Por: Daniel Eskibel
Las campañas electorales tienen sus mitos.
No son mitos en el sentido antropológico del término. No son relatos de sucesos prodigiosos que expliquen la vida política ni que ayuden a conferirle significados ni que operen como un cemento que une a la sociedad.
Son mitos, más bien, vinculados al origen etimológico de la palabra que deriva del griego ‘mythos’ y que alude a las palabras, las meras palabras en sustitución de los hechos. Me refiero entonces a mitos que obturan la comprensión de lo que verdaderamente sucede en las campañas electorales. Mitos que obstaculizan dicha comprensión y la sustituyen por un cuerpo de ideas y preconceptos que oscurecen más que aclaran el panorama.
Ideas erróneas, quiero decir. Erróneas pero de algún modo santificadas por la costumbre, por la tradición, por la repetición incesante. Preconceptos instalados en el mundo político a fuerza de martillazos reiterativos y cuasi solemnes.
¿Son pocos esos mitos? No, en realidad son muchos.
¿Son inocuos? Tampoco. Son capaces de arruinar la mejor candidatura.
¿Son gratuitos? Nones. Cuestan mucho dinero cuando las campañas electorales se guían por ellos.
10 mitos de los que vale la pena desprenderse
Veamos unos pocos de esos mitos. Apenas 10 de un conjunto mayor. Pero 10 mitos de esos muy encarnados y que hacen mucho daño cuando se llevan a la práctica en las campañas electorales. 10 mitos de esos que vale la pena desprenderse:
- El voto es racional.
Este mito sostiene que el votante toma su decisión movido exclusivamente por un proceso de carácter intelectual y racional. Decidir el voto sería una operación más bien fria en la cual el ciudadano piensa, compara, analiza, sopesa y llega luego a una conclusión. En realidad el mecanismo de decisión de voto no es así. Por el contrario, los factores emocionales están en el primer plano y son absolutamente decisivos. Eso no significa que lo racional no juegue ningún papel, pero sí significa que el factor más potente es de carácter emocional. De eso se trata la elección: emociones. - La decisión es consciente.
De acuerdo a este mito los procesos psicológicos que participan de la decisión de voto son de carácter consciente. No es así. Hace ya más de 100 años que Sigmund Freud descubrió que la consciencia es solo la más pequeña porción de nuestra vida psíquica, apenas la parte visible del iceberg. Un inmenso iceberg dominado por los procesos mentales inconscientesque ocurren por debajo de ese nivel cotidiano del ‘darse cuenta’ y que determinan desde las profundidades psíquicas todos los aspectos importantes de nuestras vidas. También el voto. - El candidato conoce al electorado.
En este caso se hace énfasis en un presunto olfato político del candidato que le permite saber lo que quiere, lo que necesita, lo que teme y lo que le pasa a los electores. En realidad se trata de una rémora de tiempos pasados, tiempos en los cuales no existían buenos mecanismos de investigación de la opinión pública y entonces las campañas solo podían marchar a golpe de olfato. Ganaba el que tuviera mejor nariz política. Ahora sabemos que aún la mejor nariz se pierde el 99 % de la información. Ahora tenemos, además, procedimientos científicos para estudiar la opinión pública. Desde las encuestas hasta las entrevistas en profundidad y los focus groups. No utilizarlos es condenar a la campaña electoral a vivir en los agitados tiempos de los dinosaurios. - Los amigos son los mejores consejeros.
El mito tiene inmediatas consecuencias operativas: el candidato se rodea de un círculo aúlico de amigos y familiares. Les tiene confianza extrema, claro, y cada vez se guía más por su consejo. ¿Quién mejor que los amigos para aconsejar bien? Sin embargo nada más lejos de la verdad. En realidad el candidato que así razona no se rodea sino que termina encerrado por la buena voluntad de sus amigos. Atrapado por un entorno que cae con facilidad en el coro de alabanzas. O que está desbalanceado porque seguramente tienen una visión muy pero muy parecida a la del propio candidato. O que está cegado por el cariño. O que está cegado por la falta de conocimiento y/o de experiencia sobre campañas electorales. Un entorno que no puede ser objetivo más allá de sus intenciones. Siempre es preferible recurrir a profesionales para el asesoramiento. Y también a personas de fuera del entorno que puedan actuar y hablar con más frialdad. - El voto se decide durante la campaña electoral.
