Por: Diana Rubio
La pasada noche tuvo lugar el segundo debate presidencial norteamericano, tras una semana en la que el candidato republicano ha estado en el ojo del huracán y que han supuesto un duro golpe en los indices de popularidad de Trump.
Podemos calificarlo como un elemento mas del show político. Un evento en el que estamos acostumbrados a que los candidatos se den cordialmente la mano al comienzo, nos sorprendió cuando esta acción solo se pudo ver a la finalización del mismo, lo que revelaba la tensión que estaba por vivirse durante la hora y media que duró el debate, donde las propuestas políticas quedaron en un segundo plano en favor de los ataques personales.
Si analizamos el evento en sí, se observan aspectos que lo hacen genuino. Aparte de la fecha y el lugar de celebración, el formato del mismo en el que se intercalaban las preguntas del público asistente con los ataques entre candidatos, le dan un toque diferenciador al compararlo con el celebrado hace dos semanas.
La escenografía, con la trasera de la Constitución norteamericana, incluye dos cambios significativos; De un lado, ya no es un sólo moderador, sino dos los que se encargan de dar dinamismo a este evento de hora y media de duración y los que hacen cumplir los tiempos marcados por producción. De otro, los atriles con iluminación que se encontraban en la zona presidencial, han dado paso a dos mesas y dos sillas altas en las que los candidatos podían apoyarse durante el tenso debate, elementos que han servido mas como atrezo que como apoyo a los discursos, ya que los candidatos han preferido pasear por todo el escenario mientras intervenían.
Aunque el protagonismo debe situarse en la zona presidencial del evento, en este caso, la asistencia de público general unido al espacio reservado que ocupaban las familias de los candidatos y el contexto sobre lo intimo y personal de cada uno de ellos, ha hecho que este se disperse por toda la escena, restando esa potenciación de mensaje que si que se pudo apreciar en el debate anterior.
La escena fortalece la transmisión de mensajes, siempre que todo el conjunto se encuentre en sintonía, elemento que por desgracia, no se ha cumplido en este debate presidencial tanto por los discursos y ataques de los candidatos, como por la incomodidad de la zona presidencial del evento en sí. Las sillas altas, considero que pueden resultar visualmente muy estéticas en los eventos, pero a su vez, son un enemigo acérrimo de lo práctico y la comodidad de quienes deben usarlas.
En definitiva, un evento que en algunos momentos ha llegado a aburrir a la audiencia y donde la frialdad y poca versatilidad del escenario han apoyado que tengan mayor protagonismo los familiares que acompañaban a los candidatos, perdiendo la esencia política ideal y dando paso a tendencias basadas en el infoentretenimiento.
Veremos que nos depara el tercer y ultimo debate presidencial.
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Fuente: Política y Protocolo