatos. ¿El que gana no debate? ¿Funciona así en otros países?
–El debate es una de las aristas menos estudiadas, y mucho menos sus efectos. En un debate no gana el que mejor hace las cosas, sino el que menos se equivoca, aunque ello no debe equipararse a timidez, ni tampoco en su extremo, la ofensiva pura, agresiva y descalificante. Sólo si conviene, un consultor le aconseja a un político asistir a un evento absolutamente riesgoso y sin beneficios claros, pues el candidato pierde un evidente control sobre el mensaje. La regla en México, España y Argentina es que si alguien va ganando, no hace falta presentarse. Por otra parte, cada debate es un enorme juego de negociación entre quienes debaten, sus equipos y los dueños de los medios, y entonces es discutible si la exigencia cívica de ver a los candidatos sin edición es tan real. En donde existe una cultura política asociada al respecto, está bien que se pregone la necesidad de exigirlos y preservarlos, pero en donde no es así, un sistema político no es mejor ni peor por tener o no un debate en medio de la campaña.
–¿Cuál será el papel de las redes sociales en la campaña?
–Jugarán un rol muy importante porque aunque la tecnología no sea el elemento central, su influjo aumenta día a día. De todas maneras, lo tecnológico no debe verse como excluyente de los medios tradicionales. Las redes sociales, lejos de bajar los costos, los suben, porque no se reducen otros costos y se agregan nuevos en clave de convergencia. La cantidad de horas/hombre que requiere gestionar mensajes en la red es exactamente equivalente a la de los militantes en actividades territoriales. No obstante, hay riesgos como la transmisión acelerada de rumores o de información falsa que afecta la reputación de los candidatos. Las redes activan campañas negativas y no hace falta tener Twitter para que la red –colectivamente hablando– construya la reputación de las personas públicas. La red habla, habla y habla, sin necesidad de que cada actor público le responda. Por eso Twitter estimula, amplifica, pero también estresa a la política. Hay cierta interacción insultante entre los usuarios de Internet que conduce a posturas polarizadas y radicalizadas como un acto de vandalismo en base a usuarios falsos.
–Después de la elección porteña se puso en duda la utilidad de las encuestas. ¿Cómo deben usarse en una campaña?
–Las encuestas deben usarse seria y responsablemente. Es de necios darles un uso estratégico y central cuando sólo ameritan un uso táctico si nos referimos a su publicación. En cambio, son estratégicas para la toma de decisiones electorales, pero lamentablemente muchos desconocen que su publicación siempre trae efectos, aunque no se sepa en qué dirección y con qué intensidad.
–¿Qué papel juegan las primarias para definir el curso de la campaña?
–Las primarias son un fenómeno novedoso que sólo debe entenderse como un proceso electoral complejo al que los argentinos no estamos acostumbrados. En ese sentido, la primaria a la larga se convierte en una primera vuelta que preconfigurará el escenario de octubre, incluyendo el comportamiento del voto opositor.
–¿Cómo debe leerse el resultado de las primarias?
–Al día de hoy daría la sensación de que el escenario será muy similar al de 2007, consolidando un tránsito de un sistema de competitividad agravada en 2003 a uno estable de competitividad reducida, iniciado en 2007, y que se sostendría en 2011. Para que esta hipótesis se demuestre es importante centrarse y focalizarse en la ventaja posible que podría darse entre candidatos, especialmente entre quien lidere los sondeos con el resto de los competidores. Según un promedio de estudios tempranos de opinión pública, la gran cuestión hoy no es el valor absoluto de quien gane sino la ventaja relativa entre candidatos por la bajísima performance que tienen todos los candidatos opositores. Aun en los “parcialmente satisfechos” e “insatisfechos” con el gobierno, la presidenta es la más votada. Esto, que se denomina “opción no ideal”, explica que el oficialismo sea el preferido no sólo por quienes adhieren a su estilo de gobierno, sino por parte de aquellos que no ven ninguna opción opositora.
–¿Cómo jugará en la campaña la apelación que el oficialismo hace a la figura de Néstor Kirchner?
–En la comunicación política, el componente emotivo representa humanidad, aliento, contagio y contención. El fallecimiento de Kirchner tuvo y tiene un efecto enorme porque representa el doloroso momento que permitió destapar sensaciones que estaban en estado potencial y que afloraron. Esos sentimientos, que ablandaron la imagen de la presidenta e instalaron una corriente positiva de apoyo en la juventud, siguen igual de presentes y propician una campaña electoral sostenida desde la emotividad como elemento central del oficialismo.
–Mucho se habla del nuevo rol de la juventud. ¿Cuál es el perfil del electorado joven?
–La juventud representa bastante más que un tercio del electorado. Es importante la asociación temporal que hay entre el discurso de la presidenta, centrado en la inclusión social, en perspectiva con el reclamo juvenil, que mutó de demandas abstractas de cambio total, sobrecargadas de idealismo, a reclamos más concretos como sentirse parte, incluidos, y que se les respete su diversidad. Esa sintonía explica que aproximadamente la mitad de la juventud apoyaría al oficialismo en octubre, y que el resto se reparta entre el resto de los candidatos.
Fuente: Tiempo Argentino