“No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor. (…) Me preguntáis; ¿Cuál es nuestra aspiración? Puedo responder con una palabra: Victoria, victoria a toda costa, victoria a pesar de todo el terror; victoria por largo y duro que pueda ser su camino; porque, sin victoria, no hay supervivencia”.
Era 1940 y un Winston Churchill de 65 años que usaba bastón se dirigía a todos los ingleses por la radio. Hacía historia. Aunque el mitin político difiere del discurso (pero ambos se dirigen a una masa y buscan adeptos a una idea -embrión de un voto-), aquellas palabras siguen explicando las claves de un discurso eficaz, poderoso, útil. Aquel político lúcido que nunca se daba por vencido tenía un mensaje, apelaba a las emociones e intentaba identificarse con el receptor a través de un recurso retórico tan simple como efectivo agarrándose a las repeticiones (“victoria, victoria, victoria“). La suma de estos elementos conseguía hacerse un hueco en la memoria, tan frágil y caprichosa casi siempre.
El mitin todavía moviliza. Nuevos líderes han convocado a la gente y ésta ha acudido en masa, movida por la ilusión. (Fran Carrillo). Es un formato para convencidos (María José Canel).
La palabra mitin viene de la inglesa “meeting”, que significa encuentro, y se refiere a cualquier reunión de una gran masa de personas donde el público escucha el discurso de algún político. Hoy el formato ha quedado algo anticuado. “Está pensado para convencidos, sólo sirve para reforzar a los tuyos, no influye apenas en el voto”, asegura María José Canel, experta en comunicación política y catedrática de la Universidad Complutense (Madrid). “Hay que cambiar el estilo de los mítines, prestar atención a otro tipo de encuentros, ir al origen de la palabra mitin”, defiende.
“Todavía es una herramienta que moviliza y lo hemos visto en actos donde nuevos líderes convocan a la gente y ésta ha acudido en masa, movida por la ilusión o la esperanza”, considera, por su parte Fran Carrillo, director de La Fábrica de Discursos y asesor de comunicación política, refiriéndose, por ejemplo, al contra-mitin organizado por Pablo Iglesias el mismo día y a la misma hora que el Debate sobre el estado de la Nación.
Para Canel, ese discurso de Iglesias concita el interés porque Podemos entraña la posibilidad de romper con el orden establecido. “Lo hace en un tono retante. Está diciendo ‘El interesante soy yo. El líder de la oposición no está en el Congreso, sino aquí’. Está por ver si ese tono de batalla realmente capta y convence”, opina. El periodista Manuel Campo Vidal apunta otra ventaja del mitin y es que sirve para reforzar los liderazgos internos en los partidos, necesario sobre todo para los líderes nuevos de partidos antiguos: Pedro Sánchez dentro del PSOE o Alberto Garzón en IU.
Pero, ¿cómo pueden convencernos los candidatos de que tienen algo que decir y no están compitiendo para ver quién tiene el grito más fuerte?
Elementos para dar un buen mitin
La eficacia del mensaje se logra a través del contenido y de la forma, la representación del contenido. Desde el punto de vista del contenido, para que un discurso sea creíble “debe tener un mensaje, es decir, contener ideas y propuestas; el político debe creérselo, y además debe estar en sintonía con las inquietudes de los ciudadanos“, opina Canel.
“Las claves para un mitin eficaz son: generar credibilidad, confianza, liderazgo e ilusión. Y en este momento, el elemento de la resolución“, añade Daniel Rodríguez, director del Instituto de Comunicación Empresarial. Fran Carrillo lo resume en seis ‘C’:carisma, conexión con el público, convicción, concreción, claridad y coherencia pero basta con que los políticos se pregunten una cosa: ¿Qué quiero que sepan, qué quiero que compartan? “Lo que recuerden es lo que van a compartir”.
Respecto a la representación del contenido, hay que tener en cuenta varios elementos. Primero, la retórica. “La repetición del mensaje, los ejemplos, las metáforas”, explica Canel, son recursos seguros, deben ser ” procedentes y que salgan de manera natural”. Por otro lado, es conveniente dejar atrás la construcción antigua de subordinada. Esa que permite alargar una frase hasta límites insoportables. Conviene hablar con “un formato de discurso telegrama, de frase breve, repetida, con ritmo”, apunta Carrillo.
Las claves para un mitin eficaz son: generar credibilidad, confianza, liderazgo e ilusión. Y en este momento – de crisis-, el elemento de la resolución. (Daniel Rodríguez).
El mitin, un formato exigente que exige muchas habilidades de comunicación, será eficaz cuando haya una correspondencia “entre el contenido, la gestualidad y la voz“, enumera Rodríguez. En cuanto a la última, este ex periodista que imparte cursos intensivos a directivos y políticos sobre cómo expresarse en público, recuerda que tenemos en el cuerpo “un instrumento de viento” que, como todo instrumento, necesita disciplina y práctica: hay que aprender a proyectar la voz y a mejorar la entonación dando al discurso ritmo. Hay que despertar a los que se han cansado de escuchar, no dormir a los que sólo pasaban por allí.
