Artículo originalmente publicado en la revista Washington COMPOL
El liderazgo es un término mutante y volátil que premia o castiga dependiendo de los diferentes contextos. Las realidades, los hechos, las promesas y las expectativas son otras de las variantes que juegan un papel no menos importante a la hora de gobernar. Hasta el momento se ha hablado y se hablará de los casos de éxitos, de aquellos líderes que se alzaron con el poder y que con el paso del tiempo dejaron huella.
Pero la historia es sabia y también plasma el legado de otros representantes de los ciudadanos, que cayeron en desgracia tanto a nivel personal como en lo colectivo. Lo intentaron, pero no alcanzaron el propósito inicial. Tuvieron en la palma de su mano el poder, el reconocimiento, el seguimiento de miles y miles de votantes e incluso de millones, pero su “buena estrella” acabó apagada y por ende dejó de brillar.
Si el político transmite, conecta y es capaz de sostener su hegemonía, su entorno entenderá mejor sus decisiones, de lo contrario los resultados pueden ser devastadores. La carrera política no hay que valorarla cuando se inicia sino cuando se termina. Y es ahí donde nombres y hombres no han sido capaces de transformar desde su status político.
El liderazgo político puede ser efímero o bien se puede perpetuar con decisiones controvertidas, en ambos casos el tiempo pone a cada uno en el lugar que le corresponde por petición popular. La presión de las urnas no engaña.
Les expongo varios casos de políticos que tuvieron poder, fama, adeptos, pero que fracasaron desde el prisma subjetivo del término liderazgo. Un repaso a dos casos muy singulares de América Latina, uno de España, un inglés y un francés.
Un caso muy singular es el sandinista-comunista, Daniel Ortega (Nicaragua). Desde 2007 ha conocido las mieles del éxito. Sin embargo, el paso de los años destapó como su gestión no era la más acorde para una sociedad que demandaba oportunidades. Por ejemplo, el 65% de los niños que pertenecen a las familias más pobres han terminado la escuela primaria en comparación con el 90% de los más ricos. Se generó un país a dos velocidades o mejor dicho se generaron ciudadanos de primera y de segunda. El fracaso del Canal de Nicaragua, su posicionamiento con Rusia, las protestas sociales, la corrupción son algunas de las causas que dejaron a este líder sin la estrella de líder.
Otro de los rostros que nunca se olvidarán por su legado social es Hugo Chávez (Venezuela). Se alzó con 13 de las 14 elecciones nacionales en sus 14 años de gobierno, pero su poder cruzó todas las fronteras por cuestiones negativas. Un líder que dejó su país en una situación social grave. Entre sus “logros” está que Venezuela figurara como uno de los países más corruptos del mundo. La criminalidad, la pobreza, la corrupción, la delincuencia, la deuda pública y las restricciones a la libertad de prensa son algunas de las cuestiones que han llevado al malogrado Chávez a perder su condición de líder.
En España, es ejemplo de “Ángel caído” el socialista José Luis Rodríguez Zapatero. En 2004 vence y convence tras un periodo donde el Partido Popular se sentía cómodo en Moncloa. El Presidente del Gobierno tomó las riendas del país, se ganó la simpatía de los españoles y tuvo la fuerza suficiente para coger ese impulso necesario para amarrar la reelección del 2008. Su liderazgo era incuestionable hasta que empezaron a surgir voces críticas a su gestión. Del blanco al negro sin pasar por el gris. Así se resumiría los últimos años de este dirigente, que perdió la credibilidad, la confianza y la simpatía de los españoles. Una crisis económica que hundía a las clases medias, el estancamiento del sector productivo y las decisiones inadecuadas generaron de Zapatero un dirigente molesto, que, incluso, provocó que ciudades en las que gobernaba su propio partido rechazaran mítines del presidente del Gobierno de cara a las elecciones municipales y autonómicas.
En el país vecino: Francia, se halla otro caso a estudiar. El expresidente, François Hollande, fue incapaz de hacer frente a todos sus conflictos abiertos y dejó a su partido al borde del caos. Generó demasiadas expectativas y, al final, ni siquiera tuvo la intención de presentarse a una segunda reelección. Decidió reducir el déficit público por mediación del aumento de impuestos, el paro fue otro de sus losas junto al empobrecimiento. El sector económico tocaba fondo al no entender los nuevos paradigmas. Su imagen se diluyó y arrastró a su propio partido al precipicio.
Por último, David Cameron (Reino Unido), era otro de esos rostros que gozaba de reputación, la suficiente para llevar la etiqueta de líder. Sin embargo, su fracaso con el Brexit le llevó a perder una de sus principales batallas. Las urnas le dieron la espalda en un referéndum que permitió conocer su escasa afinidad con la sociedad. No logró afrontar los retos de la deuda pública a pesar de sus promesas, no hubo prosperidad para los británicos y tampoco frenó la caída de los salarios. El final de su carrera política fue una auténtica odisea hasta el punto de que su liderazgo, al final, se quedó huérfano.
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