No existe ningún candidato perfecto, con propuestas impolutas y que no cometa errores en una campaña electoral. Tampoco se conoce al candidato que no tenga debilidades. El perfeccionismo entendido como una motivación para vencer los obstáculos, ha sido una búsqueda de artistas, científicos y deportistas para alcanzar sus metas o sentir la gloria; que también puede producir ansiedad y terminar siendo contraproducente para la autoestima.
En política todos los candidatos resultan imperfectos, porque el trabajo social no tiene un tamaño ideal ni tampoco un tiempo definido, es permanente, las demandas de la sociedad crecen y cambian con las personas, aunque la fase temporal del marketing electoral termine el dia de las elecciones. Las decisiones de los electores no son perfectas porque dependen de sus necesidades, de los cambios de actitudes, de la renovación de sus creencias y del entorno mutante de la sociedad dentro del imaginario político. El liderazgo no es algo místico ni sobrenatural.
Porque esto equivaldría afirmar que el candidato perfecto debe ser un superdotado, con un alto coeficiente intelectual y amplio razonamiento lógico, además de poseer gran capacidad de gestión de la memoria, facilidades para el cálculo numérico y por supuesto gozar de gran creatividad y una alta capacidad de comunicación. El político, por ser líder y dirigente debe tener además unas cualidades humanistas elevadas, un pasado intachable o por lo menos controvertidamente positivo y un coeficiente intelectual por encima de los promedios de la población.
Pero resulta que sólo el 2% de la gente es superdotada. Se dice que a los 12 o 13 años de edad la inteligencia se cristaliza, es la edad en que se puede saber si alguien es superdotado y algunos otros creen que la inteligencia es una cualidad innata que se hereda a través del cromosoma X. El paradigma de la tabla del profesor Lewis Terman indica que sólo al superar los 130 puntos de Coeficiente Intelectual (CI) se es superdotado. Y esto parece que no aplica a todos los sujetos y entornos políticos.
Entonces, ¿cómo podría alcanzar la perfección un candidato?. Probablemente la respuesta matemáticamente correcta la tengan los encuestadores políticos que están midiendo constantemente las percepciones y tendencias de los electores. Pero resulta que no existe la encuesta perfecta, el estudio que nos aporte la información completa del sentimiento de un mercado, porque al fin y al cabo, toda encuesta tiene su margen de error. Los sondeos de las preferencias de los votantes resultan claves, pero los estudios cualitativos no siempre aciertan en los perfiles que deben tener los candidatos y la construcción de la imagen pública depende más del talento humano y político existente, que de los modelos mercadológicos. No olvidemos que las encuestas son un arma electoral, generan efectos como el “carro ganador”, “under dog” o el efecto “misericordia”, que determinan tendencias en la opinión pública y en un momento dado se pueden convertir en armas de doble filo.
El fenómeno de la opinión pública es propio de las regímenes democráticos, donde las “verdades” matrices de los ciudadanos se mezclan con la opiniones juicio de los líderes periodísticos, los titulares de los medios de comunicación y las tendencias en las redes sociales; que determinan si estos hechos, fenómenos o informaciones son positivas o negativas. El maestro Joseph Napolitan, padre de la comunicación política, consideraba que los candidatos podían controlar los discursos y ciertas apariciones en los medios pero en otros casos, como en las ruedas de prensa y los debates, los políticos no tenía ningún control sobre el producido mediático final. Con la enorme importancia de la televisión para la construcción de la imagen de los candidatos, el fogueo periodístico previo se volvió fundamental, para restarle margen a la improvisación y los riesgos de una mala declaración o una deficiente aparición en cualquiera de estos foros, que en algunos casos, son consideradas fatales y las causales de la pérdida de una elección.
El Media Training o entrenamiento para los medios es vital para infundir confianza al candidato imperfecto y mejorar su expresión verbal y corporal en busca de esa perfección. La adecuada vocalización, dicción y sobre todo entonación de cada uno de sus mensajes y discursos son claves en la penetración de las ideas, algo fundamental en el programa de gobierno. Pero es bien sabido que la información no verbal cada día tiene mayor relevancia en la comunicación pública, por lo que la apariencia y postura física, el vestuario adecuado al momento político, el uso de los ademanes y hasta la administración de las caricias, son elementos que tiene un significado político. Ni que hablar de la etiqueta electrónica y el valor agregado que debe suministrar a sus cuentas en las redes sociales; en la época en que un video de Youtube en una posición incómoda o una declaración desafortunada, se pueden volver virales.
En nuestro caso particular, creemos que la preparación integral del candidato no simplemente debe centrarse en el diseño de mensajes claves, contar historias simpáticas o elaborar frases citables; sino en la adecuada proyección de su personalidad unida a su propuesta electoral. Por ese motivo nuestro método se inicia con el diagnóstico de su voz, vocabulario y las expresiones corporales, para entrar de lleno a la parte más importante de un político en elecciones que es la estructuración de su discurso satélite. La revisión de videos y el uso de sparrings resultan claves para el desarrollo de habilidades de respuesta frente a los periodistas acuciosos, dentro de una técnica bastante desarrollada que ha establecido la tipología de las preguntas más frecuentes cómo las hostiles, indiscretas, negativas y manipuladoras, entre otras. La traducción más cercana a la idea del media training sería el “fogueo periodístico”. También la preparación integral del candidato debe incluir la forma en que va a enfrentar los debates, cada día más importantes en las actividades mediáticas y proselitistas. Los debates electorales dependen de las condiciones previas negociadas sobre los formatos, temas, turnos y la selección del moderador; pero si el candidato es convincente o no ante el auditorio presencial o televisivo dependerá de su imagen física y desempeño. La exposición de sus argumentos, sus ataques y la defensa de esos ataques en un debate, así como la forma que ejerza el noble arte de interrumpir y ser interrumpido resultan fundamentales. Porque al fin y al cabo, luego del debate, viene el debate sobre lo que sucedió en el debate.
No se trata de buscar al candidato perfecto, porque probablemente encontremos al gobernante imperfecto o simplemente estemos frente a un desastre comunicacional perfecto.
Fuente: Blog Marketing Político y Gobierno
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