Por: Jamer Chica
House of Cards es una de las series más vistas del momento, la saga de Netflix se convirtió en éxito mundial al llegar a más de 130 países en más de cuarenta idiomas; el usuario se ha cautivado con la cruda realidad de la vida política que transcurre en Washington D.C. con Frank Underwood, personaje interpretado por Kevin Space, un hombre frío, calculador, ambicioso, soberbio, arrogante y avaro que se desempeña como Congresista de Carolina del Norte, quien para llegar a ser Presidente de los Estados Unidos estará dispuesto a hacer lo que sea necesario, desde mentir y engañar hasta matar.
Sin embargo vale la pena preguntar ¿Qué tan lejos de la realidad está lo evidenciado en el rodaje de la serie?
La distracción y el engaño se han convertido en los instrumentos de los que se han valido diferentes personajes políticos para alcanzar sus fines. En la pasada campaña presidencial de los EEUU, Donald Trump presentó gran habilidad para arengar a su electorado, distraer a los medios de comunicación y marcar la agenda a través de las redes sociales, el nuevo inquilino de la Casa Blanca demostró con creces que domina a la perfección el arte de distraer para orientar el rumbo de la discusión política.
Ahora bien, esa habilidad de marcar la línea de debate es propia de ciertos personajes como el Ex Presidente de Colombia Álvaro Uribe, quien valiéndose de 140 caracteres en Twitter, es capaz de irrumpir en la opinión de grandes masas, remplazando inclusive a los medios de comunicación y estableciendo de esta manera lo que inevitablemente será noticia en los periódicos, la televisión y la radio.
En un momento en el que cada vez resulta más difícil captar la atención de la audiencia online entre tanta competencia, este tipo de personajes públicos suelen conseguirlo muy cómodamente generando mensajes que no solo invierten el orden de la comunicación tradicional, sino que frecuentemente logran desviar la atención de las cuestiones que no les convienen, a esto se le conoce como “el arte de la distracción”.
Un ejemplo de ello ocurrió el último fin de semana de noviembre, durante la contienda electoral de Estados Unidos cuando The New York Times publicó un reportaje sobre el conflicto de intereses que podía afrontar el Magnate Candidato por sus negocios alrededor del mundo; ahora bien, la reacción de Trump llegó vía Twitter, cuando en lugar de defenderse de las acusaciones, pasó al ataque y cambió inmediatamente el tono y el asunto de debate, denunciando (sin pruebas) un presunto fraude electoral que se estaría cocinando en su contra.
De igual manera sucedió en la contienda presidencial de Colombia en el 2014 al estallar el escándalo mediático del hacker infiltrado en la campaña uribista, de inmediato el expresidente reaccionó cambiando el rumbo de la discusión, al denunciar que el asesor político de la campaña de Juan Manuel Santos, había recibido US $12 millones por parte de un cartel de narcotráfico para favorecerlos en las negociaciones que se surtían con la guerrilla de las FARC. Como era de imaginarse, los medios de comunicación cambiaron de posición y colocaron su foco sobre la campaña de Santos, de nuevo el poder de engañar y distraer salió a flote desviando la atención del torpedo lanzado contra la campaña de Zuluaga.
Estos son claros ejemplos que la distracción y el engaño, hacen parte de las prácticas oscuras de algunas escuelas de estrategia política, que adoptan estas herramientas dado su alto índice de efectividad frente a la opinión pública, pero repercutiendo de manera negativa en el ejercicio democrático asignado a los diferentes sectores sociales trayendo con ello la apatía, la abstención y el desagrado que sienten los ciudadanos frente a los candidatos políticos.
Nicolás Maquiavelo exhortaba “aunque el engaño sea detestable en otras actividades, su empleo en la guerra es laudable y glorioso, el que vence a un enemigo por medio del engaño merece tantas alabanzas como el que lo logra por la fuerza” por esta razón, él consideraba a “la política como el arte de engañar”.
Ahora bien, las técnicas del engaño y la distracción se han hecho presentes durante las diferentes confrontaciones de índole militar, político y hasta empresarial; La colección de ensayos sobre el arte de la guerra de Sun Tzu, es el tratado más antiguo que se conoce sobre este tema, el arte de la guerra se centra en el engaño, por ello, las principales enseñanzas del general Tzu se citan de la siguiente manera:
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Cuando seas capaz, finge la incapacidad.
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Haz creer que estás lejos cuando estés cerca; y cerca cuando alejado.
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Simula el desorden a tu enemigo y sorpréndelo.
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Finge estar en inferioridad de condiciones, estimula su arrogancia.
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Ponle en aprietos y acósale. Si está en descanso, fatigadle. Cuando vaya a socorrer a la derecha, atacad a la izquierda; cuando vaya a socorrer a la izquierda, atacad a la derecha; dejadle sin aliento haciéndole correr constantemente de un lado para otro.
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Si está unido, divídele. Enemistadle con sus aliados.
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Atácale donde no esté preparado, haz una salida por donde no se lo espere. Hay una cosa que es de gran importancia en la guerra, y es ser rápido como el relámpago; no se puede dejar pasar la ocasión¨.
Sun Tzu en otras palabras, señala que los elementos esbozados no son otra cosa que saber aprovechar la ventaja y dominar a la competencia sometiéndola a través del engaño. La estrategia política vista desde este enfoque debe atacar no solo los recursos de la competencia, sino, ante todo, la mente de sus estrategas, sus procesos de pensamiento y la voluntad de su equipo directivo. Sin embargo, la aplicación de estas herramientas debe guardar un equilibrio sistemático, toda vez que la finalidad es ganar y no el destruir al competidor, puesto que sin competidores no habría triunfo y sin candidatos no habría elección.
Fuente: Blog de Jamer Chica