Por: David Iglesias
Muy poco le debe de gustar a Obama esta campaña presidencial. 2012 no es 2008 no sólo por la evidente diferencia temporal, sino porque en esta elección no caben grandes eslóganes ni es posible surfear olas de emoción entre los estadounidenses. Esta elección va de números feos y de economía. Cuatro años más tarde, Estados Unidos ha dejado atrás la crisis, pero no logra despegar con fuerza y la clase media sigue sufriendo a diario las consecuencias de una recuperación muy débil, amenazada por la inestabilidad de los países de la Zona Euro, especialmente de España e Italia.
A los problemas económicos se suma un Mitt Romney que cada vez parece estar más fuerte. Su reciente victoria en las primarias de Texas le ha hecho llegar a ese mágico número de delegados que hasta hace tres meses parecía inalcanzable: 1.144. Cerrada la lucha fratricida entre los republicanos, se abre el cuerpo a cuerpo entre Obama y Romney, un combate que todos los expertos vaticinan arduo y complejo. Después de todo, las encuestas están muy ajustadas: el presidente tiene una ventaja del 2,3%, es decir, nada. Todo dependerá de unos pocos miles de votos muy concretos en lugares muy señalados sobre el mapa.
Este escenario convierte a esta campaña presidencial en una auténtica batalla de estrategia para meterse en el bolsillo esos votos clave. Una carrera hacia la Casa Blanca en la que no caben errores de bulto, y en la que se enfrentan lo nuevo contra lo viejo, dos filosofías electorales: ¿qué ejerce más influencia sobre el votante, un anuncio de televisión en “prime time” o que un amigo vaya a tu casa y te hable de las maravillas del candidato?
Romney acude a la contienda con las armas tradicionales, que no por viejas dejan de ser menos efectivas. Su estrategia: bombardear las ondas de radio y televisión de estados como Ohio, Virginia o Florida con decenas de anuncios negativos. Así logró derrotar a sus principales oponentes republicanos, Newt Gingrich y Rick Santorum. Contará con “munición” pesada, a tenor de las últimas cifras de recaudación: en mayo logró más ingresos que Obama.
En última instancia, Obama también producirá cuantos más anuncios, mejor. Sin embargo, centra muchísimos más esfuerzos que Romney en localizar a los votantes clave, tocar la puerta de su casa (o conquistar su muro de Facebook), convencerles de que el 6 de noviembre acudan a las urnas y de que además voten por él. Es tan ajustado el escenario que más que microtargeting este esfuerzo será una auténtica obra de nanotecnología electoral.
Consciente de la situación, Obama ha puesto su enorme maquinaria al servicio de estos esfuerzos. Y, al paso que va, camino lleva de convertirse en la campaña que más personas ha involucrado de toda la Historia. La suya es una auténtica demostración de poder organizativo: más de 100 oficinas por todo el país (incluso en Wyoming, estado fuertemente republicano); más de 700 empleados; más de 1.200 estudiantes colaborando en prácticas… y miles de voluntarios. Estos últimos son la verdadera espina dorsal de Obama: cuantos más, más opciones de tocar esa puerta clave que le dará la victoria.
¿Cómo se articulan estos voluntarios? Principalmente a través de las nuevas tecnologías, en especial a través de las redes sociales, cuyo poder de organización no tiene rival. En este sentido, es interesante destacar el caso de Americans Abroad for Obama, un grupo más de los cientos de apoyo a Obama pero que ilustra esta estrategia y concepto. Formado por voluntarios localizados en distintas partes del mundo, busca llegar a estadounidenses que vivan en el extranjero. ¿El objetivo? Además de convencerles en términos electorales, recaudar, recaudar y recaudar. Para ello, los esfuerzos en Facebook y Twitter de este grupo van más allá de construir comunidad y acaban en una “landing page” a través de la que se puede donar dinero.
Quién ganará el 6 de noviembre depende de demasiadas variables. Sin embargo, de esta carrera presidencial se extraerán grandes lecciones para la consultoría política: ¿hasta dónde influyen las nuevas técnicas y hasta dónde perviven los viejos modos de hacer campañas?