Por: Marcelo Castelo
Una de mis premisas básicas es que los datos en sí mismos son información objetiva pero el análisis que hacemos de ellos siempre es subjetivo. Otra es que, en este aspecto, no me considero la excepción que confirma la regla.
En este artículo voy a hacer una evaluación somera de la comunicación no verbal solo de la primera respuesta del debate entre Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Soraya Sáenz de Santamaría que Atresmedia transmitió en sus dos cadenas de referencia el día 7 de diciembre.
Aunque he visionado varias veces y con detenimiento los momentos correspondientes a la primera respuesta no me he parado a hacer un análisis pormenorizado tipo Lie to me de cada microexpresión, cosa que dejo a los científicos y a diletantes con más tiempo del que esto escribe.
Para el análisis del comportamiento de la primera pregunta es importante recordar que, según comentaron los periodistas, los entrevistados no conocían qué les iban a preguntar por lo que la ansiedad ante la primera y desconocida pregunta ha influido en todos ellos aunque, como veremos, en diferente medida.
Aclaro que no estoy haciendo ninguna valoración en términos de rendimiento electoral o de quién venció el debate, sino solo de qué transmitía la comunicación no verbal de los asistentes en el inicio del debate.
Pedro Sánchez: Mostró una muy buena posición corporal con las piernas ligeramente abiertas que le aportaron estabilidad y una mirada directa y clara hacia quien con él hablaba, si bien, al estar dirigida exclusivamente hacia los periodistas parece querer evitar el enfrentamiento directo con el resto de los participantes lo que no fortalece su posición de liderazgo.
Mientras escucha la pregunta muestra una concentración total que puede engañar a quien no mire los gestos adaptadores de sus manos semientrelazadas y a quien no repare en los asentimientos de cabeza ante los comentarios del periodista, incluso ante los que están desacreditando la gestión pasada de su partido, que hacen ver que en realidad está oyendo pero no escuchando por que su gran objetivo, en esos primeros momentos, es encontrar una tranquilidad perdida.
Sánchez comienza a hablar con una negación gestual que permite asumir que niega la pregunta y muy inteligentemente encaja dicha negativa con la valoración que él hace de una España que no quiere más Rajoy pero está tan incómodo que sus manos se mueven sin sentido ilustrativo haciéndolo de forma forzada por que así es como le han entrenado.
Llama la atención la sonrisa franca que surge en su rostro cuando el periodista le menciona el momento en el que asume la Secretaría General del PSOE, incluso con agradecimiento inaudible pero visible, y que borra inmediatamente consciente de que no debe transmitir esa sensación de placer por el objetivo personal alcanzado ya que en realidad el periodista no le estaba felicitando.
Ante la incómoda pregunta su respuesta es inmediata, casi un resorte que no deja acabar al periodista, lo que denota ganas no de empezar sino de salir lo antes posible de ese jardín para pasar al siguiente, a ver si es un poco más confortable.
Cuando se refiere al resto de participantes baja la mirada y no se la dirige directamente a ellos lo que transmite la incomodidad de la situación pero también puede significar que no se esté creyendo, por lo menos en su totalidad, la crítica vertida. Otra posible interpretación de no mirar directamente a los ojos podría provenir de la indignación pero no parece que sea el caso en el escenario mencionado.
Su respuesta es muy mecánica con gestos aprendidos y casi asíncronos con el mensaje lo que le resta espontaneidad y tampoco fortalece su credibilidad en este inicio.
En cuanto a la utilización de la voz creo que la ha utilizado muy bien. No de forma magistral como Iglesias pero probablemente el segundo mejor.
Albert Rivera: Sus movimientos en el rectángulo transmiten un nivel muy elevado de ansiedad. Es el que más se mueve e incluso cuando comienza a hablar se sale del espacio asignado en un intento de acercarse física y emocionalmente a la persona que le está haciendo la pregunta.
Su nerviosismo se detecta tanto por el gesto característico de pellizcarse la parte baja de la palma derecha de la mano con su izquierda, como por el balanceo constante que mostrará a lo largo de todo el debate.
