Por: Diana Rubio
Las estrategias de comunicación política, los procedimientos y fases que se estipulan con anterioridad para conseguir unas perspectivas determinadas, deben ser lo suficientemente maleable, donde se tenga en cuenta elementos incluidos en un plan b para adaptarse a posibles cambios en el contexto político en el cual se suceden.
Estas estrategias si las extrapolamos a nivel estatal, deben tener en cuenta la diversificación existente en su desarrollo, ya que deberán dirigirse a diferentes públicos, con diferentes objetivos a conseguir y con diferentes percepciones del gobierno central.
Dentro de esas acciones comunicativas que en suma dan como resultado toda la estrategia, las que más repercusión causan y las más esperadas, casi como el agua de mayo, son las ejecutadas por el propio presidente del gobierno.
El dilema aparece cuando, esta institución, que representa a todo un país en el desarrollo de sus estrategias de comunicación, hace el vacío a quien le debe su poder.
Sus palabras, alegatos y discursos en cualquier acto son, por un lado, las de mayor trascendencia, por otro, en este caso concreto, insuficientes a lo que se espera.
Nadie ha dicho que fuera fácil afrontar una crisis en esa posición política, pero la rigidez con la que llevan a cabo su comunicación, hace que la ciudadanía española se sienta desamparada y decepcionada con sus gobernantes, y más cuando su presidente se hace experto en comunicación europea pero que abandona la estatal, la que le ha dado los privilegios políticos de los que goza, sin dar ninguna explicación de sus acciones.
Pero la cosa gana aún más en desconcierto cuando en sus labores comunicativas, solo contesta a nivel internacional, descartando de sus discursos lo negativo, negando la realidad en muchos casos, que prefiere quedarse corto a pasarse y que se le califique de dañino, sin caer en la cuenta de que la posición que ha tomado hace que se le perciba como un presidente que no cumple expectativas, dubitativo y reservado en exceso, al que muchos califican como el presidente silencioso.
Esa desinformación a la que los españoles se ven sometidos por parte de su presidente, nos hace ver que la situación actual en la que nos hemos visto envueltos desencadenada por cambios políticos, episodios pasados y malas gestiones económicas, le ha venido en grande a una mala planificación estratégica en materia de comunicación a nuestro gobierno, donde la nula previsión de malos tiempos para la política hacen que la sociedad española no se sienta identificados con sus máximos representantes.
Fuente: Política y Protocolo