El trabajo de investigación sobre el estado del arte de la comunicación política en los últimos 10 años y la publicación de 4 volúmenes con las 120 voces más representativas, me permiten aportar 10 conceptos que, a mi juicio, serán clave para entender el poder durante el 2018.
1. Alianzas Electorales.
La formación de coaliciones partidistas es una práctica muy común en la mayoría de las democracias del mundo. Constituyen con frecuencia la única posibilidad para volverse competitivos en una contienda electoral y aspirar a conquistar mayores posiciones de representación popular o conservar las que ya tienen. En las elecciones de México 2018 el propósito de las Alianzas Electorales será estratégico pues los partidos pretenderán incrementar sus posibilidades de éxito en una contienda de alta competencia. En los últimos años hemos presenciado formaciones políticas inusuales o insólitas (ideológicamente inconsistentes). Se trata de alianzas entre partidos que se mueven en los extremos opuestos del espectro ideológico y que prácticamente no comparten nada entre sí, a no ser la ambición de conquistar o mantener el poder a toda costa.
2. Antipolítica
El término define la actitud de quienes se oponen a la política, juzgándola como práctica del poder y, por lo tanto, acusa a los partidos y a los políticos profesionales de buscar el poder y no el bien colectivo. Un sentimiento que prevalecerá durante el año que inicia. También se basa en una retórica de descalificación para reivindicar en su lugar una nueva forma de ejercer el poder. Será usada por quienes se han distanciado de los partidos o la política formal para aprovecharse del malestar colectivo. Constituirá también un ingrediente semántico ( lo que es políticamente incorrecto) y con fuerte componente antisistema (Cansino y Covarrubias, 2006) propicio en campañas para las candidaturas ciudadanas o independientes en el 2018.
3. Clientelismo político
En países como México el clientelismo político puede mover la intención de voto hasta entre 2 y 3 puntos. Existen localidades tan pequeñas que los candidatos definitivamente no hacen campaña y todos los recursos los destinan a comprar y movilizar electores el “día D”. Cuando un intercambio de recursos, ya sean económicos o políticos, toma lugar entre dos partes, se habla de una relación clientelar. El clientelismo político se basa en ese intercambio, pero en él se enfatizan las características complejas de dicho vínculo, como la asimetría de poder, la coerción y, a la vez, , la solidaridad y el afecto (Rodríguez Medina, 2013). Este tipo de relación, (que ya hemos visto en elecciones recientes) genera grandes niveles de compromiso y obligación, a pesar de que comúnmente se conforma en base a entendimientos y mecanismos informales de comunicación. Por esto, una dimensión importante del clientelismo es la creación de expectativas y esperanza, lo cual conduce a una fuerte dependencia.
4. Campañas negativas.
Las campañas electorales no se limitarán a realizar propuestas y ofrecer un estilo particular de hacer gobierno. También serán escenario de ataques, denuncias, campañas sucias y mensajes negativos. “Una campaña negativa está orientada a resaltar los defectos del adversario y el propósito es socavar la reputación de un candidato u opción política al evocar imágenes y argumentos que degraden las percepciones que del rival tienen los votantes” (García, D´Adamo y Slavinsky, 2005). Serán campañas ligadas a las lógicas de la mentira y la denuncia. Se marcará con el signo negativo al oponente B, mientras el candidato A llevará el signo positivo. Entre sus principales características veremos: simpleza del argumento (verdades alternativas); uso de la tergiversación y las verdades a medias (sin verificación); los datos “fríos” serán reemplazados por datos “calientes” o emocionales (burbujas informativas); tenderán a ser altamente visuales (feak-news); identificarán enemigos (narrativa de héroes contra villanos), lo que dará al espectáculo político el poder de despertar pasiones, temores y esperanzas.
5. Posverdad
En 2016, “post-truth fue nombrada palabra del año según el Diccionario de Oxford. Con ella se intenta describir un momento en el que el discurso político, a la hora de pretender incidir sobre la opinión pública, deja de lado los hechos objetivos y apela principalmente a las emociones y a las creencias personales. El término, aplicado desde 1992, aumentó su uso en un 2,000 % respecto de 2015 (Gutierrez-Rubí, 2017). El triunfo de Donald Trump colocó el fenómeno de la posverdad en la primera fila de la conciencia de una parte de la opinión pública occidental. Los ecos del nuevo paradigma ya estaban presentes en campañas como el Brexit, la salida de Reino Unido de la Unión Europea, que se celebró un par de meses antes de la campaña en Estados Unidos. Y después, el modelo ha seguido en las elecciones recientes de Francia, Alemania, Israel y, particularmente, en el separatismo catalán de España.