Cuando habla se encuentra mucho más cómodo que en el tiempo de espera. Muestra una gran amplitud de gestos ilustradores y es aquí donde comienza a exponer sus grandes capacidades y su dominio técnico de la oratoria que es mucho. Sin embargo, no pasan desapercibidos la gran cantidad de gestos adaptadores tanto en el frotamiento de las manos, sobre todo cuando hace pausas, como en el balanceo mecánico potenciado con alguna puesta de puntillas que le infieren una gran incomodidad.
Cuando menciona a sus rivales para atacarles les mira, así sea fugazmente, y sin bajar la mirada lo que fortalece su imagen de liderazgo, transmite credibilidad o por lo menos que él se cree lo que está diciendo y capacidad de consenso.
A pesar de momentos de cierto exceso es el que mejor utiliza sus manos y eso fortalece mucho su comunicación no verbal, bastante demeritada por ese balanceo mareante e irritante que no dejó de mostrar en ningún momento del debate.
Es cierto que su gran oficio hizo que no fuera un desastre (en los momentos de espera si que llegó a rozarlo) pero, a pesar de sus grandes dotes de comunicador, en esta primera exposición es el que más nerviosismo mostró.
En cuanto al uso de la voz, el nerviosismo también se vio marcado en su velocidad y ritmo excesivamente acelerado lo que aporta una vocalización no tan perfecta como la de sus contendientes, aunque no deficiente y que fortalece esa imagen inicial de nerviosismo.
Pablo Iglesias: Aparentemente muy tranquilo con una posición claramente dominante, un poco chulesca por esa forma suya de poner las caderas hacia adelante y los hombros hacia atrás que le aporta aire de pistolero retador.
Le pasa lo mismo que a Sánchez y asiente cuando la periodista destaca los cambios de posición de su partido lo que demuestra que no estaba tan tranquilo como su puesta en escena y sonrisa intentaban transmitir.
Sus adaptadores se detectan mejor a través del sudor (una camisa blanca o una chaqueta lo hubieran evitado), en menor medida, y solo para ojos entrenados, por el movimiento rotatorio de cintura para arriba que se disimila mucho más que el de Rivera por que sus pies se mantienen firmes en el suelo y por la utilización del bolígrafo que si bien pudiera ser percibido como herramienta de ilustración “docente” es un instrumento adaptador clarísimo y a todas luces inconveniente ya que genera una imagen de soberbia intelectual: el debate no es lugar para ir a dar lecciones.
De los cuatro es el que menos adaptadores tiene cuando se va por los cerros de Úbeda. En este aspecto se nota su cuajo en las tertulias. Lo que le hace excepcional en este sentido es que responde a lo que le da la gana sin la incomodidad de los otros.
Se ha hecho evidente el trabajo realizado sobre ese ceño fruncido que tanto le han criticado y aunque aún se le acentúa en ocasiones, lo que fortalece esa imagen de estar siempre enfadado, lo ha conseguido equilibrar bastante bien forzando la risa y el gesto amable, en ocasiones claramente fingido, a lo largo de todo el debate sobre todo cuando no era él el interviniente.
La fortaleza que muestra en el control de sus adaptadores se pierde cuando hablamos de sus gestos ilustradores, casi no manifiestos al estar muy anulados por el bolígrafo y por el control autoimpuesto sobre los ilustradores de su entrecejo, lo que le hizo mostrarse un poco anodino en su comunicación corporal.
En mi opinión lo que ha ganado en control lo ha perdido en personalidad comunicativa. Lo que no soy capaz de aventurar es qué es lo que más votos le podría dar ya que al ser menos pasional también genera menos rechazo.
Como siempre, utilizó de forma magistral su fuerza paraverbal. Vocaliza e ilustra con su voz todo su discurso mucho mejor que con su cuerpo por eso le salen tan bien las tertulias en las que está sentado. En esta parte es el mejor con diferencia respecto a sus adversarios.
Soraya Sáenz de Santamaría: Su posición corporal mientras esperaba su turno, con las manos caídas sin hacer ningún movimiento a lo largo de su cuerpo era la de más autoridad con diferencia. Discrepo de quienes afirman que comenzó encorsetada. Esa posición es una de las más difíciles de mantener (quien lo dude no tiene más que intentarlo ante un auditorio) y a la vez es probablemente la que mejor muestra a un orador intentando mostrar un control total de la situación. No quiero decir que tuviera el control total de la situación sino que ella estaba, conscientemente, intentando trasladar esa imagen.
