En 1999 nacía en España CNN+, un canal temático de televisión que emitía información las 24 horas del día, inspirado en el extraordinario éxito de CNN Internacional. La CNN fue, durante más de 10 años, símbolo de transparencia, calidad y pluralidad. Pero, sobre todo, una manera de entender y consumir la información: rapidez y actualidad constante. No contaban historias, nos mostraban la historia. En España, su eslogan era Está pasando, lo estás viendo. Toda una divisa. Estar informado, al minuto, era sinónimo de pantalla y mando digital.
El canal español sucumbió a finales del 2010 víctima de las deudas, los cambios accionariales, las intrigas mercantiles y políticas y la irrupción de nuevos modelos de negocio que, junto a nuevas tecnologías como la TDT, cambiaron el mapa audiovisual.
Al mismo tiempo, en esa década la cultura digital, con sus nuevas plataformas y redes, ha emergido de manera disruptiva, cambiando las ecuaciones y las escalas, así como los comportamientos y los usos de los ciudadanos, que han pasado de ser consumidores a usuarios y después protagonistas. Es decir, el cambio tiene una naturaleza tecnológica pero sus consecuencias son sociales, culturales y de modelos de negocio. La aceleración ha sido brutal: Google (1998), Blogger (1999), Flickr (2004), YouTube (2005), Facebook y Twitter (2006).
De todas estas realidades, Twitter es –a mi juicio- el nuevo medio que más impacto está causando en la oferta informativa. Pese a su extraordinaria simplicidad (mensajes cortos de 140 caracteres), su potencialidad ha sido extraordinaria, por ejemplo, como el canal de referencia manifestaciones y concentraciones en torno al 15-M. Ya en 2009, su creador, Jack Dorsey, dijo de Twitter: “No es una red social, sino una herramienta de comunicación”. Y los hechos demuestran que no le faltaba razón.
Twitter se ha convertido en el canal más libre, autónomo y dinámico para compartir información, sí. Pero también en el más versátil canal multiplataforma y en el sensor de comportamientos sociales más certero de los estados de ánimo, las ideas reputacionales y los contextos públicos (hashtags). La brevedad no ha sido un obstáculo ni para la calidad ni para la transparencia. La posibilidad de retuitear (compartir los tuiteos) o mencionar a las personas o fuentes hacen del canal un flujo constante de pistas y retazos vitales de gran tensión informativa. Además, los acortadores de URL han incrementado la conectividad y han ampliado el potencial del tuiteo como un mensaje triple: titular, fuente y más información con el link asociado a una página web, un blog, una red social o un contenedor de documentos digitales.
Hoy se escriben un promedio de 170 millones de tuiteos al día en todo el mundo; de ellos, el 1,25% incorporan un enlace a una fotografía (2.125 millones de imágenes diarias) y un 15% llevan adicionalmente un enlace vinculable. España cuenta con 3,1 millones de usuarios, situándose en el top ten de países que usan Twitter. El crecimiento es espectacular.
Todo esto es extraordinario, sí. Pero lo más relevante es el cambio de posición y de actitud por parte del ciudadano que se informa. La intermediación de los medios y sus profesionales es desplazada (no sustituida) por la audiencia global que asigna valor a las informaciones en función de la calidad y relevancia del contenido o de la reputación del autor. Los ciudadanos han dejado de consumir (paguen o no por el producto o servicio) para ser los protagonistas de la información. Los partidos han perdido el privilegio de la política, así como los medios han perdido el privilegio de la información (desaparece la exclusividad).
En España existen más de 60 millones de teléfonos móviles. Muchos de ellos, casi el 40%, son smartphones instrumentos con capacidad de conectarse, navegar, capturar sonidos e imágenes y enviarlas en tiempo real al mundo global.
Tenemos en las manos, en nuestros dispositivos móviles, más tecnología que toda la que utilizó el ser humano para llegar a la Luna. Nunca como hasta hora el sueño de David contra Goliat -donde un pequeño puede ganar a un gigante, donde el poder no depende del tamaño o de la fuerza sino de la destreza e inteligencia- ha estado tan cerca.
Las marchas y las concentraciones posteriores al 15-M han situado a Twitter como el canal principal, como el medio natural de la sociedad crítica. La capacidad de convertirse en un medio alternativo –o complementario- y muy influyente en la creación de opinión pública está ya fuera de toda duda.
Twitter genera información etiquetada, da visibilidad al flujo de estados de ánimos y crea marcas mundiales que afectan seriamente a la reputación de personas, organizaciones y países. Los últimos trending topic mundiales son un ejemplo de la vulnerabilidad de los que no entiendan la sociedad digital.
La década del “esta pasando, lo estás viendo” deja paso al mundo del “está pasando, lo estamos haciendo”. Y te lo estamos contando. Sin intermediarios. En tiempo real y al mundo global. David contra Goliat. De la honda y la piedra a la onda digital y el tuiteo. Así también se tumban gigantes.
Fuente Blog de Antoni Gutiérez-Rubí