Si hay una acción de comunicación que llama la atención es la de «bombardear» desde aviones con propaganda. No es algo nuevo. En la mayoría de guerras del siglo XX se llevaba a cabo con folletos hablando bien del enemigo y criticando al ejército o Gobierno de la población inundada de propaganda desde el aire.
Fue durante la guerra fría que esta estrategia de propaganda por aire cambió a la radio, siendo usada por parte de Estados Unidos a través del envío de mensajes (de ahí la creación de Radio Liberty o Radio Free Europe, que daba noticias -en sus respectivas lenguas- a los países del este). En Afganistán (de 1985 a 1993) y en Irak (desde 1994) también se usó con el mismo objetivo. Hasta entonces se había hecho, a principios del siglo XX, a través del lanzamiento de octavillas: por ejemplo, la «guerra de papel» en la Guerra civil española. Esa es una estrategia de propaganda (que también se hace en la Red, por cierto) para intentar convencer y para dar argumentos a los opositores de los diferentes gobiernos «enemigos». En noviembre de 2011, esa propaganda se enviaba por fax, desde Corea del Norte, a empresas de Corea del Sur.
Pero cuando estos «bombardeos» tienen más repercusión es cuando no se lanzan solo mensajes u octavillas, sino otros objetos. Es el caso de Bielorrusia en 2012, cuando cientos de ositos de peluche llovieron sobre el cielo de Minsk. Fue en julio, hace un año, un día después del gran desfile y la exhibición aérea con la que el régimen conmemoraba el día de la Independencia nacional. Una avioneta ligera sueca, procedente de la vecina Lituania, penetró al amanecer en el espacio aéreo bielorruso y lanzó más de 800 ositos de peluche con paracaídas y pequeñas pancartas en defensa de la libertad. «Libertad de expresión, ya», «Apoyamos la lucha de los bielorrusos por la libertad de expresión», y contra el Presidente Lukashenko.
El bombardeo provocó un ataque masivo de risas contra las fuerzas militares que lo tomaron como una afrenta pública a la nación.
La idea de usar juguetes para protestar ya la había aplicado la disidencia bielorrusa en el pasado. En varias ocasiones, han dejado muñecos en lugares donde había convocada una manifestación ilegal a través de las redes sociales. El objetivo: poner a la policía ante situaciones absurdas y, de paso, reírse del presidente de Bielorrusia, enfrentado con la UE por encarcelar a los disidentes.
Lukashenko no se lo tomó bien y destituyó a algunos militares por no evitar la incursión aérea, además de detener a los dos suecos que iban en el avión.
En Corea, el cielo también tiene su interés a la hora de utilizar la propaganda. Activistas de Corea del Sur, en connivencia con su Gobierno, han soltado, desde 2011, globos aerostáticos, de helio, repletos de bolsas con propaganda, CDs, o pequeñas radios para que los coreanos del norte puedan ver y leer información que no les facilita su Gobierno.
Con motivos mucho menos propagandísticos, pero sí de recuerdo a otros bombardeos en conflictos militares, el colectivo chileno Casagrande lanza poemas sobre ciudades bombardeadas anteriormente y que sufrieron desolación. El primer bombardeo de poemas se realizó en Santiago, específicamente en La Moneda (2001), el segundo en Dubrovnic, Croacia (2002), después vino el de Guernica, España (2004), el de Varsovia en Polonia (2009), el de Berlín, Alemania (2010) o el de Londres(2012).
Fuente: Blog de Antoni Gutierrez-Rubí