¿Certezas? No muchas. Y más en tiempos convulsionados, de nuevas tecnologías y de recetas que se aplican y que se dejan de aplicar a prueba y error. Parece que el claim “cambio”, además de ser difundido en tantas campañas electorales, ahora viene a interpelarnos a nosotros mismos. ¿A nosotros? Sí, a quiénes integramos algún equipo de comunicación política, nos desempeñamos como asesores o, simplemente, realizamos actividades políticas.
La certeza que tenemos es que día a día y en un abrir y cerrar de ojos, las formas de comunicación con los ciudadanos van cambiando. Si es la tecnología la que nos cambia o nosotros quiénes cambiamos a la tecnología es una discusión a la altura del huevo y la gallina. Lo cierto es que cada día, comunicarse se vuelve un nuevo desafío.
Así las cosas, hay una regla que parece tener vigencia siempre: deconstruir, construir y reconstruir. En los ´90, de acuerdo al lenguaje del ordenador, le llamaríamos “reset”; ahora, le podríamos decir “refresh”. Para eso, aquí, y obviamente discutible, un puñado de ideas para romper con esa lógica errática de políticos hablando en clave política para los ciudadanos.
Chau a las redes informativas. Las redes sociales no informan; las redes sociales cuentan. Hasta los medios de comunicación, que trabajan con la información como materia prima, nos van introduciendo en sus contenidos a través de historias. Lo mismo sucede en política, cuando al momento de generar contenidos para redes, se elige contar una historia; mostrar un antes y un después de una obra; utilizar recursos de las redes como las historias, las encuestas y hasta los divertidos filtros de Instagram (sin necesidad de caer en la ridiculez).
Chau al portavoz protagonista. Despolitizar la comunicación ciudadana también implica cambiar de protagonistas. ¿Qué significa esto? Simplemente comprender que el vecino o la vecina tienen más para contar y hasta credibilidad; simplemente porque se muestran de igual a igual con las ciudadanas y ciudadanos. No es cuestión que el usuario sea siempre portavoz de sus propias redes.
Chau a los términos técnicos. ¡Díganme si hay peor combinación que la de contar algo que hicimos con números y términos técnicos! Definitivamente, no. ¡Error! Los números son fugaces y los términos técnicos, en la mayoría de los casos, son sumamente abstractos. Mejor es hablar con lenguaje simple, entendible, cercano y comprensible. Porque así, tendremos más posibilidad de llevar el mensaje que queremos, y no que la interpretación de quien nos lee, nos juegue una mala pasada.
Chau al lenguaje machista. Pausa aquí: para hacer realidad esto, primero hay que tener convicción y voluntad. Independientemente del partido político del que participes o de la función que ocupes, de una vez por todas, tenemos que entender que hombres y mujeres somos iguales. Y en las intervenciones de políticos y candidatos el pensamiento se ve reflejado. Primero creer, para luego crear.
Chau al monólogo. Si googleamos, en dos segundos encontramos estadísticas y datos acerca de la falta de credibilidad en los políticos y, lo que es peor aún, en la política. Los ciudadanos no quieren escuchar monólogos; están cansados de danto escuchar; están cansados de tanta “rosca política” que solo le divierten a la política. Los ciudadanos también quieren expresarse y participar del monólogo. Sin dudas que las nuevas tecnologías y los nuevos canales de comunicación van abriendo paso a un protagonismo compartido. De hecho, las redes sociales se inventaron para conversar, no solo para hablar. En su nombre está el secreto: son sociales.
Chau al traje. No todo aplica para todas las ocasiones. Primero, hagamos un repaso de quiénes van a ser lo interlocutores. Lo que elijamos como vestimenta también habla de nosotros y puede poner una línea divisoria con nuestro auditorio o lectores; o diluir esa frontera para igualarnos. De eso se trata: de igualar, de bajar la tarima los centímetros que necesitamos; de quitar la corbata cuando vamos a supervisar una obra. En tiempos de imagen, la vestimenta y nuestro cuerpo hablan más de nosotros que nuestra voz.
Chau al eslogan. No para siempre; claramente. Pero sí para guardarlo cuando no hace falta y desempolvarlo cuando sí lo necesitemos. Mejor, una comunicación llana.
Chau a la lejanía. No hay dudas de que una palabra, un gesto y una imagen pueden trazar una frontera divisoria. Mejor, menos despacho y más retailpolítics. ¿De qué va? De más calle; de más camisa arremangada; de más contacto con la gente; de más cercanía, abrazos y más escucha.
Chau al mandón. Evitar la ostentación a la autoridad puede ser un buen camino para despolitizar el mensaje y acercarse a una conversación más horizontal con los ciudadanos y ciudadanas.
Chau a la improvisación. Hoy, aunque parezca evidente, gran parte de las actividades que lleva a cabo un político no tienen una estrategia pensada previamente. Las mejores preguntas que nos podemos hacer antes: ¿Para qué vamos a implementar esta acción? y ¿Por qué la vamos a hacer? Luego, viene la discusión acerca de las cuestiones discursivas, operativas y de forma. Pensar en respuestas a esos interrogantes, seguramente implica combinar el factor político y la necesidad.
Hola. Llegó el momento de poner la mirada en aquellas herramientas que suman. Y son muchísimas. Si bien las palabras son importantes, los gestos y las formas hablan mucho más de nosotros o de las personas con las que trabajamos en política. Hay una premisa, en la que puedes o no estar de acuerdo, que dice: eres el mensaje y eso es lo que te define.
Seguramente viste en Internet, en algún curso o por experiencia propia que el 7% de la atención que nos prestan cuando hablamos está puesta en las palabras; el 55% en el lenguaje corporal; y el 38% en aquellos rasgos que tienen que ver con la voz. Sí, estos números se desprenden de dos estudios de Albert Mehrabian, de 1967.
El primer paso seguro de una estrategia comienza con un diagnóstico sincero. Sí, sincero. Hay que mirarse al espejo y señalar (no hace falta que sea con el dedo índice) cada fortaleza, debilidad, oportunidad y amenaza; o lo que en la escuela nos enseñaron como análisis F.O.D.A. a partir de ahí, los objetivos, la estrategia y las acciones o actividades que vamos a desarrollar. ¡A romper el molde!
Fuente: beersandpolitics.com
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