6. Fact-Checking
La recurrente utilización de la mentira política – hoy bajo el paradigma de posverdad – ha sido una constante en las campañas electorales, sobre todo en escenarios competidos. Se advierte una tendencia mundial a favor del fact-checking, que sería el antídoto contra todos los conceptos (fake-news, las verdades alternativas, las burbujas informativas y los bulos) que se refugian en el paraguas semántico de la posverdad. Reconoce que las formas tradicionales del periodismo – prensa, radio y televisión- han perdido peso frente a las nuevas formas de relación con la opinión pública. Los contenidos que se hacen virales en twitter, facebook o plataformas de mensajería instantánea generan percepciones que hace algunos años eran impensables (Llorente, 2017). La divulgación de noticias falsas desemboca en una banalización de la mentira y, por ende, en la relativización de la verdad.
7. Social Media
Son más que redes sociales. Son “un grupo de aplicaciones de Internet que constituyen la base ideológica y tecnológica de la web 2.0 y permiten la creación y el intercambio de contenidos generados por los usuarios” (Kaplan y Haenlein, 2010). Involucran un complejo ecosistema de recursos tecnológicos (aplicaciones, plataformas, herramientas) que posibilitan la creación de contenidos por parte de los usuarios, potencian la naturaleza dialógica de la red, la generación de comunidad y la construcción de inteligencia colectiva. Y constituyen uno de los ámbitos en que se manifiestan las potencialidades de la interacción y articulación de sujetos en red a través de una diversidad de actividades y propósitos: desde los contactos sociales espontáneos y esporádicos, hasta las comunidades académicas y científicas estables, pasando por las multitudes inteligentes (Rheingold, 2002) que reinventan las formas de organización y movilización social, las estrategias de difusión de información, la construcción de vínculos emocionales y la generación de inteligencia colectiva (Lévy, 2004).
8. Oxigención política
El concepto alcanza su mayor potencial explicativo en el caso de transiciones democráticas continuas, o sea pacíficas, negociadas, ordenadas y graduales, como las que ocurren por la vía de la alternancia (Cansino, 2007). Busca establecer una serie de criterios que permita identificar y medir en casos concretos qué tanto el quehacer político se desintoxica de las costumbres largamente dominantes en el pasado autoritario. La lógica sugiere que la alternancia política desde un partido hegemónico o único se traduce invariablemente en transformaciones en el ejercicio del poder. Es decir, veremos (en los casos en que haya alternancia) nuevas formas de tomar decisiones, cambios en las interacciones del gobierno con otros poderes y actores políticos, en el apego a reglas escritas, en la rendición de cuentas, en el uso de los recursos públicos y en la comunicación política.
9. Transfugismo político.
Es un término que refiere el fenómeno del paso o tránsito inmoderado de actores políticos de un partido a otro por razones pragmáticas o por convenir a sus intereses. Suele emplearse popularmente para señalar y descalificar a ese tipo de políticos por carecer de principios y valores sólidos. Las referencias que hemos escuchado en años recientes y veremos en el 2018 serán expresiones como “malabarismo político”, “trapecismo político” o “candidatos chapulines”. Este proceso obedece más a criterios de interés personal de un político que a objetivos de trascendencia como la “movilidad política”. La ciencia política la refiere como el paso de actores políticos y sus respectivos recursos (económicos, coercitivos o de influencia) desde ciertas posiciones de poder, coaliciones o partidos políticos a otros distintos (Cansino, 2002).
10. Voto antisistema.
La desafección política seguirá invadiendo a los nuevos electores: jóvenes, informados, críticos, conectados (milenials), no acarreados a actos partidistas. Son el 55% de los electores que componen el voto switcher y definarán las elecciones. Son los que rechazan el establishment y presentarán dos posturas: a) no acudirán a votar, porque no creen en el sistema de partidos, o b) votarán para ver perder al partido en el gobierno. La desafección política ha creado en América Latina un sentimiento antisistema que aunado a la posibilidad que tiene el ciudadano de hacer valer su voto, aumentará la derrota de partidos en el poder. El razonamiento es que ya no votarán “a favor de lo que un gobierno hace”, sino votará “en contra de lo que deje de hacer”. Cambio versus continuidad será una lógica de voto recurrente en los procesos electorales del 2018.