Por: Diana Rubio
Existe un protocolo no escrito en el sector de la comunicación política que se corresponde con las costumbres en la vestimenta de los representantes públicos y sobretodo, con el uso de determinadas prendas de vestir por parte de los presidentes de los diferentes estados, donde se espera de ellos que utilicen la coherencia y que ésta tome como referencia el traje oscuro y la camisa clara en su día a día.
Esta manera de proceder en política, en muchas ocasiones queda eclipsado por la vestimenta de las mujeres que se dedican a este sector, siendo en ellas en quien se fija la mirada y por tanto las críticas o elogios de los expertos, y que merecen un post aparte.
Cabe apreciar por tanto que existe cierta normalización en las reglas de vestimenta política, donde está bien visto el uso de trajes conservadores en colores azul, gris oscuro o negro, acompañados de una camisa blanca y una corbata en la que se permite jugar con el color y los estampados hasta cierto punto, prendas que la población toma como correcta en sus representantes, partes de una imagen pública del político acorde a la que se espera de él. Está claro que la vestimenta del político se deberá corresponder con el lugar que visite y utilizar las medidas de seguridad oportunas, (si visita una obra, fábrica o línea de producción). La utilización de batas, cascos, monos o zapatos especiales se encuentran dentro de la opción de adaptar vestimenta, seguridad, trabajo e imagen.
La rigidez con la que se trata la vestimenta política, queda agrietada cuando el político junto con su equipo de asesores, decide romper con la monotonía del traje para optar por otras opciones que le diferencien de sus oponentes. Existen ejemplos de nuevos estilos en la vestimenta política, como es el caso de Pedro Sánchez, que optó por no utilizar chaqueta en muchas de sus intervenciones durante la campaña en la que resultó elegido pero que si la incorporó posteriormente como muestra de formalidad a la hora de reunirse con personalidades e intervenciones en medios, o el de Pablo Iglesias, donde el lugar de procedencia de las camisas que utiliza ocupó varios titulares en prensa.
Esa innovación en la vestimenta en nuevas figuras políticas se entienden como vía de personalización e imagen política característica de cada uno, donde ejemplos algo más antiguos como el chándal de Chávez y Maduro (que también optó por una vestimenta formal de traje en el funeral de su antecesor) o los característicos jerséis a rayas de Evo Morales forman parte de esta tendencia en política.
La cosa cambia cuando habiéndonos familiarizado a un tipo de vestimenta en quienes nos representan, aparecen en público con un nuevo look al que no estábamos acostumbrados, y los colores claros en los trajes, la utilización de cuellos Mao, camisas oscuras o zapatos más modernos entre otros, hacen presencia, cuando se había afirmado que no se utilizaría más que aquellos colores y prendas conservadoras aceptadas, causando revuelo y controversia acerca del por qué ese cambio radical.
Algunos lo achacan a una manera de llamar la atención para que se hable de ello en vez de otros temas, otros, a que no encuentra una imagen acorde a su personalidad, en definitiva, los cambios sorpresa de vestimenta, pueden hacer cambiar de opinión a la población sobre la imagen que su líder político proyecta.
Por tanto, los cambios en la vestimenta de los políticos fuera de los patrones aceptados por la sociedad y que no se traten de nuevas figuras, a las que se acepta cierta apertura en la manera de vestir, se traducirá en una cuestión polémica y digna de protagonizar variaciones en la percepción de la comunidad en la que trabaja.
Fuente: Política y Protocolo