Por: María Vázquez Lorca
Todo comunica en política, pero ¿hasta qué punto influye la apariencia física de una candidata entre los votantes? ¿Es determinante la imagen de una aspirante a político?. Resulta que NO.
Pero para intentar aclararlo, empezamos por ELLOS. Desde el comienzo de la televisión, los (asesores) políticos se han esforzado mucho para dominar el arte de vestirse para la opinión pública. Pero todo hace indicar que ya no se sienten cómodos vistiéndose de una manera que eclipse o intimide a la audiencia. Nadie quiere que le capten usando un traje de 500 euros porque nos gusta pensar que los políticos son “como nosotros” y a ellos proyectar esa idea.
Pero a pesar de todo, los equipos políticos trabajan mucho para encajar y hacer parecer accesibles y reales a sus políticos. La clave se encuentra en no permitir que nadie sepa lo mucho que lo trabajas para parecer tan natural. ¿Recuerdan a Al Gore cuando era el candidato demócrata a la presidencia en Estados Unidos? Los medios de comunicación descubrieron que le habían aconsejado que usara tonos térreos-marrones y creo que algun@s todavía se están riendo. Cuando los votantes descubren que a un político “lo visten”, a los ojos de la opinión pública, queda reducido a un infante.
Pero como decíamos ¿y ELLAS? ¿La apariencia es más importante para las mujeres en el poder que para los hombres en el poder?
En primer lugar, las mujeres tienen una desventaja en la política porque no tienen un uniforme tras el cual se pueden vestir. No tienen trajes de negocios oscuros, camisa blanca y corbata roja. Pero por otro lado, eso también les permite destacarse. Tienen más libertad de acción, más opciones para vestirse informalmente, por ejemplo.
Leía en The Washington Post que en los últimos tiempos, la tendencia de la prensa para cubrir las opciones de estilo de las mujeres en la política ha provocado un poco de controversia. Pero un estudio realizado por la Universidad de Georgetown y George Washington recoge que las mujeres no pagan un precio más alto que el de los hombres a causa de la cobertura mediática por su apariencia física.
En este estudio, han ideado una situación que fácilmente podría presentarse en unos años: un candidato hombre y otro mujer, al Congreso. Las hipotéticas candidatos son Susan Williams y Michael Stevenson. En primer lugar, se redactaron ocho versiones de lo que parecía ser un artículo de prensa típico resumiendo el apoyo de los candidatos a una ley de educación. Las historias eran idénticos excepto que cambiaron el sexo del candidato y una descripción de cómo él o ella se vestía.
Con una muestra nacional de 961 sujetos adultos, fueron asignando al azar la lectura de uno de los ocho artículos redactados en prensa. Dos artículos no incluían ninguna mención de la apariencia del candidato. Uno simplemente describe una rueda de prensa en la que Susan Williams anunció su apoyo al proyecto de ley. El otro era el equivalente textual, pero el nombre del candidato era Michael Stevenson. Los otros seis artículos incluyen una cláusula adicional “neutral”, “positivo” o con referencia negativa a la ropa de los candidatos en la conferencia de prensa.
Los encuestados que leen una de las dos historias neutrales (una de estas seis últimas) se enteraron de que el candidato fue “vestido con un traje azul marino y pañuelo rojo” (Williams) o “traje azul marino y corbata roja” (Stevenson). Los artículos positivos describen el candidato como “vestido en forma y estilo en un clásico traje azul marino y pañuelo rojo(empate).” Y los artículos negativos retrataron el candidato como “vestido de forma desaliñado y descuidado en un traje azul marino que no encaja y pañuelo rojo (empate)”.
Después de leer el artículo, a los encuestados se les pidió que calificaran, en una escala de 0 a 10, cómo veían favorablemente el candidato, y evaluaran a cada uno en términos de profesionalidad, liderazgo, competencia, empatía, y otras características. En la figura siguientese presentan las puntuaciones medias de favorabilidad para cada una de las condiciones de la encuesta.
La conclusión: los votantes juzgan a los hombres y las mujeres en la política en formas muy similares, al margen de las apariencias físicas de unos por ser hombres y de otras por ser mujer.
En un nuevo libro, Deborah Brooks muestra que las mujeres que actúan duro, se enfadan, lloran, incluso en la campaña electoral, no son vistos de manera diferente que los hombres que hacen lo mismo. Además, Kathleen Dolan ha encontrado que las opiniones de los votantes del Congreso de los candidatos hombres o mujeres, son impulsados en gran medida por la afiliación del partido, no por los estereotipos de género.
Parece que los auténticos obstáculos a los que se enfrentan las mujeres en la arena política son importantes, pero mientras los superan, esta investigación de la Universidad de Georgetown y George Washington, muestra que no tendrán que preocuparse tanto de lo que se ponen de maquillaje o visten, como de lo que dicen.
Fuente: Blog Maria Vázquez