Por: Edurne Ochoa
En 2015 , The New York Times publicó un reportaje donde se mencionó la utilización de técnicas de neuropolítica en las elecciones presidenciales del 2012 en México. Esta información generó diversas reacciones. Enrique Peña Nieto y el PRI fueron denostados por intentar “lavar el cerebro” de los votantes en la campaña federal al implementar la codificación facial para ajustar sus mensajes políticos a lo que el electorado sentía o pensaba sobre el partido y su candidato. De hecho, el mismo PRI reconoció que por medio de la neuropolítica eligieron a algunos de sus candidatos.
Si bien las herramientas de las que se vale el marketing político son amplias y variadas; respecto al uso de la neuropolítica, han surgido amplios debates en favor y en contra de su aplicabilidad. Por un lado, se pone en duda su rigor científico como indicador confiable de preferencias electorales y comportamiento del voto; por otro, se juzga su sentido ético al considerársele un medio manipulador de masas.
Lo cierto es que las neurociencas han coadyuvado a descifrar y comprender el funcionamiento cerebral durante la toma de decisiones, factor clave para la generación de estrategias de comunicación más efectiva. En este sentido, para el marketing político, cuya principal motivación es convencer al votante de elegir al candidato o partido político para el cual desarrolla una campaña, no es asunto menor.
Investigaciones en esta disciplina concluyen que el 80% de nuestras elecciones se definen a partir de información subconsciente en nuestro cerebro debido a que: “la zona consicente del cerebro es muy pequeña y la experiencia vital (nuestra escala de valores acumulada) que determina nuestras decisiones (intelectuales, emotivas y racionales) es muy vulnerable a nuestros prejuicios”. Somos seres guiados en la mayor parte de las veces por la intuición, nuestra experiencia nos incita a actuar de manera conservadora frente a acircunstancias clave como el voto. ¿Por qué? De acuerdo con Gutiérrez Rubí, el cerebro se inclina más por las convicciones emocionales o morales que confirmaciones racionales o epistemológicas.
Bajo esta premisa, es claro que las emociones juegan un papel relevante a la hora de elegir una u otra opción política. Éstas se activan en el votante a partir de elementos como la comunicación no verbal, el storytelling, el slogan, branding, etc. Éstos recursos, a su vez, son moldeados a partir de la información que arroja el análisis neuropolítico.
Sería peligroso aseverar que sólo mediante estrategias de neuropolítica se consigue ganar una elección. Elementos como la historia política y electoral de una sociedad así como el contexto social y coyuntural también influyen en su preferencia. Sin embargo, no cabe duda que la neuropolítica representa un parteaguas dentro de las estrategias de marketing político.
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Fuente: Elcuerponomiente.com