Por: Daniel Eskibel
La persona que vota también evalúa al gobierno actuante. Aprueba o desaprueba su gestión. Y estos niveles de aprobación también forman parte de la decisión de voto.
¿A quién tiene más posibilidades de votar la persona que aprueba la gestión del gobierno? A quien perciba como la continuidad del mismo.
¿Y la persona que desaprueba al gobierno? A quien perciba como más destacado en la oposición.
Pero la realidad es más complicada que el esquema anterior. Y las campañas electorales, con sus aciertos y sus errores, también juegan este partido. Por eso se pueden dar otras situaciones distintas a las señaladas.
Como un gobierno exitoso que no logra que gane su candidato. O como un gobierno en minoría en la opinión pública que sin embargo logra un triunfo electoral. Y otras variantes.
Al Gore no es Bill Clinton
Año 2000. Finalizaba el segundo período de gobierno de Bill Clinton en los Estados Unidos. Los 2 candidatos presidenciales que se enfrentaban eran
Al Gore, por entonces VicePresidente.
George W. Bush, candidato del opositor Partido Republicano.
La evaluación del gobierno por parte de la población era buena, a pesar del affaire Mónica Lewinsky. El carisma de Clinton y algunos logros económicos sostenían el barco a flote.
La campaña de Bush, como era previsible, buscaba un anclaje en la oposición. La campaña de Gore tenía el camino allanado para representar la continuidad del gobierno. De un gobierno bien evaluado. Pero no lo hizo, sino que hasta tomó distancia de Clinton.
Resultado obvio: George W. Bush fue electo Presidente de los Estados Unidos.
Cristina sí es Kirchner
Año 2007. Finalizaba el período de gobierno de Néstor Kirchner en Argentina. El sector político de gobierno llevaba como candidata a la Presidencia a Cristina Fernández de Kirchner. Cristina era una influyente Senadora, dirigente destacada del Kirchnerismo y, por si fuera poco, esposa del Presidente.
La estrategia electoral de Cristina era obvia: encarnar la continuidad del gobierno Kirchner, bien posicionado en un amplio sector de la opinión pública. La oposición, mientras tanto, se dividía entre varios candidatos. Y ninguno de ellos lograba despegar claramente sobre los demás como para constituirse en el referente de la oposición.
Ganó Cristina Kirchner. Tal como era previsible.
Thatcher mide los tiempos
Inglaterra, década del 80. Margaret Thatcher era la Primera Ministra.
Su equipo había descubierto una interesante regularidad en la evaluación que los ingleses hacían de los gobiernos. En verano la aprobación de la gestión del gobierno subía considerablemente. Y en invierno la aprobación bajaba significativamente.
¿Conclusión? A convocar elecciones anticipadas en verano. Siempre en verano, de ser posible.
Mal no le fue: de hecho Margaret Thatcher lideró toda la década del 80 en su país.
Mujica no es Tabaré
Uruguay, año 2009. Finaliza el primer gobierno de izquierdas en la historia del país. El Dr. Tabaré Vázquez presenta inéditos niveles de aprobación a su gestión.
José Mujica, del gobernante Frente Amplio, realiza una campaña electoral repleta de señales continuistas. El Ministro de Economía de Vázquez (Danilo Astori) es su candidato a VicePresidente y se anuncia expresamente que va a continuar supervisando la gestión económica. Los spots televisivos y las declaraciones públicas subrayan los logros del gobierno. Y toda la campaña tiene los colores y los símbolos del Frente Amplio en lugares muy destacados.
La oposición está dividida en varios partidos, entre los cuales es mayoritario el Partido Nacional. Su única chance deriva del problema de inseguridad y delincuencia que preocupa a la población entera. Pero el Partido Nacional lo trata como un tema importante, sí, pero un tema más. Y no solo no logra convertirlo en el gran tema de la campaña. Ni siquiera lo intenta.
La oportunidad para la oposición estaba en que el eje de la campaña fuera delincuencia o seguridad. Pero el eje fue gobierno u oposición. Y el gobierno tenía amplia aceptación, con lo cual el resultado no podía ser otro que el triunfo de Mujica.
Uruguay, año 2014. Finaliza el segundo gobierno de izquierdas. La gestión del gobierno es aprobada por la mayoría de la población. Reaparece Tabaré Vázquez y se presenta como la continuación de los 10 años de gobierno del Frente Amplio. Como era previsible, gana las presidenciales con mucha claridad.
Uno de sus adversarios, Bordaberry, se posiciona en el lugar más distante del gobernante Frente Amplio. Su triunfo significaría para los votantes un cambio drástico. Pero como el gobierno está muy bien evaluado, ese cambio es el gran derrotado.
Otro de sus adversarios, Lacalle Pou, construye una estrategia alternativa que no es ni la continuidad ni el cambio. Y pierde la elección pero vota muy bien.
Continuidad o cambio
El cerebro del votante es bastante más previsible de lo que parece. Al llegar a un acto electoral se comporta igual que el cerebro del conductor de un vehículo al llegar a un cruce de caminos. ¿Sigo adelante o no lo hago? ¿Continuidad del gobierno o cambio de rumbo?
Esta dimensión debe estar presente en toda estrategia de campaña. Y debe ser trabajada en función de los números de aprobación y desaprobación de la gestión.
Si el gobierno tiene alta aprobación de su gestión, la estrategia obligada del candidato oficialista es el continuismo. En cambio la estrategia del candidato opositor debería ser construir un eje de campaña diferente al de gobierno versus oposición.
Si el gobierno tiene baja aprobación de su gestión, la estrategia obligada de la oposición es el mensaje de cambio. Y en este caso es el candidato del gobierno quien debería construir un eje de campaña diferente al de gobierno versus oposición.
Son solo 3 posibilidades. 2 de ellas simples y fáciles de entender para la población: continuidad o cambio. Y una tercera más compleja: un nuevo eje de campaña.
Fuente: Blog Maquizvelo y Freud