Por: Daniel Eskibel
Una de las primeras preguntas que le planteo a cada posible cliente de mi consultoría es simple, clara y directa:
– ¿Quién es tu principal adversario electoral?
Las respuestas varían de acuerdo al país, al partido político y al candidato, pero las más comunes suelen ser las mismas:
- El que representa las antípodas ideológicas
- El que va primero en las encuestas
- El que va segundo en las encuestas
- El candidato del gobierno
- El candidato de la oposición
- El candidato más rechazado por mi posible cliente
- El candidato con quién más ha polemizado mi posible cliente
¿Cual de ellos es tu principal adversario?
Pues cualquiera de ellos puede ser el adversario. O tal vez ninguno de ellos lo sea.
Porque ninguna de las respuestas habituales que señalé antes es efectiva para identificar al principal adversario.
Un adversario político es alguien con quien se compite en virtud de aspirar a los mismos objetivos.
Por lo tanto en las etapas previas a las campañas electorales es necesario estudiar el escenario político y determinar qué otros candidatos tienen los mismos objetivos. Ese es el primer filtro.
Si tu objetivo es la Presidencia, solo los otros candidatos presidenciales serán tus adversarios potenciales.
Si tu objetivo es conquistar escaños en el Senado o en Diputados, entonces solo quienes disputen cargos legislativos nacionales serán tus adversarios potenciales.
Y si tu objetivo es ser Alcalde o Gobernador, pues ya sabes: el criterio es el mismo.
Pero tendrás luego que aplicar un segundo filtro: la competitividad.
O sea que tendrás que descartar de la lista breve que hiciste con el primer filtro a aquellos candidatos o partidos cuya fuerza sea tan minoritaria que no representen ninguna amenaza. Con este segundo filtro dejarás de lado a candidatos meramente testimoniales, que siempre los hay. Y te concentrarás en los que sean real y objetivamente competitivos.
Pero aún falta algo. Todavía te falta un tercer filtro. Y es absolutamente decisivo. Es el filtro de la superposición de públicos.
La planificación estratégica de las campañas electorales requiere una definición precisa acerca de a qué publico (o públicos) te vas a dirigir. Es evidente que pretender comunicarte con todos los públicos es igual que no comunicarte con ninguno. La estrategia implica priorizar, destacar, afinar la puntería.
En ese plano, entonces, tendrás que buscar cuales de los adversarios potenciales identificados con los dos primeros filtros van a disputar el mismo público, la misma audiencia, los mismos votantes que tú.
Recién en este punto tendrás el retrato hablado de tu principal adversario:
- Aspira al mismo cargo que tú aspiras.
- Tiene fuerza competitiva para enfrentarte.
- Se dirige al mismo público que tú.
Allí está: uno, dos y tres, y ya conoces al adversario principal al que te vas a enfrentar en la próxima elección.
Aunque…¿de verdad lo conoces?
Tu adversario, ese gran desconocido
Ya identificaste quién es tu adversario, pero seguramente no lo conoces. Porque la vida política suele prestarse a una gigantesca danza de caricaturas.
Los dirigentes políticos, los partidos, los militantes, los gobiernos, los candidatos y las campañas electorales quedan atrapados, con sorprendente facilidad, en una burbuja comunicacional. Esa burbuja es construida por los hábitos de consumo de información política y por la misma estructura del sistema de comunicaciones de nuestro tiempo.
A través del lente deformante de esa burbuja los adversarios políticos son visualizados con dificultad, más como sombras borrosas que como seres tangibles, más como caricaturas que como personas reales.
Ese adversario político que identificaste ya con precisión, en realidad sigue siendo un gran desconocido.
Sabes quién es, pero no cómo es.
Aunque podrías decir que con eso te basta, con saber a quién te enfrentas. ¿Para qué conocerlo, al fin y al cabo?
Enemigos íntimos
Tú y tu principal adversario político están entrelazados en la mente del público objetivo que comparten. Uno y otro disputan los votos y las ideas en la calle, en la televisión, en la radio, en los periódicos, en internet, en las redes sociales pero además y sobre todo en la mente de ese público.
Son enemigos íntimos que van juntos, codo a codo en todos los escenarios.
Para derrotar a ese adversario tan cercano tienes que conocerlo mejor que lo que él te conoce. Conocer su vida, su trayectoria, sus fortalezas, sus debilidades, su forma de tomar decisiones, su psicología, su personalidad…Tienes que comprenderlo en profundidad, mucho más allá de las caricaturas que recorren los medios y los ambientes políticos. Tienes que estudiarlo en serio. Con objetividad. Tienes que analizarlo en detalle.
Cierta vez escuché con asombro a un conocido director técnico de fútbol de un país latinoamericano, alguien muy conocido por su soberbia. Decía que no miraba jamás vídeos de sus adversarios porque era una pérdida de tiempo. Más decía: que a él solo le interesaba su propio equipo y que no le importaba lo que hicieran sus rivales.
Ese director técnico ha cosechado una enorme cantidad de derrotas, una detrás de la otra. Los triunfadores, en todos los casos, han sido directores técnicos más humildes y más estudiosos. Esos que durante horas y horas estudian con seriedad a sus rivales.
Eso es también imprescindible en las campañas electorales: estudiar con seriedad a los rivales.
¿Sabes por qué?
Esencialmente porque tu adversario puede hacer muchas cosas pero nunca jamás puede dejar de ser quién es y cómo es.
Y durante la campaña pensará, sentirá y actuará en función de cómo es. No de la caricatura simplificadora que otros hagas, sino de cómo es en realidad. Por eso tienes que estudiarlo a fondo.
Por eso si te pregunto quién es tu principal adversario, no te apresures a responder.
Ahora mismo: observa el escenario electoral. Tú escenario electoral. Piensa: ¿quién es tu principal adversario? Descúbrelo. Analízalo. Recién después podrás planificar tu estrategia.
Fuente: Blog Maquiavelo&Freud