Por Albert Medrán
Son los cien primeros, como podrían ser doscientos o diez. Lo importante es el concepto. La idea de tener unos días para llevar a cabo la transición desde la oposición al gobierno. Del banquillo, a llevar el dorsal titular. Nunca tendremos una segunda oportunidad de crear una buena primera impresión. Y los cien primeros días son esa primera impresión. Veamos su importancia.
El origen
Franklin D. Roosevelt fue el primer presidente estadounidense en acuñar el término y en usarlo con fines comunicativos. Como en muchos otros ámbitos, somos herederos de los usos de la política estadounidense. FDR llegó al poder en el cuarto año de una crisis económica de alcance mundial. Necesitaba transmitir capacidad de reacción ante ella y mostrar resultados que cambiaran la situación. Generar confianza y optimismo a la ciudadanía y a los mercados.
Los cien primeros días de FDR son, en cierto modo, únicos. Las circunstancias y un modo de hacer política muy diferente al actual permitieron que el presidente pudiera ver aprobadas 15 leyes importantes en el Congreso. Sentó precedente e inauguró una nueva manera de medir los tiempos en político. Roosevelt no se separó ya de la ola del cambio que supo crear.
Gestionar una transición
Los cien primeros días son importantes porque muestran si un líder está capacitado para gestionar una transición. O lo que es lo mismo, para calibrar si los electores tomaron la decisión correcta al apostar por un candidato. Por ello, es importante demostrar que se tiene capacidad para ello.
En esta labor de gestión, el primer asalto es la propia formación de gobierno. La elección de los ministros y ministras es ya un mensaje político en toda regla. Aunque la oposición no valore o critique los nombramientos, sus experiencias previas lo harán.
El segundo asalto es el propio plan de acción político. Suele ser habitual que los presidentes recién elegidos centren su actividad en el problema que les ha hecho ganar las elecciones: economía, terrorismo, política exterior, políticas sociales. José Luis Rodríguez Zapatero anunció la retirada de las tropas de Irak en su primer acto como presidente. Roosevelt, en cambio, se centró en la economía.
Conquistar las percepciones
Volvamos a la primera impresión. E invitemos a la atención a este baile. Los políticos compiten con un sinfín de actores por nuestra atención. Que es un bien preciado y limitado. Por ello, es importante conquistar las percepciones de los ciudadanos respecto al líder que recién ha asumido el cargo.
Muchos electores le recordarán por lo que haga durante el inicio del mandato. Si consiguió cumplir propuestas electorales, mejorar la situación, etc. será percibido como alguien eficiente y confiable. Si incurre en errores o inestabilidad manifiesta, los electores desconfiarán del nuevo gobierno. El primer gobierno tripartito, presidido por Pasqual Maragall, dio buena cuenta de ello tras la reunión con ETA del conseller en cap Carod-Rovira.
Las percepciones se fijan en la mente del elector y por ello es importante comprender el valor de los primeros cien días de gobierno para poder aprovecharlos. Aunque no todos los nuevos presidentes eligen esa vía: algunos prefieren dejar los logros para más adelante.
Un producto de comunicación
Lo importante es entender el valor estratégico para la comunicación y para los propios resultados. Y, en consecuencia, comprender que los cien primeros días son un producto de comunicación en sí mismo. ¿Qué se quiere conseguir? ¿Qué se va a comunicar? ¿Quién lo va a hacer? ¿Qué papel va a tener el presidente o presidenta? Tras responder a esas preguntas, también es importante concebir la propia comunicación de los cien primeros días.
Esa comunicación puede hacerse con la presentación de informes, discursos o una serie de actos para conmemorarlo. Concebirlo como un propio hito para reforzar los efectos.
Fuente: E-campanya