Por: Luis Arroyo
Roberto Rodríguez y Daniel Ureña han escrito “Diez razones para el uso de Twitter como herramienta en la comunicación política y electoral.” Es de agradecer el esfuerzo de síntesis y la recopilación de referencias del artículo, que aporta ideas interesantes. Sin embargo, el texto, a mi modo de ver, se desliza rápidamente por la rampa de la ciberutopía, tan frecuente últimamente. Aporto aquí de manera sintética mis diez razones de contraste por la que creo que Twitter es un entretenido divertimento, pero no sirve en realidad para mucho en la comunicación de candidatos y gobiernos con el público.
- Sí, claro, Twitter te permite dirigirte a audiencias muy amplias, como el email, o el teléfono o el correo de papel. Pero nadie cree hoy que el teléfono, o el email o el correo cambiaran sustancialmente la política. A los ciberutópicos quizá les convenga saber que cuando nacieron aquellas formas de comunicación, como cuando nació la televisión o la radio, no faltaron quienes anunciaron literalmente la paz mundial y la expansión de la democracia. No llegaron ni la una ni la otra. Es más que dudoso que, esta vez sí, una tecnología como esta vaya a revolucionar la política.
- La diferencia es que Twitter es una empresa privada, en régimen de monopolio, de momento, y que puede censurar a su antojo. Nadie puede censurar tus comunicaciones por email, ni por teléfono, ni por carta. Pero Twitter es una empresa que hace literalmente lo que le da la gana: puede suprimir cuentas, es decir, censurar. Puede eliminar trazas históricas de archivos, como hizo al inicio de la Primavera Árabe… Sólo eso bastaría para que los ciberutópicos fueran un poco más críticos con la comunicación en Twitter.
- Si te siguen muchos no puedes dialogar con ellos. Evidentemente, Obama no ”conversa” con sus seguidores, que son 14 millones aproximadamente. Esos 14 millones de individuos podrán decir lo que quieran, como pueden llamar a la Casa Blanca, ponerle un email o llamar al programa de radio favorito. Pero su voz no vale mucho más que con las tecnologías anteriores. El problema de Twitter es que quienes lo usamos y podemos más o menos interactuar con nuestros seguidores porque no son demasiados, creemos que teniendo un par de millones de ellos podemos hacer lo mismo. Sencillamente no es así. Twitter sigue reproduciendo el único esquema posible de la política: una minoría habla, la inmensa mayoría escucha y, en todo caso, decide. Ha sido así siempre, también cuando Bernays (¡por dios, Bernays, el sobrino de Freud, el servil proveedor de los más poderosos del mundo!), en los años 20, anunció la llegada de la “comunicación bidireccional.” Daniel y Roberto dicen que ”antes solo los periodistas podían tener el privilegio de hablar con los políticos y preguntarles; ahora esa posiblidad está al alcance de todos.” Pero no es verdad. Antes tú también podías enviar una carta de papel o de bits a un político. El problema es que no te contestaban. Y ahora, generalmente, tampoco se hace, aunque el mensaje vaya a través de Twitter. De hecho, Twitter trivializa el mensaje por sus limitaciones y sus características y lo hace más irrelevante. He trabajado en Moncloa cinco años y otros dos en otros lugares del Gobierno. Sé qué diferencia hay entre una carta recibida a través de registro, y un tuit.
- Twitter es una manera extraordinaria de compartir información, pero no para movilizar.Twitter es espasmódico, caótico, ciclotímico. Sí, permite que un documento, un vídeo o un artículo circule a toda velocidad. Pero fomenta lo que yo he llamado sofactivismo(slacktivism diría un anglosajón): un activismo de muy bajo coste e intensidad. Te deja tranquilo pensando que ya ha hecho la buena acción del día por retuitear un mensaje de protesta. Echa un vistazo a Actuable, por ejemplo, y observa: un menú infinito de campañas para que elijas desde tu sofá dónde vas a aportar tu irrelevante granito para la “transformación del mundo.” No quito mérito a los sofactivistas (al menos hacen algo de activismo, aunque sea activismo pop), y menos aún quito mérito a quienes han ideado esas formas de participación, que algún efecto coyuntural pueden tener en alguna causa, y que son con toda seguridad activistas también en el mundo “real”, pero pensar que ahí está la base del activismo del futuro, me parece que va un trecho demasiado grande. Vale más elvaliente anónimo que se plantó frente al tanque de Tiananmen, que tres millones de tuits enviados al gobierno chino pidiéndole apertura política. Quienes mejor lo saben son las autoridades chinas.
