Por Soluntia
Durante los años 80, siendo el Neoliberalismo la ideología dominante de trasfondo, se empezó a fraguar una forma de gestionar las Administraciones Públicas, la Nueva Gestión Pública, desde ahora NGP. Tiene su origen en los sistemas anglosajones como Reino Unido o Nueva Zelanda.
La teoría webberiana propone una administración con legalidad y jerarquía así como organización y eficacia. Y esta es una de las bases teóricas de la NGP, junto con otras como la Teoría de la Elección Pública (de Buchanan y Niskamen) o la Teoría del gerencialismo y profesionalización de la Política. Eso dio lugar a un modelo burocrático que se caracterizaría por la separación entre política y administración, regularidad procedimental y control jerárquico.
Durante los años 90 da un giro esta doctrina orientándose hacia el Estado y menos hacia el ciudadano abanderando el paradigma de las “tres D”: Delegación, Desinstitucionalización, Devolución, y la “triple R”: Receptividad (receptiva a las demandas de los clientes y calidad de los servicios), Reinvención del gobierno (El gobierno lleva el timón pero no rema) y Reingeniería (Es replantear las organizaciones desde cero). O lo que es lo mismo, se reafirma en la filosofía de considerar al ciudadano como un cliente y el servicio público como un producto.
Sin embargo, la NGP se tuvo que enfrentar a dos factores “inesperados” y relacionados entre sí: la globalización y el nuevo contexto de la Sociedad de la Información y la Comunicación a mediados de los 90. Ambos fenómenos contribuyen a implementar una nueva forma de gestión pública.
Sin embargo la NGP reacciona de forma adversa y se recrudece.
Diversos autores como Henry Mintzberg critica que este paradigma es una reacción a la denominada crisis del Estado del Bienestar y que busca la privatización parcial (o avanzada) de las Administraciones Públicas mediante la agencialización.
Esto (continúa Henry Mintzberg) se une al retraso tecnológico que sufren los Entes públicos que han quedado obsoletos y no reúnen los requisitos necesarios para dar respuesta a las nuevas demandas en la denominada Sociedad de la Información y la Comunicación:
“Visto de este modo, no podemos seguir gestionando como lo hemos venido haciendo hasta ahora, ello debiéramos tenerlo muy claro a estas alturas. Las obsoletas tecnologías de gestión con las que hemos intentado manejarnos en estos primeros años del siglo XXI han resultado del todo insuficientes para resolver los viejos problemas – arrastrados y como herencia de dicha precariedad en el pasado – y no nos permiten asumir de manera efectiva los nuevos desafíos y el carácter impredecible e inestable que nos presentan las nuevas realidades y sus contextos asociados. La fatiga (y parálisis) paradigmática es evidente y requiere actuar en consecuencia.”
El posible fracaso de la NGP abre el camino hacia un nuevo paradigma sociopolítico, la Gobernanza. Este paradigma invita a reflexionar sobre cuestiones como el buen gobierno, la democracia, etc. Una mirada más orgánica, más ligada a las emociones cívicas, más centrada en el ser humano y las instituciones que construye para la convivencia social (Ramírez Alujas, 2004).
Pero además, la Gobernanza pretende un reparto de responsabilidades en las que el ciudadano forma parte activa e integrante de la Política mediante su cooperación, con sistemas más horizontales, el diálogo democrático, etc.
Este paradigma, al contrario de lo que ocurría en el anterior, tiene una reacción muy positiva (en cuanto a sus axiomas) al “encontrarse” con la ya nombrada Sociedad de la Información y la Comunicación y más concretamente con el concepto “Open” del que ya se habló hace un tiempo en este blog.
Estos dos paradigmas tan relacionados entre sí comparten mucho de su filosofía y permite que se pueda hablar de Open Governance (Gobernanza Abierta) y de esta manera se pueda considerar como un cuerpo teórico compacto.
El problema (como suele ocurrir en estos casos) es que su praxis resulta muy complicada, máxime cuando gran parte de la clase política piensa que se requiere de muchos recursos económicos para que su funcionamiento sea efectivo.
Sin embargo, ciertos acontecimientos como el memorándum que Barack Obama plasma en un documento en 2009 nos permiten hablar de Open Government. Y ya sí estamos hablando de práctica política y no sólo una teoría.
Es decir, podríamos llegar a la conclusión (bajo esta lógica) que Open Governance es un cuerpo teórico proveniente de la Ciencia Política y la Sociología junto con otras corrientes de pensamiento actual y Open Government es la puesta en práctica de ese paradigma. La tecnología permite que esas prácticas puedan ser abiertas a la ciudadanía de forma sencilla y facilita que ésta misma pueda colaborar, cooperar y participar activamente de la Política siempre que se dé dentro de un entorno trasparente, a lo cual también ayuda esta misma tecnología.
Uno de los grandes retos supone tener la capacidad de innovar constantemente de modo que se puedan gestionar y solucionar problemas y responder a necesidades ciudadanas que mejoren los resultados de las Administraciones…
Quizás todavía queda mucho trabajo por delante para poder implementar estrategias completas de Open Government.
Mientras tanto, a seguir innovando…
Fuente: Piensa y Comunica