Por: Tomas Vidal
¿Sirven o no sirven las campañas negativas? Más allá de la ética: ¿Qué efectos tiene sobre el electorado una campaña sucia? ¿Le resta votos al atacado? ¿Esos votos se trasladan al atacante? ¿O puede provocar un efecto de rechazo contraproducente hacia el atacante, y terminar fortaleciendo a quien recibe el ataque?
Las campañas negativas modernas tuvieron su origen en la presidencial de USA en 1988, donde se enfrentaban George H. Bush vs Michael Dukakis, uno gobernador de Texas, el otro de Masachusetts.
Resulta que Dukakis siendo gobernador había apoyado los permisos de salida de fin de semana para los presos modelos. William Horton, un asesino condenado a cadena perpetua en el estado de Massachusetts, aprovechó el sistema de permisos defendido por Dukakis y se fugó. Un año después, en 1987, fue apresado en Maryland y condenado a dos cadenas perpetuas extra por haber violado a una mujer.
El equipo de campaña de Bush descubrió en un focus group el impacto que tenía el issue de Horton en los votantes demócratas.
Así primero difundieron esta pieza:
Y luego un famoso spot de las “puertas giratorias”, donde si bien no se mencionaba a Horton, se mostraba como “salían” los presos de una prisión, convenientemente latinos y negros.
Bush ganó las elecciones. Y a partir de allí el caso Horton pasó a ser el argumento de los defensores de las campañas negativas.
Pero: ¿Siempre son efectivas las campañas negativas?
Los republicanos quisieron recuperar el espíritu de Willie Horton contra Obama en 2008 y no funcionó
En las legislativas argentinas de 2009 los candidatos de Unión-Pro Francisco De Narváez yGabriela Michetti sufrieron de repetidos ataques por parte del Gobierno con un largo spot repetido hasta el cansancio, donde los pegaban a Menem y a las privatizaciones:
Pero no fueron los únicos. También el Acuerdo Cívico y Social (UCR, Partido Socialista y Coalición Cívica), supuestamente defensores de las “buenas maneras” en la política, cayó en la tentación, y también le fue mal.
Fuente: Eleccionario