- El gran activo de Twitter es, precisamente, que te permite algunas – pocas, muy pocas – veces, acceder a los medios de masas. Por supuesto, sería estar ciego no comprender que hoy Twitter es una extraordinaria manera de estar informado (y también desinformado) al minuto. Prácticamente todos los periodistas están ya en Twitter. Pero el punto está en que los más relevantes, son periodistas de radio, televisión o prensa. Basta mirar la lista de los más seguidos. Nacho Escolar o Fernando Garea o Ana Pastor tienen decenas de miles de seguidores porque salen en la tele. No al contrario. En el ámbito político grande, puedes ser un dios en Twitter, pero hasta que la tele o la radio o la prensa no se hagan eco de ello, no serás nadie.
- Quienes te siguen están ya convencidos. Sí, claro, eso no está nada mal. Puedes pedirles que te viralicen algo, o convocarles a una reunión, etc. Pero no vas a convencer a nadie. Yo no sigo en Twitter a alguien especialista en cirugía ocular, por poner un ejemplo, para ver si me convence de lo interesante que es. Sigo a quien me interesa y quien me gusta. En la política, uno sigue a su candidato o político preferido, o bien a quien no le gusta nada para ver qué hace.
- Tener cuenta en Twitter no significa que estés todo el día mirando. Como sabemos los que lo usamos a diario, tener cuenta en Twitter no significa que estés todo el día ahí. El otro día sorteé tres ejemplares de mi nuevo libro en Twitter. Uno de los “agraciados” ni se enteró, y aquí tengo su ejemplar esperando. Otro, cuando le mencioné anunciando el resultado, dijo que no sabía que era lo que le había tocado. Sólo una profesora siguió todo el proceso correctamente: vio mi mensaje inicial, supongo, o en cualquier caso los dos o tres que envié recordándolo, y luego vio el resultado. No es muy científico como experimento, pero sí indicativo. De manera que cuando estás todo el día enviando tuits, es muy probable, sencillamente, que la gente pase de ti. Y si mandas pocos mensajes, pasarás desapercibido. Algunos me preguntan cómo siendo tan crítico con Twitter soy relativamente activo en la red. No tiene nada que ver: Twitter me permite ver lo que se hace en comunicación política y aportar mis opiniones, pero eso no quiere decir que ahí esté la clave de la participación política.
- Twitter es una excelente fuente de gazapos, meteduras de pata y contrataque. Eres superactivo en Twitter, como Esperanza Aguirre, y los críticos rápidamente te inventan Espeonza Aguirre, con mucho más ingenio que tú misma. Pones un comentario a tus seguidores con la mejor voluntad, y te insultan y te vilipendian a la vista de todo el mundo, en tu propia casa. Muy democrático, sí, si no fuera porque la inmensa mayoría de esos activistas pro y contra actúan, como siempre ha sido, conforme a sus filiaciones políticas previas, sus prejuicios y sus predisposiciones. Todo menos una conversación racional, que es imposible, por otro lado, en mensajes de 140 caracteres.
- La inmensa mayoría, sencillamente, no está ahí. En las últimas elecciones generales españolas, sólo el 3 por ciento de la población envió algún mensaje político en alguna red social o por email, según el estudio postelectoral del CIS. Una cifra ridícula. Y sólo el 7 por ciento recibió alguno. También ridícula. Serán más en el futuro, sin duda, pero el cien por cien de la gente recibe ya mensajes por televisión y por radio. Una marca difícil de batir. El otro día pregunté en la Complutense a cuatro colegas periodistas y responsables de comunicación de gabinetes de prensa de políticos si preferían un cuarto de hora en prime time en televisión o veinte mil seguidores de Twitter, y no lo dudaron.
- Es entretenido, hay que monitorearlo, genera ciertos vínculos y es gratis. Hay que usarlo. Pero está lejos de ser la panacea de la comunicación política, que por mucho tiempo seguirá siendo la televisión. Todo el mundo sabe hoy que Hollande y Sarkozy tuvieron un encuentro memorable, de mucha altura, y que probablemente saliera mejor parado el primero que el segundo. Todo el mundo lo sabe. Y lo saben por la televisión y la radio, no fundamentalmente por Twitter.
Referencias sobre estas cuestiones pueden encontrarse en El poder político en escena. Historia, estrategias y liturgias de la comunicación política (RBA, 2012).
Fuente: Blog de Luis Arroyo
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