De acuerdo a este mito parecería que el cerebro del votante se ajustara a los tiempos marcados por los partidos políticos y por la legislación electoral de cada país. No es así. La gran mayoría del electorado decide su voto antes de la campaña electoral. Antes, sí. Y solo un sector relativamente pequeño decide en plena campaña. Por eso es imprescindible implementar una campaña política permanente. Y también por eso hay que pensar muy bien a quién se dirige la campaña electoral. - Se puede hacer política sin dinero.
Este mito atribuye cualidades mágicas a las ideologías y cree que basta con una acertada estructura ideológica para implementar una campaña. Es un mito que al bajar a la realidad se rompe los dientes contra el piso al descubrir que cada paso de una campaña electoral implica gastos. Cada paso. Hasta lo más mínimo, hasta el más modesto cartelito callejero, hasta el más pequeño local partidario, hasta el más insignificante volante, hasta el vehículo y el combustible necesarios para ir a hablar con los votantes…Todo. Ni pensar la publicidad en radio o televisión. Es que no se puede hacer política sin dinero. Es un axioma. Y si el dinero no se tiene hay que salir a buscarlo. Para algunas fuerzas políticas no debería haber nada más central que la campaña financiera. Porque de lo contrario simplemente no existen frente a los ojos del público. Del gran público, no del grupito de incondicionales que siempre están. - La gente es tonta.
Hay toneladas de candidatos sepultados bajo este mito. Creyeron que la gente no sabía o no se iba a enterar. Que no se iban a dar cuenta. Que no le darían importancia justamente a ese asunto que los enterró. Es cierto que la gente mayoritariamente no le presta mucha atención a los políticos, pero no es tonta. Y se da cuenta de las cosas, tarde o temprano. Por eso el cortoplacismo no paga. - El público vive pendiente de los políticos.
Es un mito fuertemente asentado sobre el ego de algunos (¿muchos?) políticos. Creen que las personas están todo el tiempo mirándolos en televisión, escuchándolos en la radio, leyéndolos en el diario o en la web y pensando obsesivamente en ellos. Como si estuvieran hipnotizados. Con lo cual esos políticos dan por sabidas las cosas que ya dijeron el año pasado en relación a tal asunto. Dan por conocidas sus posiciones, vidas, propuestas y reacciones. Pero no es así. El público no está hipnotizado. Simplemente vive su vida, su trabajo, su familia, sus preocupaciones, sus problemas. Y de un modo más o menos lateral ingresa en él la política y los políticos. Lateral, mal que le pese al ego de varios. Y esa presencia lateral es cierta no solo en los tiempos normales sino también en plena campaña electoral. - El político es un gran comunicador.
El mito dice que si se dedica a la política y le va más o menos bien, entonces es un gran comunicador, por lo menos mejor que todo su entorno y tal vez un poco más allá también. Y si es un gran comunicador sabe mejor que nadie cómo va a funcionar un spot televisivo o un folleto o una cuña radial. En realidad el buen desempeño político no siempre es indicador de cualidades comunicacionales sólidas. Muchas veces inciden otros factores que ayudan, incluyendo el contexto económico, político, social y cultural del país o la ciudad. Tan es así que casi siempre sería indicado un media training, un entrenamiento para el mejor desempeño ante los medios de comunicación. Y por supuesto que la comunicación a través de los medios es un asunto bien diferente para el que se requiere especialización y profesionalización. De lo contrario se va hacia el desastre. - No hay mejor defensa que un buen ataque.
Es un mito funcional a las pulsiones agresivas de algunos candidatos. Una racionalización para permitirse el ataque contra otros, ataque que en la mayoría de los casos lleva a las campañas al despeñadero. Para atacar hay que atacar bien, sabiendo lo que se hace. Y hay que entender que no hay mejor defensa que una buena defensa. Pero hay que saber defenderse, un movimiento de la política que muchos no comprenden que deben aprender.
Hay más mitos.
Muchos más.
Este es solo un rápido repaso a 10 de ellos. 10 mitos destructivos que son una bomba de tiempo en cualquier campaña electoral.
Si pudiera derivarse alguna enseñanza breve de estos 10 mitos, yo la resumiría en 2 puntos centrales:
- Humildad. Si en la campaña creemos que lo sabemos todo y nos llevamos el mundo por delante, pues seguramente vamos a perder.
- Profesionalismo. Muchas personas se han formado y especializado para trabajar en los diversos aspectos que implica una campaña electoral. ¿Por qué no acudir a ellos?
La humildad y el profesionalismo ayudan mucho a las campañas electorales a ver la realidad tal cual es, sin el espejo deformante de los mitos, esos mitos que poco a poco van acorralando y estrangulando.
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Fuente: Blog Maquiavelo&Freud