Por: Diana Rubio
Está todo inventado, y por ello, siguiendo la teoría de la economía de la atención expuesta por Goldhaber hay una necesidad latente de introducir nuevos elementos para poder captar la atención del público objetivo o target.
El vender una determinada marca ya no solo pasa por la compra de un producto característico, conlleva un trabajo mucho mas de fondo que van cambiando y evolucionando para conseguir sus objetivos a la vez que el contexto en el que se encuentra.
Está muy en boca de todos el branding sensorial, marketing experiencial, el neuromarketing, y la potenciación de los sentidos.
La vista, el tacto, el gusto, el oído, y ahora el olfato, toman protagonismo a la hora de introducir nuevos elementos que ayuden a reconocer y comercializar un producto determinado.
El olor a pan recién hecho, a tierra mojada o un perfume que llevaba nuestro abuelo, consigue rememorar una situación ya vivida, tanto si es con un olor que nos seduce, como si no.
Los odotipos, la creación de imágenes olfativas exclusivas y características, comienzan a ganar audiencia, y consiguen acercar ciudadano y memoria con un objetivo marcado, ya que se basan en el efecto Proust, el cual describe que el olor o el aroma puede activar la memoria y con ello puede estimular recuerdos.
Marcas como Victoria Secrets o los parques Disney ya utilizan estos nuevos elementos.
Y ahora que estas fragancias nos envuelven al entran en una tienda, o en un evento corporativo, ¿no podríamos extrapolarlo al terreno político?
Todos tenemos un olor característico, y esa fragancia es la que nos distingue de los demás. Por tanto, ¿A que huelen nuestros representantes?
Nunca me había parado a pensar como huele Rajoy o Urkullu, ni Aguirre o Díez. Pero es cierto que el encontrarnos con un olor que nos atraiga, ayudará a que la percepción que tengamos de un determinado político mejore o empeore. Ya no sólo la imagen visual que tengamos del mismo, su perfume también hay que tenerlo en cuenta.
Es en el contacto cercano con el ciudadano donde el representante en cuestión, se la juega. Sin embargo, una fragancia embriagadora, un olor que navegue por los lugares mas profundos de nuestra memoria y consiga sacar a relucir una experiencia positiva vivida, hará que asociemos a ese político con una situación, espacio o persona de nuestra vida, consiguiendo indirectamente una vinculación directa con él.
La creación de estos odotipos o imágenes olfativas características, juegan con un aspecto en contra; personalizan la política con algo cotidiano como es el aroma individual. El reto está en conseguir un odotipo general del partido político.
Bajo mi punto de vista considero que los responsables de comunicación y marketing de un partido conseguirán en un futuro caracterizarlo con una fragancia en particular, un olor exclusivo que, al igual que su himno oficial reconocible donde lo escuchemos, lo percibamos y rememoremos aquella experiencia positiva o negativa con el partido en cuestión.
Los odotipos políticos son un mundo por descubrir ¿Conseguirían mejorar sus resultados generales con la creación de imágenes olfativas?
Fuente: Política y Protocolo