Por último, hay que prestar atención a los gestos. Escribió el poeta Pedro Salinas, lo que eres me distrae de lo que dices. “Si contamos algo, debe representarse en nuestro cuerpo”, afirma. Y de tocar el atril, ni hablar. “El político cree que si se agarra, se va a sentir más seguro. Pero pierde todas las posibilidades de comunicación que generan las manos, los brazos”.
Hay que cuidar un momento fundamental: la primera impresión, que es el primer mensaje que recibe el público. “El candidato tiene que cuidar la posición del cuerpo, llevar una indumentaria correcta, no subir las escaleras con aspecto cansado. Y la sonrisa: la sonrisa tiene un papel fundamental”, explica Teresa Baró, experta en comunicación no verbal.
Qué hay que evitar en un mitin
Primero, pensar que da lo mismo ocho que ochenta. Lo que vale para las elecciones andaluzas, no sirve para las generales. El contexto importa. “Los problemas son distintos. Los partidos no pueden ignorar eso ni banalizar las necesidades de los votantes“, explica Canel, que advierte sobre los riesgos que corren aquellos líderes que quieren parecer cercanos. “Cuando un político va de coleguilla puede provocar efecto rebote en contra. No hace falta abusar del lenguaje coloquial para estar en sintonía con la gente”.
El otro error, por mucho falso tópico del carácter alegre y abierto, tiene que ver con las emociones. “Hay un déficit de educación en el ámbito de las emociones. Una resistencia a introducirlas en la comunicación. Y dejar de lado lo emocional en el discurso es empobrecerlo”, dice Campo Vidal.
Continuaba el poema de Salinas: Lanzas palabras veloces, empavesadas de risas, invitándome a ir adonde ellas me lleven. Sin querer manchar el amor con política, lo cierto es que nos falta tomarnos las cosas menos serias. “Es recomendable hacer juegos de palabras y jugar con la ironía, pero esos elementos de impacto tienen que estar muy bien planificados”, afirma Rodríguez, convencido de que de lo que hay que huir es de esa manía de no levantar los ojos del papel. “En España no dejamos nada a la improvisación y vendría muy bien que así no fuera”, concluye Canel.
Cuando un político va de coleguilla puede provocar un efecto rebote en contra. No hace falta abusar del lenguaje coloquial para estar en sintonía con la gente. (María José Canel).
Estos son los consejos. Si no les gustan, tenemos más acciones comunicativas que son un error. Por ejemplo, comunicarse a través de un plasma.- “todo el mundo te lo va arrojar y a recordar”, recuerda Canel. O seguir apostando en campaña por herramientas arcaicas como pegar carteles. “Siempre hemos gastado mucho a pesar de que apenas son eficaces. Lo seguimos manteniendo porque la ley electoral establece unos topes de gasto y hay una cantidad asignada a los carteles. Hay que pinchar esos fantasmas, no tiene sentido“, concluye.
¿Quién lo hace bien?
Entre tanta equivocación, ¿hay lugar para la esperanza? Lo hay para los referentes, los ejemplos. Políticos con carisma, líderes que supieron comunicar bien. Estos expertos citan a John F. Kennedy , porque fue el primero en captar la importancia de la comunicación audiovisual; Bill Clinton, porque sabía contextualizar y convencer al ciudadano de que él también habría tomado esa medida, por muy difícil que fuera.
Gordon Brown, que dio un discurso “extraordinario”, dice Campo Vidal, antes del referéndum de la independencia de Escocia. “Fue un ejemplo de cómo se introducen las emociones en un discurso político”. Otros citados: Lula Da Silva, José Mujica. Además de algunos más míticos: Barack Obama, Martin Luther King y, en el lado patrio, mojándose menos, tímidamente reconocen “Alfonso Guerra”. ¿Más nuevos? “Albert Rivera” o incluso “El Rey Felipe VI que ha subido el listón de la comunicación. Si el si máximo responsable del Estado le concede mucha importancia a sus discursos, el resto de la organización tiende, por emulación, a comunicar mejor”, añade Campo Vidal.
Este año cargado de citas electorales – en apenas una semana, las andaluzas, en mayo las municipales y autonómicas, seguidas de las catalanas (septiembre) y ‘la nata del pastel’, las generales, allá por diciembre- es una oportunidad para que los candidatos saquen sus palabras a pasear. El interés por la política, renacido hace unas elecciones, debería provocar también una renovación en la forma de comunicar. Hay nuevos partidos, pero también nuevos políticos ajenos a este mundo, independientes (como, por ejemplo, Ángel Gabilondo).
“Ganará quien sea capaz de innovar en la manera de dirigirse a los votantes“, resume María José Canel. En un escenario en el que uno de cada dos votantes podría cambiar su voto (ya que todas las encuestas dan índices de fidelidad para todos los partidos por debajo del 50%), asumir ese riesgo a innovar en campaña, más que una opción, parece una mera cuestión de supervivencia.
Fuente: El Mundo