Lo primero que debe decirse es que el quehacer de un politólogo está especialmente ligado a lo que voy a llamar aquí “el sistema político”. Un colega canadiense llamado David Easton acuñó esa expresión. Para ser sencillo diré que existe una gran “caja” que acomoda dentro de sí a las organizaciones de gobierno (como los ministerios), las instituciones de representación (como los concejos deliberantes) y parte de la administración pública. Lo que pasa dentro de esa “caja”, para la mayoría de los ciudadanos en una sociedad como la nuestra, es algo distante y confuso. Pero los mismos ciudadanos tienen bastante en claro lo que “sale” de ella y cuánto lo necesitan. Los bienes y servicios públicos (como el transporte o la educación) son algo importante y fundamental para todos. De lo que pasa adentro depende que los las calles estén asfaltadas e iluminadas o que la calidad de la educación que reciben los chicos sea buena. Pero ¿qué pasa cuando las “salidas” de este sistema no satisfacen? La mayoría de las veces sencillamente la gente espera a las próximas elecciones y “castiga” al gobierno votando a los políticos de la oposición. Pero también la gente hace otras cosas, por ejemplo se manifiesta golpeando cacerolas o marchando. El sistema (“la caja”) sobrevive en la medida que convierta las aspiraciones (“demandas” de la población) en salidas que sean satisfactorias a la gente y de esa forma obtenga su apoyo, aunque sea mínimo.
Rápidamente se advierte que este sistema tiene tres problemas: entender cuáles son las demandas de la población en un momento dado, saber cómo satisfacerlas de la mejor forma posible y lograr que la población reconozca lo que se hace o lo que falta. Un politólogo es un muy buen profesional para resolver los tres problemas ya que se preparó en el uso de las herramientas de investigación social, en diferentes técnicas aplicadas de políticas públicas o de comunicación política; y además, en el estudio crítico de teorías sociales que permiten contextualizar e interpretar los acontecimientos.
Los politólogos ayudan hoy al sistema político a cumplir su función (y de esa forma a los ciudadanos de nuestra sociedad) en tres grandes áreas.
Una de ellas es la comunicación política y de gobierno. Como mencione anteriormente, lo que pasa dentro del sistema (la “caja”) es algo lejano y confuso para la mayoría de los ciudadanos. Los políticos que están en el gobierno creen la mayoría de las veces que la ciudadanía no está valorando todo lo que hacen. Los políticos de la oposición creen la mayoría de las veces que la ciudadanía no entiende que las cosas podrían estar haciéndose mejor de otra forma. En ambos casos, el politólogo puede ayudar a visibilizar los logros y oportunidades perdidas. En esta área (la mía) los politólogos normalmente trabajan codo a codo con publicistas, comunicadores sociales, periodistas, sociólogos y diseñadores gráficos.
Otra gran área de es la de políticas públicas. Los politólogos que se desempeñan en este campo ordenan “lo que sale de la caja”. Ponen su esfuerzo en identificar las necesidades y ayudarle a los políticos, en especial en el gobierno, a diseñar planes y programas que las alcancen de la mejor forma posible a la población. Además evalúan esos planes y programas analizando el cumplimiento de sus objetivos y recomendando mejoras. De esa forma se aseguran que enriquezcan y transformen sus comunidades. Los politólogos contribuyen aquí a que los recursos de todos, que siempre son escasos, se gasten de la mejor forma posible basándose en evidencia concreta y no en caprichos o patriadas de algún iluminado. En el área de las políticas públicas los politólogos trabajan cerca de economistas, contadores, abogados, administradores públicos y trabajadores sociales.
La investigación social no es menos importante. Es un área enorme, pero en breve trata sobre la producción de teorías sociales que sirven para interpretar los acontecimientos en el marco de la historia, las estructuras económicas y la cultura. Podría parecer que este tipo de trabajo “no sirve” pero por el contrario influye en el quehacer de las otras áreas. Además es muy común que los politólogos que se dedican a la investigación social pasen a convertirse intelectuales de influyente presencia en los medios de comunicación o se conviertan en activistas en organizaciones o movimientos sociales.
Por supuesto, también hay politólogos cuyas vocaciones y oportunidades los llevan muy lejos del sistema político. Muchos colegas trabajan en haciendo grandes aportes en áreas más alejadas, como la docencia en el nivel medio o en organizaciones orientadas al mercado. La competencia en técnicas de investigación social y análisis e interpretación de datos orientados a resolver problemas concretos, que es parte de la formación de grado del politólogo, es muy bien valorada en todos los ámbitos corporativos. A la par, la capacidad de organizar tareas conforme a objetivos y de comprender las diferencias de intereses como diferencias de perspectivas los convierte en buenos negociadores y naturales articuladores de equipos.
En resumen, los politólogos son grandes auxiliares del sistema político. Ayudan a gobiernos a entender y a satisfacer las necesidades de la población. Ayudan a opositores a explicar como creen que podrían hacerse mejor las cosas. Para quienes trabajamos en ello es un campo apasionante que nos da la oportunidad de utilizar las herramientas que incorporamos para resolver problemas concretos. Cuando se ejerce con compromiso, se trata de la hermosa tarea de tender puentes entre la vocación de unos pocos y las aspiraciones de miles.
*Nota publicada en diario “El Independiente” (la Rioja) el 1 de marzo de 2016.