Por Diego Mota Orlob
En las últimas semanas se conoció la noticia de que Apple y Google trabajan en conjunto para brindar una solución tecnológica global al seguimiento de los usuarios diagnosticados con COVID-19. El proyecto busca apoyar a los sistemas de salud de los distintos países para controlar la pandemia. Por otro lado, el Massachusetts Institute of Technology (MIT) también está desarrollando una solución, poniendo un especial énfasis en el tratamiento de los datos personales. Estas iniciativas se suman a múltiples soluciones tecnológicas que hemos visto en diferentes países y con distintas implicaciones desde el punto de vista de la privacidad.
¿Porqué es necesario un rastreo de las personas infectadas?
La forma más eficiente de contener este tipo de virus es realizando un seguimiento hacia atrás de los individuos diagnosticados para detectar con qué otras personas estuvo en contacto y de qué manera se pudo haber desperdigado el virus, así como detectar otros posibles contagiados, este rastreo también nos permite, si acumulamos grandes cantidades de datos, trazar mapas o poder hacer cálculos estadísticos del comportamiento del virus, su nivel de prevalencia, etc. Anteriormente, con otro tipo de pandemias, el rastreo se ha realizado de forma manual por humanos, hablando con gente y realizando muchas llamadas telefónicas, resultando en un proceso muy poco efectivo, muy costoso y lento, por eso es que se ha comenzado a aplicar la tecnología para agilizar estos procesos, implementando el contact tracing (seguimiento de contactos) de los dispositivos móviles.
Algunas de las experiencias exitosas en contact tracing implican el rastreo por GPS de los dispositivos móviles para controlar el movimiento de la ciudadanía, lo que abre profundos debates sobre la privacidad y sobre las libertades individuales ya que los datos de salud están catalogados como de alta sensibilidad y si estos se combinan con datos precisos de geolocalización pueden ser un elemento de vigilancia ciudadana muy peligroso.
Así como las medidas sanitarias han sido distintas entre los diferentes países también lo han sido las estrategias de vigilancia epidemiológica y ciudadana por parte de los gobiernos. Existen diversas iniciativas en todo el mundo que implican la aplicación de la tecnología para dichos fines.
China ha aumentado su nivel de vigilancia ciudadana, incorporando sensores de calor en las cámaras del tren, que avisan mediante mensajes push (sms) a los móviles de los pasajeros si en el vagón que estan hay alguien con temperaturas más altas de lo habitual, también han desplegado drones para vigilar el aislamiento obligatorio ya sea de los ciudadanos infectados confirmados o sospechosos de infección.
Corea del Sur por su parte, también envía notificaciones push a los teléfonos móviles si el propietario se encuentra cerca de alguna vivienda en la que hay registrado un infectado, aunque no revelan la identidad del ciudadano en cuestión.
En Israel se están utilizando herramientas que habitualmente se usaban en la lucha antiterrorista, como el espionaje, para rastrear y controlar los brotes.
En brasil es una startup privada y no el Estado quién avisa a los ciudadanos si estuvieron cerca de algún foco.
España también trabaja junto a las empresas de telefonía, que han compartido sus bases de datos para poder controlar la cuarentena vía GPS con datos anonimizados.
La pregunta es ¿hasta dónde estámos dispuestos perder ciertas libertades para sentirnos seguros? y ¿cómo sabemos si esto dejará de utilizarse cuando pase esta crisis?
Todo esto nos suena a un mundo Orwelliano pero la realidad es que ya compartíamos mucha de esa información antes del Coronavirus a cambio de servicios como saber la ruta más rápida y sin tránsito para ir en coche, con aplicaciones de ejercicios o con nuestras redes sociales, por tanto el debate debe ir un poco más allá de lo coyuntural.
Esta nueva iniciativa de Google y Apple sumada a la propuesta del MIT busca zanjar el debate de la privacidad, asesorados por la American Civil Liberties Union (ACLU) proponen un sistema en el que quien no está infectado cuenta con la máxima privacidad y nunca se conocerán sus datos, el que esté diagnosticado positivo si proporcionará automáticamente un registro, encriptado por medio de bluetooth, que notificará con quienes y dónde estuvo en el período de tiempo de incubación, siendo los datos de localización suficientemente precisos para poder realizar tareas epidemiológicas pero también suficientemente ambiguos para preservar los datos privados del individuo. Otra de las medidas impulsadas para salvaguardar la libertad individual es que todos los cálculos deben hacerse en el móvil de la persona y no en la nube para que no haya uso de datos por terceros. Por último, se propone que todo el código sea abierto para identificar la ética del algoritmo y se afirma que los datos serán eliminados luego de que pase la pandemia.
La discusión sobre el uso de los datos individuales, las libertades personales y el buen uso de dichos datos por un bien común es más amplia y va a ser central en los próximos años, hoy se da por una pandemia mundial pero hay muchísimos otros motivos por los que algunos gobiernos pueden proponer determinadas medidas de vigilancia, como la seguridad o el control de las conductas cívicas la clave estará en encontrar los equilibrios, en tener espacios libres para la discusión y llegar a consensos sobre los nuevos derechos digitales que exige el siglo XXI, siempre informando adecuadamente y priorizando la libertad individual y el bien común por sobre el control.
Fuente: tecnopolitica.org