Por: María Vázquez Lorca
Esta semana hemos tenido oportunidad de recordar y redescubrir algunas características políticas y sociales muy concretas durante el mandato de Margaret Thatcher como Primera Ministra del Gobierno de Inglaterra. El motivo ya saben cuál es. Pero de todas las imágenes, vídeos, análisis, críticas, halagos, etc…me ha llamado especialmente la atención, la importancia que Thatcher (primera y única mujer en pisar el 10 de Dowing Street como PM) dio a su estilo de vestir, no como mero medio sino como fin político y de poder. Y especialmente, a prendas muy concretas que comunicaban exactamente ideales, premisas y aspectos que quería remarcar. En decir, el lenguaje del estilo y la moda, como herramienta potente de comunicación política.
Herbie Knott |
La moda, para Margaret Thatcher, era un instrumento político, una herramienta de clase y, sobre todo, una fuente de riqueza. Y es que pocas mujeres con cargos públicos han sido tanconscientes de la importancia de crear una marca de estilo única. Quizás porque durante décadas fue el símbolo más claro de la entrada de la mujer en un mundo hecho a medida por y para hombres, un mundo en el que la valía femenina no parece ser suficiente y tiene que demostrarse constantemente, en la forma y en el fondo.
Nadie, salvo contadas extravagancias en momentos muy concretos, presta demasiada atención al vestuario de los políticos varones, pero no es la tónica habitual con los trajes de mandatarias y primeras damas. Thatcher lo sabía, y aunque su cargo y su férrea actitud conservadora le impedían mostrar una afición especial por la moda y la ropa, supo construirse con éxito un uniforme, una imagen icónica tan fuerte que aún hoy es perfectamente reconocible e imitable.
He leído que uno de sus asesores, el productor de televisión Gordon Reece, le aconsejó dejar de llevar sombreros y collares de perlas. Hizo caso de lo primero, pero rechazó quitarse el collar de perlas por ser un regalo de su marido. Desde los comienzos de su mandato, empezó a combinar de forma extraña blusas de lazo con collares y estampados con broches en la solapa.
Pero su estilista creó especialmente para ella trajes y blusas de hombros pronunciados y colores chillones. La rigidez de los hombros era una de las obsesiones de la Primera Ministra, quizás porque así ilustraba en la forma la austeridad y la beligerancia de su contenido político. Los colores eran otra de sus señas de identidad ya que tenían como objetivo hacerle destacar entre la multitud y le permitían jugar incluso con la política exterior. En sus viajes, procuraba llevar trajes del color de la bandera nacional del país que visitaba.
Aunque se negara a declararlo abiertamente, la moda y su lenguaje eran para Thatcher un instrumento político, una herramienta de clase. Seguramente ella nunca quiso ser la mejor vestida, pero sí la más recordada. Y no estamos hablando de elegancia o estilo en su esencia como lo conocemos hoy. Lo suyo era el estilo del poder, la moda como valor político.
Fuente: Blog Maria Vázquez