La posición, no tengo duda, ha sido ensayada y propuesta por un asesor de comunicación de alto nivel de quien, aún desconociendo su identidad, no tengo más que admirar su trabajo ya que es lo que tocaba para intentar anular el recuerdo de la ausencia del primer espada y transmitir que el segundo de ellos está a la altura de los líderes de los otros.
Siendo la persona de menos estatura física ha parecido como la más grande, la que mejor control tenía de la situación y del escenario y eso, dicho con todo el respeto, pese a ese abrigo chaqueta modelo burguesía style del barrio de Salamanca.
Me llamó especialmente la atención como su cuerpo estaba orientado hacia sus adversarios y así lo mantenía ante las preguntas girando solo la cabeza para responder a los periodistas. De alguna manera su cuerpo siempre se mantenía enfrentado a sus oponentes diciéndoles: no me escondo, estoy deseando daros lo que os merecéis y cuando acabe de ser cortés con los periodistas voy a por vosotros.
Aunque la respuesta verbal fue completamente naíf y nada creíble para cualquier mente un poco crítica y no adoctrinada, su respuesta no verbal estuvo tan bien ejecutada que pudo dejar en segundo plano, para parte de la audiencia, lo que decía otorgando protagonismo a cómo lo decía.
El adaptador viene expuesto por esa sonrisa lateral que le convendría controlar (recuerda al desprecio), por la lentitud en la utilización de los ilustradores (le acerca a la soberbia) y también es preciso exponer que la respuesta al ser tan vacía de contenido y tan poco convincente la obligó a hacer algunos gestos, sobre todo con la mirada, poco sincronizados con la comunicación verbal.
Sus ilustradores, sin ser brillantes como los de Rivera, están bien acompasados con el discurso y por lo tanto aportan confianza y coherencia al mensaje, más allá de lo que esté diciendo.
Aunque este artículo se circunscribe a la comunicación no verbal, no quiero dejar de mencionar que la respuesta a los motivos por los que no había acudido Rajoy seguro que estaba mucho más elaborada que lo que expresó la Vicepresidenta, por lo que creo que esta respuesta, más allá del control escénico mostrado, vino provocada por el nerviosismo del comienzo.
El uso de la voz de Sáenz de Santamaría es bueno aunque en ciertos momentos le aplica un ritmo muy lento, una vocalización un tanto engolada y una excesiva dureza que no llama precisamente a ser empáticos con ella.
Otro aspecto que me pareció muy ilustrativo de este momento y de todo el debate fue el comportamiento corporal de los contendientescuando no estaban interviniendo ellos.
Sánchez intentó esgrimir expresiones de afable desaprobación a través de sonrisas de falsa tranquilidad aunque le traicionaron, como a lo largo de todo el debate, las manos y ciertos desplazamientos sin sentido comunicativo por el rectángulo de su zona.
Iglesias se ha aprendido la lección de que con la indignación sola no va a ganar unas elecciones y se está intentando quitar el sambenito de la mala leche a través de sonrisas excesivamente forzadas y ficticias pero siempre manteniendo un control magistral del movimiento y de la posición.
Rivera es el que menos control mostró de la posición con un baile que no le abandonará durante toda la contienda, con un montón de gestos adaptadores con las manos y con cruces constantes de los brazos e incluso con miradas, pensativas y fruncidas, al infinito y al techo propias de un lego. Lo más increíble en él no es tanto que tuviese esa gran cantidad de gestos adaptadores al principio sino que no los perdiera a lo largo de todo el debate.
Y, por último, Sáenz de Santamaría mantuvo siempre el control de la posición y la mirada directa a sus contrincantes, aunque en ocasiones esta fuera cargada con una cierta dosis de soberbia que le podrían aportar superioridad intelectual ante los suyos pero que probablemente le alejaron del televidente.
Como acaban algunos abogados sus escritos, salvo mejor criterio.
Fuente: Blog de Marcelo Castelo