Por: Diego Mota
El Congreso de los Estados Unidos aprobó hace unos días un proyecto de ley que permitirá a los proveedores de internet vender datos de sus usuarios, como los historiales de búsqueda o la localización, con esto se eliminan las garantías de privacidad en la red vigentes hasta el momento en ese país. El proyecto, que deberá refrendar en los próximos días el presidente Donald Trump, revoca un reglamento que los demócratas habían redactado para la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, en inglés) y que exigía a los proveedores obtener el permiso de sus usuarios antes de vender sus datos.
En los últimos años los datos masivos han pasado de ser una rareza a convertirse en una herramienta clave, tanto para el marketing empresarial como político. Cuando hablamos de Big data o datos masivos y a gran escala, estamos haciendo referencia a un conjunto de datos inmensos, es el cumulo de todos los rastros que dejamos a diario en la red, proporcionando una enorme cantidad de información sobre quiénes somos, cuales son nuestros gustos, con quienes nos relacionamos, donde compramos, etc. estos “macrodatos” hacen posible visualizar la “masa” para luego, mediante análisis generar perfiles de conducta muy precisos y segmentados que posibilitan la “microsegmentación”, para transformar la comunicación de las empresas, gobiernos o partidos políticos en una herramienta sumamente eficiente ya que se pueden diseñar mensajes específicos para cada perfil.
Atrás quedaron los días del mass marketing al que estábamos acostumbrados, las clásicas campañas de televisión o radio, donde todos recibían el mismo mensaje publicitario, siendo solamente relevante para una mínima porción. Según Eric Schmidt, CEO de Google, se genera más información en dos días de la actualidad que en toda nuestra historia hasta antes del 2003. Esta información está transformando totalmente el mundo del marketing empresarial y político.
El uso electoral de los datos masivos a esta gran escala parece haber tenido comienzo en la campaña presidencial estadounidense de 2012, cuando Barack Obama utilizó las nuevas capacidades de almacenamiento y análisis que le proporcionó Narwhal, un programa que integró y cruzó la información que se obtenía mediante plataformas digitales, redes sociales y todo tipo de fuente de información posible, las identidades y perfiles que ofrecían voluntariamente los simpatizantes que participaban en las campañas, las encuestas, etc.
Luego de aquella emblemática campaña todos quisieron subirse al carro del Big data, pero no todos con el mismo éxito, es que el manejo de información es muy importante pero no condición necesaria para ganar elecciones o gobernar bien.
Los Gobiernos tienen el desafío de aprovechar estos “macrodatos” para diseñar mejores políticas públicas a medida de sus ciudadanos, de hecho muchos países ya están en eso, creando áreas específicas para ocuparse del tema, el resultado positivo o negativo lo veremos en unos años. Lo que es real es que al menos hoy en día se cuenta con más y mejor información que hace unos años para el diseño de políticas públicas, los gobernantes pueden acercarse mucho mejor a determinados segmentos de población optando por la “microsegmentación” y la geolocalización para aplicar estrategias personalizadas y a medida de la ciudadanía.
Ahora bien estas prácticas parecen ser un arma de doble filo, estamos caminando por una delgada línea entre la privacidad de las personas, la manipulación y las buenas intenciones de hacer mejores políticas públicas. Aunque no podemos cuestionar la legalidad de estas actividades sí que da margen a cuestionarlas de forma moral. Porque, ¿hasta qué punto esa tarea de “microsegmentación” que llega, minuciosamente, a poder proporcionar un mensaje para cada individuo, no se convierte en manipulación para conseguir el voto? También es verdad que siempre se contó con herramientas de estudio tanto en la política como en el marketing de empresas, es decir este fenómeno es simplemente una evolución de eso, pero el hecho de que recopilen la información sin el consentimiento de los individuos es al menos cuestionable.
Estamos viviendo una época de cambios muy acelerados y la venimos corriendo de atrás, seguramente nuevas generaciones tengan mucho más claro el correcto uso de la información y de su privacidad, pero lo cierto es que hoy en día la mayoría de la gente ignora que se encuentra bajo una lupa de análisis constante y es por eso que preocupa. No podemos negar que el manejo de grandes cantidades de información llegó para quedarse, así que deberemos encontrar el justo equilibrio entre la privacidad y las buenas prácticas de Big data, es aquí donde los estados deben cumplir un rol fundamental, tratando de proteger lo más posible la privacidad de la información de los ciudadanos, al contrario de lo que pasa en este momento con la posición del congreso de los Estados Unidos.
Fuente: Blog de Diego Mota