Por: Diana Rubio
En el mundo de la política, estamos empezando a acostumbrarnos a que las contradicciones en las palabras y formas de actuar de nuestros representantes, sea una práctica común.
Es normal ver como se aprenden un discurso de memoria, hablan con expertos sobre una determinada materia, como nos enseñan sus sonrisas mas ensayadas o como mimetizan con el escenario en el que se encuentran, pero en algunas ocasiones, los despropósitos en sus formas de comunicar confunden a la población y hacen que reflexionen sobre si sus políticos están preparados o no para desempeñar las tareas que su posición requiere.
La falta de conexión entre las cosas que dicen y hacen, pueden causar todo un revuelo social, por el incumplimiento de una norma expuesta por ellos, o por la exigencia en un aspecto determinado a la población que ellos después no tienen en cuenta.
Uno de los campos donde mas incoherencias encontramos, es en los relacionados con la seguridad vial.
El grabar un vídeo dentro de un coche en movimiento, y no caer en abrocharse el cinturón de seguridad, para el cual se han hecho campañas millonarias de concienciación ciudadana, deja en entredicho las normas vigentes y la asimilación que los protagonistas de la grabación tienen de las mismas.
Un cinturón, un casco inexistente mientras paseamos en moto e incluso utilizar el teléfono móvil, son tres situaciones en las que los políticos olvidan que pueden ser sancionados por la autoridad competente y controlados y puestos en entredicho por los propios ciudadanos.
Si en seguridad vial hay multitud de casos, las relaciones con los medios, a veces tensas, a veces no, se encontrarían en el segundo lugar de las incoherencias que cometen nuestros políticos.
El realizar ruedas de prensa donde no están permitidas las preguntas, considero que son dictaduras informativas, ya que lo único que se pretende es transmitir un mensaje aprendido a la población sin interactuar con él, como una única verdad. Estas ruedas de prensa contrastan totalmente con los reportajes y entrevistas a varias páginas que conceden a revistas de prensa rosa, donde contestan a preguntas de su vida privada, dando lugar a pensar que la inmediatez informativa de sus funciones como representantes ciudadanos les importa lo mismo que el precio de un café.
Pero estos casos concretos, encuentran un añadido en las grandes obras arquitectónicas con presupuestos descomunales que luego no tienen un uso habitual, o terminan por quebrarse o romperse. ¿Que justificación tiene el emplear grandes sumas de dinero a estas partidas cuando tenemos a la población rozando los umbrales de pobreza?
En estos días, esas incoherencias se hacen palpables en los desdichos acerca de los casos de corrupción que sacuden nuestro país.
El cuarto poder, como comunmente se conoce a los medio de comunicación, están publicando diferentes informaciones sobre las malas práxis que los representantes pueden haber llevado a cabo;
Que si lo tiene, que si no lo tienen, que si es él, que si no es él, que si lo ha cogido, que si no, y un largo etcétera de ambiguedades e informaciones que crispan a la sociedad y consiguen que la desafección por la política aumente hasta cifras descomunales. Este mareo al que nos están sometiendo en sus respuestas acerca de gestiones oscuras que supuestamente realizan, dejan aún mas en entredicho a nuestra clase política.
En definitiva, si examinamos con detenimiento las contradicciones políticas que llevan a cabo algunos partidos, éstas dejan ver la nula empatía existente entre representantes y ciudadanos, donde los primeros prefieren ser recordados como políticos de dudosa reputación que como personas honradas y dispuestas a conseguir mejorar la calidad de vida de quienes les han colocado en el lugar en el que se encuentran, donde la transparencia sea la única respuesta posible a tanta incoherencia política.
Fuente: Política y Protocolo