Por: Xavier Peytibi
Dar la mano, besar bebés, conversar o pasear por un centro comercial. Estas son las escenas familiares de la “política al detalle“, un estilo de campaña en la que los candidatos intentan hablar con el mayor número posible de votantes en escenarios comunes. Se trata del contacto directo, conocer y dialogar brevemente con potenciales votantes para apelar personalmente a su apoyo y lograr un clima de confianza y cercanía. Es una aproximación personal, que marca mucho más a la ciudadanía que cualquier spot televisivo.
Como indica Stephanie Brookes, esto tiene dos ventajas claras. En primer lugar, conocer a un candidato político hace que los votantes se sientan más comprometidos y más propensos a apoyar al candidato, que ha sido “humanizado” a través de un encuentro cara a cara. Más importante aún, que permite la interacción. Los votantes pueden hacer preguntas, interactuar con los candidatos, y llegar a sentir que sus preocupaciones respecto a cualquier tema.
La profesionalización de las campañas (segmentación y análisis de datos), la búsqueda de visibilidad en los medios de comunicación y la Red hace que a menudo se olviden estas importantísimas interacciones personales, aunque siempre están presentes de un modo u otro en la mayoría de campañas.
Como indican Judith Trent y Robert Friedenberg, en el libro Political Campaign Communication, la mayoría de los votantes no se reunirá nunca con el candidato, ni lo verá de cerca. Como votantes, nuestros sentimientos acerca de la personalidad y los valores de los políticos se desarrollan a partir de una mezcla de lo que sale en los medios de comunicación, las preferencias partidistas preexistentes, el boca-a-oreja y el instinto. Sin embargo la información y datos sobre las prioridades de un electorado particular no garantizan automáticamente a los candidatos la posibilidad de conectarse con los votantes. Aquí es donde la política al detalle sigue siendo vital.
Siguiendo con Stephanie Brookes, las campañas presenciales de candidatos en lugares comunes, consiguen un doble efecto. Por un lado conectan al candidato con el público, pero especialmente crean un público secundario: amigos, familiares, vecinos… que oirán hablar del encuentro. En 2013, además, en mi opinión, el público secundario es potencialmente enorme, a partir de testimonios, imágenes, vídeos… difundidos por las redes sociales. En este blog hay algunos buenos ejemplos, pero recientemente observé otro en la campaña de Bill Glasson, candidato a diputado por el Liberal National Party (LNP) australiano en Griffin, para las elecciones del 7 de septiembre. Glasson realizaba su recorrido buscando fotos y saludos con cualquiera, y su medio de transporte no fue un coche particular o un bus de campaña, sino el ferry local, donde podía aprovechar el desplazamiento para seguir haciendo campaña y lograr contactos y fotografías que luego esas personas subían a sus redes sociales.
Resumiendo, se trata de organizar estos encuentros de tal manera que se consiga la máxima visibilidad y difusión.
Improvisando (bastante), se me ocurren ocho ideas a tener en cuenta:
1. Lugar. Hay que escoger el lugar y la escenografía que se va a tener (pancartas, colores, personas que estarán, donde se tomarán la mayoría de imágenes, no pasar por sitios complicados (basuras, casas abandonadas..), etc. El candidato no puede ir solo, pero tampoco debe llevar a mucha gente de escolta alrededor que lo aleje de la ciudadanía.
2. Visitas. Hay que decidir la razón de la visita y a qué tipo de público se va a encontrar. Se puede pensar en base a la agenda de los temas de campaña. El candidato deberá ir preparado para cualquier pregunta, pero en su breve discurso deberá hablar de lo que le interesa a la mayoría de esas personas.
3. Influencers. Se avisará previamente a asociaciones de vecinos, de comerciantes, asociaciones de padres, etc… de la visita. Se buscarán pequeñas reuniones o saludos obligados con las personas más influenciadoras de cada comunidad. También se buscarán contactos en tiendas o comercios que pueden ser importantes para el boca oreja: bares, peluquerías, …
4. Activistas. Se organizará a los activistas locales para que apoyen, con pancartas o banderas (algunas oficiales y otras hechas por ellos mismos) y con los colores del partido o de la campaña. La difusión en redes sociales debe ser máxima.
5. Recorrido. Se decidirá donde se empieza y donde se acaba, por dónde se irá y en qué locales entrará el candidato. No hay que dejar atrás a ningún influencer durante el paseo. Unos días antes alguien del equipo de campaña debe reconocer el terreno y tomar las decisiones. No hay que descartar usar medios de transporte locales y públicos, para no perder tiempo de desplazamiento a la hora de hacer contactos.
6. Disponibilidad. El candidato no solo hablará con cualquiera, sino que se ofrecerá a posar sonriente para cualquiera que tenga un teléfono móvil. Con eso conseguirá difusión en redes sociales y generar boca-oreja.
7. Medios locales. Se organizarán breves encuentros o entrevistas con los medios locales, por muy pequeños que sean (o bloggers importantes o influencers locales en redes sociales), siempre que estos no sean enemigos políticos. También se buscará el contacto con los directores de esos medios o con periodistas destacados.
8. Fecha. Deberá ser un día en el que se pueda asegurar una buena afluencia de público.
En resumen, no todo es coger un autobús e ir a un sitio. Más y mejor se prepare, más éxito y visibilidad se tendrá, y más efecto en la ciudadanía.
Fuente: Blog de Xavier Peytibi