Por: Daniel Eskibel
Los debates en televisión son un tema clásico de cada campaña electoral. Son un tema, justamente, de debate.
Mucho se discute acerca de ellos.
Y la discusión se enreda entre mitos y realidades.
Por eso es interesante repasar algunas ideas respecto a los debates televisivos:
- El electorado no está esperando ansiosamente el gran debate televisivo que le permita decidir su voto. A muchos políticos les cuesta entenderlo, pero la gente básicamente vive, trabaja, se ocupa de sus cosas, de su familia, del deporte, de su entretenimiento, de su salud, del amor, del sexo, de la vida cotidiana. La política no es el centro de la vida de la gente. La campaña electoral tampoco. Los debates menos aún.
- Si se programa un debate y el mismo es muy difundido en los medios de comunicación, pues entonces sí se convierte en foco de atención y suele ser un punto bastante alto del rating televisivo.
- El candidato que va ganando no necesita debatir. Si va primero con cierta comodidad, lo que más necesita es una campaña corta y donde no pase casi nada. Que el tiempo pase rápido, que no hayan temas polémicos y que el clima de campaña sea como un mar sereno y quieto. ¿Para qué arriesgar?
- Hay un escenario en el cual el candidato que va primero necesita debatir. Es un único escenario: cuando el segundo no está demasiado distante y además está creciendo y viene con todo el impulso. En ese caso al primero le conviene debatir para frenar ese impulso de su competidor.
- Pase lo que pase en el debate, los votantes firmes de uno y de otro verán siempre como ganador a su candidato y no al adversario.
- Cada candidato tiene votos imposibles: un cierto segmento del electorado que jamás lo votará. Para ese segmento no importa lo brillante que pueda ser su desempeño en el debate. De todos modos nunca lo votará.
- La puntería es crucial en los debates. O sea que cada uno debe tener precisamente definido a qué sectores del electorado se dirige específicamente. Si pretende hablarle a toda la sociedad simultáneamente, pierde. Y también pierde si solo les habla a los votantes duros propios o ajenos.
- El debate en televisión no es una riña de gallos donde gana el más agresivo ni el que luce más enojado ni el que despliega mayor ironía ni el que hace juegos de palabras más ingeniosos.
- El público no es virgen. O sea: no se sienta frente al televisor con su cerebro como si fuera una hoja en blanco. Por el contrario: tiene recuerdos, experiencias, vivencias, emociones y juicios previos vinculados a los candidatos. Aún cuando no sepa a quién va a votar.
- Las personas que no han decidido plenamente su voto se van decantando por los rechazos. Aún si el debate no les sirve para decidir a quién van a votar, de todos modos les sirve para afirmar a quien no van a votar.
- El debate televisivo es televisión. Eso: televisión. No es un debate parlamentario. No es la discusión de una ley. No es un intercambio teórico ni académico ni intelectual. Es televisión. Entonces pesa con mucha fuerza la imagen, el sonido y la emoción.
- Lo que impacta de modo más duradero al espectador del debate es la personalidad de los políticos. En particular los rasgos vinculados a la energía y a la afabilidad.
- Es importante diferenciarse visualmente de los demás candidatos. Si todos están vestidos de oscuro y uno de claro…es fácil saber que este último atraerá más las miradas del público.
- La mayor estatura de un candidato respecto a sus adversarios ayuda a que la gente lo perciba como más sólido, firme y confiable. No determina el resultado, por supuesto. Pero ayuda.
- Un candidato de voz grave es percibido como más persuasivo que uno de voz aguda.
- La tranquilidad y la paz ayudan mucho más que el nerviosismo y la agitación.
- La soberbia mata. Un candidato puede ser demoledor en sus intervenciones y en sus réplicas, pero si su gestualidad lo muestra como soberbio…pues la única demolición que logrará será la de su propia imagen.
- Los candidatos deben prepararse para los debates. Y prepararse mucho. En los temas, en los argumentos, en las ideas-fuerza, en las preguntas que pueden surgir, en las acusaciones que le harán, en las ideas que plantearán los otros, en su estrategia y en la de los demás.
- Es vital pero muchos no lo tienen en cuenta. El candidato tiene que estar bien descansado y tranquilo. Si llega agotado y lleno de stress al debate, entonces sus chances de perder crecerán y mucho.
- Quien confía ciegamente en su capacidad de improvisar camina alegremente hacia el abismo. Para un debate televisivo hay que ensayar. Sí: ensayar. Y entrenarse.
- Cada campaña electoral debería tener claro qué emoción pretende transmitir al segmento de público al que se dirige durante el debate. Emoción. Ideas centrales sí. Pero emoción.
- El tono monocorde generalmente aburre. Para un buen desempeño en un debate televisivo importa mucho explorar los matices de la voz, los cambios de tono, la entonación afectiva, las subidas y bajadas de volumen.
- Algunos candidatos olvidan sus manos fuera del estudio televisivo. Pero las manos importan, son herramientas de comunicación que ayudan mucho a transmitir las ideas.
- La gente no es tonta y sabe espontáneamente decodificar la mentira y la falsedad. Vale la pena tenerlo en cuenta. Siempre.
- Es mala idea fingir una emoción. También es pésima idea fingir que alguien es una clase de persona que en realidad no es. Insisto: la gente se da cuenta.
- Hablar con imágenes suele tener un efecto perdurable sobre los espectadores del debate. Para eso no basta con mostrar elementos visuales sino que también hay que construir imágenes con las palabras.
- Menos es más. Pocos argumentos convencen más que muchos. Pocas ideas centrales resultan más memorables que muchas. Pocos ejemplos son más contundentes que muchos.
- Gana el debate televisivo quien persuade a su público objetivo. Lo cual significa que a veces uno gana y otros pierden, a veces gana más de uno, a veces ganan todos y a veces pierden todos.
- Muchos debates televisivos se ganan antes del debate, en la minuciosa negociación sobre sus condiciones. El diablo está en los detalles, ya sabes.
- La mayor parte de las veces ganar un debate es una construcción social que ocurre después del debate mismo. Porque se apagan las cámaras y comienza el segundo tiempo: entonces entran a la cancha las repercusiones, los comentarios, los medios de comunicación, las redes sociales, las conversaciones, las polémicas…Lo dicho: construcción social del ganador.
Los debates políticos en televisión son apasionantes: antes, durante y después de que ocurran. Y también lo son aún si no ocurren. Siempre aparecen, por acción o por omisión. Y despiertan polémicas.
Estrategia es una de las palabras clave. Personalidad del candidato, también. Construcción social del ganador. Y por supuesto comunicación. Buena comunicación.
Fuente: Blog Maquiavelo y Freud