Por: Daniel Eskibel
El mundo del político suele ser el mundo de la palabra. Y en gran medida de la palabra hablada. Pero a veces, solo a veces, el candidato es muy parco, muy limitado en sus palabras. Con lo cual suele ser visto como poco simpático, y a veces hasta como enojado o de mal humor.
¿Qué hacer cuando el político es de pocas palabras?
Primero lo primero. Olvida la idea de cambiarlo. Ya sabes: es lo primero que surge en su equipo (aunque no se lo digan al candidato).
-Tiene que cambiar- dicen sus colaboradores.
Pero no. Cambiarlo así como así es imposible. Jamás lo hará, aunque quiera, simplemente porque el equipo de campaña se lo pide.
Jamás. Never. Nunca.
No pierdas tiempo.
¿Por qué no va a cambiar?
Porque nadie cambia drásticamente, y menos en un corto plazo, y menos por razones tácticas o estratégicas.
Porque cada uno es como es a raíz de una larga y compleja historia que comenzó allá muy atrás en la infancia. Una historia donde se entrelazan diversos asuntos. Una historia que no se cambia por decreto ni por una voluntariosa decisión.
Entrenar o reposicionar
¿O sea que no se puede hacer nada?
Pues sí que se puede. A grandes rasgos lo que se puede hacer con el candidato parco y de pocas palabras es una de las siguientes 2 estrategias:
- Entrenarlo
- Reposicionarlo
Esas son las 2 grandes opciones.
El media-training
La opción número 1 es entrenarlo para un mejor desempeño en los medios de comunicación. Para que cada vez que enfrenta una cámara o un micrófono se desempeñe mejor. Para que gane en comodidad, en tranquilidad, en soltura, en fluidez verbal, en matices. Esa es la primera opción.
Media training. Así se llama. Y hay consultores políticos especialistas en media-training que logran sacar lo mejor del candidato en materia comunicacional. Podrá seguir siendo algo parco, pero lo hará mejor. Y lo podrá compensar con la comunicación no verbal.
Claro que hay campañas demasiado pequeñas como para invertir en media training. Pero de todos modos algo pueden hacer con unos pocos implementos técnicos y algún amigo periodista que ayude.
Porque una de las cosas indispensables es el ensayo. Ensayar 1, 2, 3, 100 veces. Ensayar y ensayar hasta adquirir cierto hábito de soltarse ante el micrófono.Y alguien con ojo crítico observando, corrigiendo, sugiriendo…Y luego que el candidato se vea y se escuche y así él mismo vaya mejorando.
Tiempo, paciencia y entrenamiento.
Siempre es mejor un especialista, claro.
El re-posicionamiento
El otro camino es re-posicionar al candidato. Ubicarlo, en la mente del elector, en un lugar diferente al que estaba previamente. Y reubicar simultáneamente a sus competidores.
Se trata de transformar la debilidad en fortaleza. Convertir esa parquedad en un atributo valioso que lo diferencia para mejor de los demás. Y trabajar el tema en toda la comunicación política: que hay que hablar poco y hacer mucho, que la gente espera muchas obras y pocas palabras, que algunos solo hablan y otros hacen y hacen, que es un hombre de acción, que no es un vano repetidor de promesas y lisonjas, que no lo van a elegir para conversar ni para ser amigo del elector sino para gobernar…
Este reposicionamiento, si la comunicación política es exitosa, también reposiciona a los competidores al ubicarlos como la contracara del candidato (los que solo hablan).
Resolviendo el problema del candidato parco
El candidato parco y muy escaso en palabras, entonces, es un problema. Lo es, dado el peso de la palabra en el mundo político. Pero no está condenado.
No cambiará, pero puede ser entrenado para desempeñarse mejor.
Tampoco cambiará la percepción pública acerca de que es persona de pocas palabras.
Pero sí puede cambiar el valor que le da la opinión pública a la cortedad de palabras.
Es un problema de comunicación política con el cual las campañas electorales tienen que lidiar en alguna oportunidad.
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Fuente: Blog Maquiavelo&Freud