Por: María Vázquez Lorca
Los “superpoderes” en política no tienen nada que ver con liderazgo. Entre otras cosas porque los “superpolíticos” no existen. Sorry (al menos en el mundo real). Sobre conocer las verdaderas realidades y necesidades de cara a gobernar y liderar, la mejor forma de aproximarse a la definición de liderazgo es la de tratar de verlo en situaciones concretas y ante problemas concretos. Una situación de crisis, una catástrofe, dificultades inesperadas, por ejemplo, problemas que se perciben insuperables y que son ocasiones y oportunidades para que el liderazgo surja. El liderazgo no es sólo personal, puede ser también colectivo. Puede ser percibido como un líder con capacidad de marcar la senda de futuro a la mayoría de ciudadanos sin estar entroncado en un partido político o en un movimiento social determinado, pero también puede tratarse de una o varias personas que actúan desde el seno de un partido político o de un movimiento social. Así que sí, no necesitamos tanto “superpolíticos” como liderazgo y líderes.
Repensemos la situación real: Estamos ante un presidente del Gobierno no únicamente poco carismático, sino con escasa voluntad de comunicación ciudadana. Esas comparecencias por televisor de plasma, mientras la gente se derrumba económica, social y anímicamente, no son únicamente uno de los mayores patinazos de este hombre (sólo comparable a los alardes líricos de su “niña”, o ecologistas, con “Yo tengo un primo que me ha dicho que no hay cambio climático”), sino una acreditación, manifiesta y directa, del escaso interés por la pedagogía en sus comparecencias. La base del mensaje viene a ser algo como: esto tiene que ser así, porque no hay otra manera y ustedes lo tienen que aceptar con paciencia. La explicación de la base de esta estrategia del mensajes es que parte del PP ha tenido una escuela de comunicación diferente. En decir, las personas que vienen de UCD, con un presidente como Adolfo Suárez, porque Suárez, además de ser un tipo encantador, comparecía cada vez que hacía falta, porque se sentía en la obligación de explicarse y nombrar la letra pequeña del discurso.
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En estas condiciones, cualquier líder de la oposición medianamente en forma estaríasacudiendo al presidente en velocidad dialéctica, apostura, cercanía y dicción. Lo curioso es que Rubalcaba tiene fondo yganaen las distancias cortas y medias, pero ahora es necesario un candidato que no tenga un pasado que lo lastre y que pueda contemplar la juventud del futuro inmediato. Algo que parece obvio pero no lo es tanto ¿verdad?.
Pero esto no lo demanda únicamente la base del PSOE ni de la izquierda. Lo pedimos a gritos (a veces silenciosos) toda la sociedad, porque entre otras cosas es necesario un contrapeso político que tenga en cuenta los tiempos actuales cambiantes. Esto no quiere decir que el/la candidat@ tenga que salir directamente de la calle, pero sí que ha de estar en la calle. Ha de haber trabajado en el sector privado. Ha de conocer la tensión que se vive en la acera, tiene que haber leído “Indignaos”, de Stéphane Hessel, y haber escuchado a José Luis Sampedro, asumir la injusticia terrible del desahucio y comprender que mientras los políticos no se remanguen y se pongan por fin a pie de obra, no nos comprenderán de verdad.
Con la sociedad en red (aunque el presidente Mariano Rajoy no la entienda así), ¡cada ciudadano es un espacio de comunicación!. El descrédito político ha erosionado tanto, que hace falta empezar de nuevo para poder seguir. No es que sea momento para buscar un nuevo candidato, es que sin nuevo candidato no habrá momento. Necesitamos una nueva forma de hacer política (nacional, autonómica, municipal) que esté menos pendiente de la foto de promoción interna. El nuevo candidato, o candidata, deberá hacer suya la ética política. Recuerdo la película “El candidato” y pienso en Bill McKay(encarnado por Robert Redford) y me pregunto si no existe (en la cantera o en la calle) ese equilibrio tan difícil de magnetismo, discurso y compasión,dispuest@ a proyectarse sobre la ciudadanía y ofrecer un mensaje de esperanza y piedad. Quizás lo que también necesitemos sea el flequillo rubio (que de luz) de Robert Redford.
Fuente: Blog Maria Vázquez