Un ambiente de tensión como nunca antes se había sentido: así describen muchos habitantes de Florida estas dos semanas de voto anticipado al 3N en este lugar de Norteamérica que por años ha sido decisivo y volátil para la votación de los delegados colegiados que deciden la suerte del próximo inquilino de la Casa Blanca; donde lo que menos conviene a Colombia es que nuestro gobierno quede en evidencia tomando partido por alguna de las opciones.
Los compatriotas que viven aquí en Florida son cerca de 1 millón y el 58% de estas personas son adultos con ciudadanía americana, lo cual le permite votar este martes por alguna de las opciones del poder ejecutivo en los condados, Congreso y las presidenciales, todas expresan en la balota por correo o en el voto presencial que es verificado por máquina. Se trata de colombo-americanos que están en su derecho de opinar y de votar.
Muchos políticos colombianos están conectados, jugados y haciendo sus apuestas en Florida y desde este estado hacia otros de la Unión, lo cual en el ámbito gubernamental es altamente nocivo para nuestro país, pues primero, se trata de un proceso donde haya un triunfo republicano o demócrata, lo que menos beneficia a Colombia sería que nos viéramos afectados en medio de tan grave pandemia global, por la pérdida de confianza de nuestro principal y más grande socio comercial y político como es Estados Unidos.
Nos guste o no tenemos un matrimonio por conveniencia con los gringos y es nocivo caer en este juego polarizador que los republicanos han querido en su estrategia latina para mantener la Casa Blanca.
Si algo busca un candidato en contienda electoral es que se le sume la mayor cantidad de personas, lograr un arrastre emocional que las haga reaccionar para persuadir a muchas más y de eso he visto mucho aquí en eventos, recintos electorales y demás donde he sido testigo de personas que reconocen haber peleado definitiva y radicalmente con familiares y amigos que piensan distinto. Los tildan de socialistas o de trumpistas y en medio de la mayor agresividad, niegan que les aporten algo para su vida, dicen que nunca volverán a verlos e incluso afirman que los van a aplastar electoralmente este 3 de noviembre.
El tono en Estados Unidos – nunca ha sido diferente- dicen los que han vivido varias campañas. Solo puedo decirles que, aunque he estudiado algunas piezas y discursos de publicidad de campaña en varios estados en las últimas dos décadas, nunca había escuchado o visto spots ni pauta audiovisual con un nivel de violencia tan directo de ataques personales tangibles y de menciones a la vida íntima de las personas. Agresividad en su máxima expresión, noticias falsas como menú cotidiano y en la calle, en las casas y en las redes sociales, las reacciones que esto motiva y moviliza.
Ocurre en tiempos de profunda crisis para la política y los políticos, en tiempos de pandemia y de urgentes respuestas a crisis mundiales como el cambio climático. Ocurre bajo agresivas estrategias para presionar a las personas por celular, internet, en la calle y en todos los ámbitos de privacidad posible, para que deje la apatía y salga a votar. Ocurre mientras esta campaña se ha dado el lujo de mover en 9 meses de contienda (EEUU e India tienen las campañas más largas en tiempo del planeta) más de 14 mil millones de dólares según lo ha revelado Ellen Weintraub, Comisionada del Federal Election, organismo que regula presupuestalmente las campañas en Estados Unidos.
Los remates de campaña siempre serán lo mismo, algunas personas salidas de la ropa por las emociones extremas que este tipo de procesos genera con el fin de estimular el voto. Emociones en las que no pueden caer los líderes e integrantes de los gabinetes de gobierno de otro país ni mucho menos cualquier profesional que tenga como misión dirigir u orientar a los ciudadanos. La tentación es enorme en los remates de campaña, pero más allá del resultado, en el día E -es decir un día después del día D- la vida sigue, la familia vuelve y se acerca, las cartas de la política vuelven a barajarse y hay que salir a la calle a buscarse la vida.